Aunque hoy pueda resultar extraño, hubo un tiempo en que Madrid fue un gran viñedo. La cantidad de agua del subsuelo favorecían el crecimiento de la vid, pero esta no era la única ventaja de la región para la elaboración de vinos de calidad.
Lo de hacer vino en la comunidad no es nada nuevo. La historia de los vinos de Madrid se remonta al siglo XII y, aunque atravesó malos momentos, esta tradición ha conseguido llegar hasta nuestros días respaldada por una denominación de origen y con la vista puesta en la sostenibilidad.
Te contamos todo lo que no sabías sobre el origen y la razón de ser de los vinos de Madrid.
Madrid es tierra de viñedos
Los acuíferos de Madrid siguen siendo un preciado recurso para la Comunidad. Una gran reserva de agua contra la sequía y una garantía de suministro básico para la población.
Desde los orígenes de la ciudad y hasta mediados del siglo XIX, los madrileños se abastecían exclusivamente de las aguas subterráneas mediante los llamados 'viajes de agua'. Y hubo un tiempo en que los aledaños de la Puerta de Atocha eran un gran campo de cultivo (por algo la calle de las Huertas se llama de esa manera) donde sí, también había viñas.
Los orígenes de la ciudad han estado ligados siempre al agua. A la cantidad y también a la calidad. No en vano, el lema del primer escudo de Madrid en el siglo XII rezaba así: "Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón". El agua era uno de los grandes reclamos para quienes se asentaban en tierras madrileñas. El subsuelo perfecto para el cultivo de viñas.
A esta hidrografía tan singular se suma la acción del río Tajo en el medio físico de la Comunidad. Madrid está surcada por seis fluviales de la vertiente de este río, que atraviesan la provincia de norte a sur y marcan las zonas de aclimatación del viñedo en el centro de la península ibérica, delimitando a su vez las cuatro subzonas actuales de producción de vino: Arganda, Navalcarnero, San Martín de Valdeiglesias y El Molar.
El poder de los 'viñateros'
La situación geográfica y las características climáticas de Madrid han contribuido a que sus zonas vitivinícolas hayan contado a lo largo de la historia con producciones importantes y reconocidas.
Las plantaciones primitivas de vid datan de la conquista romana y los documentos más antiguos atestiguan la existencia de vino en Madrid desde el siglo XII, aunque fue entre el XIII y el XIV cuando comenzaron a tomar cuerpo los vinos de la tierra de Madrid, y con ellos las instituciones municipales. Por un lado los Concejos explotaban sus propias viñas, y por otro, unos oficiales llamados 'viñateros' se encargaban de la custodia de las mismas.
Impuestos literarios
El Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, Francisco de Rojas, Juan Ruiz de Alarcón, Lope de Vega y hasta el mismísimo Cervantes recogían en sus textos el prestigio de los vinos de Madrid allá por la segunda mitad del siglo XV.
Tal era el reconocimiento y la abundancia de la producción, que la autoridad municipal tuvo que dictar medidas proteccionistas para evitar la venta fraudulenta de vinos de otras procedencias, que llegaban a Madrid por el Camino de Vinateros para venderse en la Plaza Mayor y tratar de subirse al carro del éxito de los vinos madrileños.
Para defender los vinos de Madrid se empezó a cobrar un impuesto de importación al resto de vinos de otras regiones. Y no debía ser poco, pues gracias a la recaudación de este arancel se construyeron la Puerta de Alcalá y la Puerta de Toledo.
De la filoxera a la Guerra Civil
Pero todo lo bueno dura poco y, aunque Madrid llegó al siglo XX con más de 60.000 Ha de viñedo, en 1914 la plaga de filoxera entró por San Martín de Valdeiglesias y se extendió rápidamente por toda la Comunidad, arruinando más de la mitad del viñedo madrileño y provocando un cambio importante en los vinos. En 1935 la superficie de viñedo disminuyó hasta las 33.448 Ha
La guerra civil española también arrasó con el viñedo provincial, dejándolo en un total de poco más de 30.000 Ha en 1939.
Restaurantes como escaparate
La presión inmobiliaria terminó de hacer desaparecer la mayor parte de los viñedos de Madrid durante los años 60 y 70, y los vinos perdieron calidad y carácter. Sin embargo, casi a la misma vez la capital se convertía en el mejor escaparate para el vino gracias al auge de la restauración.
Fue el momento en que Rioja y poco después Ribera del Duero conquistaron la ciudad, hasta el punto de que muchos situaban el origen de estos vinos en Madrid. Los vinos de La Mancha y Valdepeñas quedaron relegados al segundo plano de las tabernas y las tascas.
Fiebre ochentera
Los años 80 supusieron un florecer de las artes, la moda y la música que se centralizaba en Madrid y que no pasó desapercibido al mundo del vino. La recién estrenada libertad que vivía España se condensó especialmente en la capital y supuso un cambio para los vinos españoles.
