Este antiguo molino recuperado es uno de los restaurantes más especiales de Asturias
El Molín de Mingo se encuentra casi perdido en mitad de la naturaleza en Peruyes. Allí, Dulce Martínez ha consagrado una casa del buen comer en clave tradicional, en un entorno con mucho encanto.
28 agosto, 2023 01:39- Lo mejor: Las croquetas y el arroz con pitu
- Dirección: Finca El Molín de Mingo. Peruyes S/N, 33547, Asturias , España
- Teléfono: 985 922 263
- Url: https://elmolindemingo.es/
- Horario: Ma-Do 14:00-16:30
- Precio: 50-70 €
- Tipo de cocina: Asturiana tradicional
- Nota: 9/10
No hagas caso al GPS, advierten desde sus redes sociales. Se ve que el dichoso Google Maps cuando pones el nombre de este restaurante, te lleva a otro sitio. Seguimos sus indicaciones y tomamos el desvío hacia Peruyes. Según vamos serpenteando por esas carreteras asturianas en las que impera el verde, sabemos que vamos a llegar a un sitio especial.
Al pasar la pequeña población, nos encontramos rodeados de altos y frondosos árboles. Seguimos sin GPS, pero ya hay señales que anticipan hacia donde nos dirigimos, al Molín de Mingo. Unas cuantas curvas más, llegamos. El primer efecto es que parece salido de un cuento, podría ser la casita de Blancanieves en el campo, pero en realidad, es la de Dulce Martínez, alma mater de este espacio, uno de los más especiales de todo el Principado.
Con solo un vistazo, nos invaden esa sensación que no tantos sitios ofrecen. «Me quedaría aquí a vivir», pienso. Y es que lo haría sin dudar. Cada detalle destila buen gusto y sencillez, esa que se vive en el campo. Un mantel ondea con el paso del viento en la terraza, el murmullo del agua de un riachuelo que transcurre por allí se cuela por todos los rincones... Entorno y lugar entran una simbiosis perfecta. Pero ¿qué tiene el Molín de Mingo y qué lo hace tan especial?
Un antiguo molino asturiano rehabilitado
A Dulce no podía irle mejor el nombre. Es la amabilidad y la hospitalidad en persona. Su sonrisa inunda la sala cada vez que se pasa por alguna mesa. Este molino familiar es su apuesta fuerte por el mundo de la hostelería. Decidió reformarlo y montar aquí este restaurante, un espacio que ya funcionaba antaño en manos de su madre, pero que no es como los demás. Y no lo es por muchas razones.
La primera ya la hemos contado, el sitio es sumamente especial. Un par de casas acristaladas por la que se cuelan la luz y la naturaleza y un hórreo con asientos para esperar tu turno, comer al aire libre o alargar la sobremesa, conforman este lugar.
En el interior, manteles de cuadro vichy y flores adornan las mesas. Del techo cuelgan lámparas de esparto y muebles antiguos hacen las veces de lugar para el pase y cambio de platos y cubiertos. Esta rusticidad en clave chic entra por el ojo. Pero no hablamos simplemente de un sitio bonito, sino de uno de esos restaurantes en los que conviene reservar y hacerlo cuanto antes.
Y, ¿por qué esta premura? Porque es también uno de los restaurantes en los que mejor se come de Asturias. Y todo ello, Dulce lo ha conseguido nada menos que con cocina tradicional, con algún punto creativo, pero con platos por los que merece la pena hasta bajar la sinuosa carretera después.
Dos menús degustación y una apuesta por lo tradicional
En El Molín de Mingo, Dulce trabajaba con carta, hasta que después de la pandemia, decidió dar un giro a la propuesta y establecerla en base a dos menús degustación. Y fue todo un acierto, porque conserva platos que ya hicieron a esta casa mítica y cuela otros tantos no menos apetecibles, algunos donde se ve la creatividad de esta gran hostelera y cocinera, reconocida con un Sol Repsol.
Otra cosa que ha cambiado es que ahora las reservas también se pueden hacer en su página web. La demanda telefónica era tal, que era complicado conseguir mesa. De todas formas, aconsejamos hacerlo con tiempo suficiente para no perder detalle.
Así que, en este entorno idílico, puedes decidirte entre dos menús degustación. El corto, que se tarifa a 48 euros y el largo a 55 euros, incluyendo este tres pases más. Elijas el que elijas, vas a salir de allí enamorado de esta cocina. En ambos se puede disfrutar de platos memorables y si eliges el largo, todavía podrás probar más cosas, que son las que Dulce ha ido introduciendo y va cambiando a menudo.
¿Lo que siempre permanece? Varios platos que por sí mismos justifican la visita. En ambos menús, todo arranca con unas de las reinas de la casa, las croquetas de jamón ibérico. Solo con verlas se nos hace la boca agua y nos recuerdan a otras que ya conocemos. Dulce está casada con Nacho Manzano y en el Molín de Mingo, las croquetas se preparan con la receta de la familia que no faltan en restaurantes como Casa Marcial, Gloria, La Salgar o el hotel Narbasu, entre otros.
A ellas le siguen platos que, tal y como advierten, están elaborados con ingredientes de proximidad y kilómetro 0. Puede ser una ensaladilla rusa de merluza con su colágeno, un escabeche de bonito casero, una sopa veraniega de tomate o diferentes carnes como un solomillo de ternera con puré de apionabo fermentado.
Otro de los hitos en ambos menús son los tortos. Esta elaboración ya consagrada en este restaurante, se preparan con harina de maíz y son un emblema de la cocina asturiana. Si solemos encontrarlos acompañados de picadillo, aquí la receta va a más, coronando el torto con huevo, crema de boletus y huevas de arenque.
¿El plato fuerte? El arroz con pitu caleya. Estos pollos no son como los que acostumbramos a ver. Se crían en libertad y su alimentación es mucho más variada, lo que hace que alcancen gran tamaño y una carne más oscura y sabrosa que la del pollo común. El arroz de El Molín de Mingo es, sencillamente, perfecto. Y lo mejor de todo es que si no puedes terminártelo, te lo ponen para llevar sin problema.
El final perfecto aquí se hace con sus postres caseros, también incluidos en el menú. Como buena asturiana, Dulce prepara un arroz con leche superlativo, pero también otras creaciones que merece la pena conocer, como el brazu de gitano con helado de maíz o una refrescante sopa de coco, menta y chocolate, entre otros. Si lo acompañamos de una copa de sidra de hielo y un poco de queso Gamoneu, tocaremos el cielo con las manos. De eso se trata, ¿verdad?