Casa Alicia o el arte de alargar la tradición hasta la sobremesa
Casa Alicia es una casa de comidas como las de antes, con recetas de toda la vida mimadas y con producto de calidad y opción de sobremesa en su planta baja.
11 abril, 2018 21:51Noticias relacionadas
Qué bueno saber que entre sushis, fusiones, espumas y esferificaciones sigue habiendo sitio para las casas de comidas. Viejas o nuevas, da igual, el caso es que hay un boom de tradición que los paladares que gustan de cañear con torreznos y comer con cuchara agradecemos infinitamente. La última ha surgido en la calle Recoletos, en ese pequeño puente entre el paseo del mismo nombre y el Barrio de Salamanca, donde han nacido ya varias propuestas gastronómicas bien apetecibles pero ninguna con tanta tradición como Casa Alicia. Para abrir boca te diré que aquí se come divinamente, es uno de esos sitios en los que acabas diciendo “pero qué bien hemos comido”, probablemente en la sobremesa que aquí tiene todas las de alargarse, como está mandado.
Ficha y detalles del restaurante Casa Alicia
- Casa Alicia evoca una casa de comidas de las de siempre, con recetas tradicionales que elevan a una categoría superior con un producto de primera y el mimo de la cocina, y con una zona de sobremesa para poner el broche final a una comida más que satisfactoria con un buen digestivo y una partida de cartas. Buen comer como el de antaño y una carta casera de inicio a fin.
- Lo mejor: las lentejas con oreja y los escabeches.
- Dirección: Calle de Recoletos, 7, 28001 Madrid.
- Horario: Restaurante, Lu a Do de 13:00 a 16:00h y de 20:30 a 00h. Barra y cocina ininterrumpida de 11:00 a 00h.
- Reservas: en el teléfono 912 966 520 y el su página web.
- Precio: 55 euros.
- Nota: 4/5
Casa Alicia, recuperando platos de la memoria
Ya lo he dicho en algunas de las reseñas que he escrito, pero lo reitero: cuando un plato despierta la memoria, agárrate. Pocas cosas traen tantos recuerdos como ese bocado que, ¡zas!, hace saltar la imagen de tus vacaciones de 1995 en la costa comiendo arroz con carabineros (si había suerte, si no, un abanda que tampoco está mal); o la de tu abuela rebozando una merluza del día recién comprada para la comida del sábado, o la de tu dedo arramplando con la bechamel recién hecha, pues rara vez uno espera a verla hecha croquetas. Casa Alicia tiene ese poder, con la salvedad de no poder meter el dedo en la cazuela (a Dios gracias por los modales).
Su carta, amplia pero justa, está compuesta de platos perfectamente reconocibles y, probablemente, probados en alguna ocasión, aunque puede que no al nivel que practica Casa Alicia. Recetario popular que ensalza y eleva con el producto que utiliza: exquisito, seleccionado y bien tratado.
Por dónde empezar a probar Casa Alicia
Está muy claro, al menos para mi: hay que empezar por los torreznos. Sí o sí, en barra o en mesa, entera o media, compartida o compartida, ahí no hay opción porque la ración es generosa. Bien crujientes, bien fritos, bien de veta y bien de magro, como toda la vida.
Para continuar, recomiendo encarecidamente probar un escabeche, a veces puedes elegir entre jurel, bonito, perdiz, pichón o codorniz, y otras veces no, esto es porque dependen del mercado, especialmente en los pescados. Yo pruebo el de bonito, que es el que me recomiendan ese día en concreto, y me encuentro con un escabeche tradicional, en punto justo de potencia, ni mucha ni poca, y aunque soy amiga del vinagre, me parece que tiene un buen punto. Un pescado rico, abundante, con las verduras de rigor. Un plato fresco que lo mismo te hace de entrante que de principal en los días de calor. Aunque ya sabéis de mi predilección por el compartir para probar más.
Casa Alicia, tradición a cucharadas
Fabada Asturiana, Garbanzos con Bacalao, Crema Alicia… Quiero agarrar la cuchara y no soltarla, pero no sé en qué plato meterla. Finalmente ganan las Lentejas con Oreja. Me traen un plato hondo con un montoncito de oreja cortada muy muy fina; en la otra mano, el camarero trae una sopera que huele a cocina de puchero, y empieza a echar cazos, más cazos, que no se vea ya la oreja, y más, que rebose, que llegue al borde, que… ¡qué maravilla! Puedo decir sin miedo – aunque mi madre, que me lee estará a punto de llamarme para decirme “ah, sí, ¿eh?” – que son las lentejas de mi madre y de mi abuela, que ni que decir tiene que cocinan como los ángeles. De las grandes, con sabor a verduras, a pimentón, a fuego lento y a cariño de la cocina de antaño. Qué espectáculo y qué punto le da la oreja tan fina, crujiente y con ese cerdo que está presente, como debe ser.
Podríais pensar que ya basta, que es suficiente, pero pido un plato más, porque me acompaña una colega que tiene el oído bien fino cuando la tradición llama, y acude rauda conmigo, porque nos faltan remilgos y nos sobran ganas de buena mesa. Así que vamos a por la parte de pescados por eso de que todos vienen derechitos de la lonja y los preparan al momento al gusto del comensal. Esto es literal, la comanda se personaliza al gusto. Pero decimos, venga, algo ligerito que no podemos más (por eso descartamos las carnes aunque a ese chuletón hecho al carbón cuesta decirle que no). El caso es que nos tiramos a por unos Chipirones en su tinta (venga, sí, ligerito), cuatro chipirones como cuatro soles negros, rellenos, jugosos, con un poquito de arroz y toda la tinta con la se escribió El Quijote. Buenísimos, de labios negros (cuidado con chupar mucho el tenedor), de echar pan y rebozar bien el arroz. Un guisazo que dirás, “qué sencillo”, pues como avisaba antes, lo llevan a otro nivel, y si no, al menos se agradece que no tengan florituras.
Como no me pirran los postres y aunque no lo parezca, tengo un límite, decido compartir unas Crêpe Suzette. “Claro – pensaría el camarero – son para dos personas, bruta”. Pues más bien para cuatro, porque me plantan un par solo para mi, hechas al momento a la vista del comensal. Jugosas, con la receta de siempre.
En Casa Alicia, la sobremesa es imperativo
Tanto es así que la planta de abajo está destinada a la sobremesa de digestivo y cartas. Sí, cartas, de ahí los guiños al as en los platos y en las hojas de la carta. Sentados en cómodos sofás y sillas tapizadas, rodeados de ladrillo visto y despojados del ritmo frenético de la cercanía del Paseo de Recoletos.
Esta evasión la siento desde que cruzo su puerta. Nada más entrar, me encuentro con una barra que nunca cierra, donde se puede tomar el aperitivo o saciar el gusanillo de media tarde con los mencionados escabeches, con ahumados, embutidos… A continuación, está la sala, acogedora, cómoda, con un servicio atento, clásico y cálido que empieza por ofrecer carta de vinos a la que hay que echar un vistazo y dar, al menos, un tiento, pues abarca la mayoría de las Denominaciones de Origen nacionales y algunas referencias internacionales.
Es reconfortante volver a los clásicos. Casa Alicia lo hace sin apellidos, sin ningún “neo” que avise que es clásico pero actual. No le hace falta. Esto es tradición, y punto.