Un despertar ideológico y una puesta en valor de nuestra cultura gastronómica que, en lo que respecta a los vinos madrileños, comenzó con el reconocimiento en 1984 de la denominación específica Vinos de Madrid, siguió dos años después con la concesión del Ministerio de Agricultura y terminó por establecerse oficialmente con la Denominación de Origen Vinos de Madrid en 1990.
A partir de este momento empieza lo que podríamos catalogar como el "nuevo vino de Madrid" y la recuperación de la capital como gran plaza del vino.
Actualmente, la D.O. cuenta con 8.528 Ha de viñedo repartidos en 12.387 parcelas con 3.038 viticultores que las cultivan, lo que supone poco más de un tercio de la superficie de viñedo que existía en la provincia hace 40 años. Una reducción drástica que tiene que ver con la presión que ejerce el urbanismo de la capital sobre el sector agrario. Poca producción en comparación con otras denominaciones, pero de igual o mayor calidad.
La malvar es madrileña
En Madrid se elaboran vinos blancos, tintos, rosados, espumosos y una categoría muy especial llamada sobremadre. Una de las variedades de uva blancas más cultivadas en la región es la malvar, autóctona de Arganda, Navalcarnero y El Moral, aunque también se elaboran blancos con albillo real, tradicional de San Martín.
En cuanto a tintas, las principales son la tinto fino o tempranillo en Arganda y la garnacha en Navalcarnero, El Molar y San Martín de Valdeiglesias. Aunque hay otras variedades (algunas foráneas) autorizadas por la denominación como la garnacha tintorera o negral, la graciano, la merlot, la cabernet, la torrontés, la macabeo o la sauvignon blanc.
Si existe cierta confusión entre malvar y airén es porque a veces se utiliza el mismo nombre para denominar ambas variedades o porque originalmente estaban mezcladas en plantaciones antiguas, pero se trata de uvas distintas. La malvar produce vinos con un contenido alcohólico medio-bajo y una acidez también media-baja, y es la más usada para elaborar sobremadres.
Sobremadre vs. Orange Wines
La elaboración tradicional madrileña por antonomasia poco tiene que envidiar a los populares Orange Wines. Los sobremadre se llevan realizando en Madrid desde hace siglos, y comparte con los vinos naranjas el valor de una tradición ancestral y la fermentación de la uva contacto con sus pieles ('skin contact').
En la D.O. Madrid, se llama sobremadre a esos vinos blancos y tintos que, una vez finalizada la fermentación, permanecen con sus 'madres' (posos y sedimentos de la uva despalillada y estrujada que se forman al fondo de los toneles) hasta 180 días, sin trasiegos, y que contienen restos de gas carbónico de origen endógeno, como consecuencia de esa fermentación de los mostos con sus lías y hollejos.
Después, se embotellan directamente desde la cuba de fermentación, sin ninguna clarificación ni filtración. Los sobremadre son tan orgánicos y naturales como los Orange, pero con una nomenclatura propia que destaca la singularidad de esta elaboración tradicional madrileña.
10 vinos de Madrid para poner en práctica lo aprendido
1. Las Moradas de San Martín Albillo Real 2017 (albillo real). Bodega Viñedos de San Martín (subzona San Martín de Valdeiglesias). P. V. P.: 11,95€
2. Sacasueños 2019 (malvar y viura). Bodega Viña Bardela (Venturada, subzona El Molar). P. V. P.: 6€
3. Puerta de Alcalá 2019 (rosado de tempranillo y garnacha). Bodega Vinos Jeromín. (Villarejo de Salvanés, subzona Arganda). P. V. P.: 3,85€
4. 30.000 Maravedíes 2017 (garnacha). Bodega Marañones (Pelayos de la Presa, subzona San Martín de Valdeiglesias). P. V. P.: 11,80€
5. Muss 2017 (tempranillo, cabernet sauvignon, syrah y merlot). Bodega Licinia. (Morata de Tajuña, subzona Arganda). P. V. P.: 9,95€
6. Félix Martínez Cepas Viejas 2016 (tempranillo). Bodega Vinos Jeromín (Villarejo de Salvanés, subzona Arganda). P. V. P.: 16,80€
7. Los Peros 2018 (garnacha). Bodega Ca’Di Mat (Pelayos de la Presa, subzona San Martín de Valdeiglesias). P. V. P.: 28,50€
8. La Bruja de Rozas 2018 (garnacha). Bodega Comando G (Rozas de Puerto Real - Sierra de Gredos, subzona San Martín de Valdeiglesias). P. V. P.: 16,90€
9. El Rosado de Jesús Díaz e Hijos 2015 (garnacha). Bodega Hnos. Díaz Ocaña (Colmenar de Oreja, subzona Arganda). P. V. P.: 4,95€
10. V Mirlo Blanco 2015 (albillo real, sauvignon blanc y viognier). Bodega Valquejigoso (Villamanta, subzona Navalcarnero). P. V. P.: 43,50€