Viajar, ya sea de vacaciones veraniegas, o no; o por motivo de trabajo, es siempre una oportunidad de oro para conocer de primera mano vinos, variedades de uva y elaboraciones locales, que es más difícil encontrar en tiendas especializadas y lineales de las ciudades de origen de los viajeros. Con la misma idea que se busca disfrutar de la gastronomía local, no hay que olvidar el vino, que forma parte indispensable de esa gastronomía.
En España no hay una sola provincia donde no se elabore vino. La Coruña era la última que no tenía, hasta que surgió muy cerca de Santiago, Ribera del Ulla, tierra con varias bodegas elaboradoras de la variedad albariño, y que se convirtió hace unos años en una subzona más de la denominación de origen (D.O.) Rías Baixas.
Las tierras gallegas
Galicia es un lujo para el vino, blanco, fundamentalmente. Su batalla, histórica, por sacar tintos va avanzando con la utilización de variedades autóctonas como “brancellao”, “caiño”, “souson”, “espadeiro”, y la mencía berciana; pero muy lentamente. En blancos son una potencia de enorme futuro. Para mí, los mejores blancos de país, con permiso de una serie de firmas de Rueda, Rioja, Navarra, Cataluña y algunas sueltas por ahí. “Godellos” de Valdeorras; mezcla de viñedos autóctonos en Monterrei; el paisaje espectacular de la ribera izquierda del Avia, uno de los más bellos que conozco, donde triunfa sobre todo la variedad “treixadura”, en Ribeiro; el atlantismo y la vista del Atlántico en Rías Baixas.
Y por último la gran recomendación de esta tierra, que es Ribeira Sacra, modelo internacional de “agricultura heroica”, donde los viñedos escalan en terrazas de vértigo y de hasta 800 metros, colgados sobre el río Sil. Terrazas que empezaron construyendo y utilizando ya para hacer vino los romanos de la VII Legión Gemina, cuando custodiaron durante más de 100 años el oro de Ourense. Aquí se elaboran, por cierto, los mejores tintos gallegos.
La Cornisa Cantábrica
Si se viaja por la Cornisa Cantábrica, toca disfrutar también, mayoritariamente, de vinos blancos. El cambio climático, es tan evidente, que no sólo están trasformando los vinos que ya había; sino que están surgiendo nuevos en zonas que hasta hace unos años eran inimaginables. En Asturias, además de los tintos de Cangas de Narcea, están surgiendo blancos ¡en Cangas de Onís! En Cantabria, hay ya una generación de vinos blancos, en torno a Santoña, de llamar la atención. Los chacolís de Vizcaya y de Guetaria, que se escanciaban como una sidra, agraces y con acideces imposibles, que había que beber con un botijo de Almax al lado, ahora son vinazos que yo no pierdo ocasión de probar todos los que puedo, cada vez que voy por aquellas tierras. Estructurados, equilibrados, frescos. Hace algunos años los puristas decían que esto no es chacolí; pero ya están más calladitos, porque claro que son chacolís, sólo que la “ondarribi zuri”, que es la uva base de estos vinos, se ha trasformado mucho y para bien.
En Navarra hacen vinos buenos de cualquier color, pero yo recomiendo, y más en esta época del año, los rosados, que bien fresquitos combinan con todo. En el pre Pirineo oscense está el Somontano, donde también hay de todo y rico; pero quizá sea por el calor, les recomiendo los “chardonnays” que hacen, que junto a los de Navarra, a mí me parecen los mejores.
El Mediterráneo
Si nos movemos por el Mediterráneo, la influencia de este mar se notará todo el tiempo, en bocas con taninos más dulces y domados, generalmente. Esto se ve claro en la D.O. Empordá; y como no, en esa maravilla que son los tintos de Priorat y Montsant, que están juntitos, siendo los segundos más accesibles. Para blancos les recomiendo los vinos de la variedad “xare.lo”, del Penedés y los “garnacha blanca”, de Terra Alta. Espumosos, atacarles sin piedad, buscando las marcas más desconocidas posibles.
Bajando hacia el sur, en Valencia, atentos a los tintos de “bobal”, de la D.O. Utiel Requena. En blancos aconsejo los de una variedad muy autóctona llamada “merseguera”, que se da muy bien en la D.O. Valencia; y en Murcia a por los tintos de Monastrell, fundamentalmente los de Jumilla, unas elaboraciones que se van abriendo paso en España, pero que barren por su calidad y equilibrio en la exportación. En Alicante hay que probar el Fondillón, un vino dulce de largas crianzas que se dice que fue el primero en dar la vuelta al mundo en las naves de Elcano. En Baleares los tintos de “callet” y “mantonegro”, variedades autóctonas bien serias.
El interior
En el interior, empezando por Castilla y León al ataque con las “mencías” del Bierzo, y a descubrir uvas curiosas de vinos más que interesantes como la “prieto picudo” en León; la “juan garcía” en Arribes; o la “rufete” en Salamanca. Luego están las orillas del Duero que desde Soria a Oporto sólo da vinos buenos; y en la parte española reinando la “tempranillo”, y en blancos la “verdejo”. Luego la ribera del Ebro, que además de las “tempranillos” riojanas, se nutre también, de las garnachas navarras y las de Cariñena y del Campo de Borja.
Y hablando de garnachas. Si veranean o visitan Gredos, no pidan otra cosa que las de San Martín de Valdeiglesias, o sus hermanas de Cebreros y de Méntrida. Son algo tan especial y novedoso que les llamará la atención. Curiosidad de batallas burocráticas y comunidades autónomas, porque en Gredos tienen la misma variedad, la “garnacha”, todas en altura, viejísimas, el mismo clima y las mismas características, pero en lugar de hacer una única D.O., han hecho tres: una para Madrid, otra para Castilla y León y otra para Castilla-La Mancha. Por cierto, si viajan por esta última, los vinos de “tempranillo”, “cencibel” la llaman allí, los hay tan solventes, que se preguntarán por qué tiene precios tan asequibles. En Extremadura, en los últimos doce años, ha surgido una generación de vinos nuevos por lo que deberían preguntar.
Andalucía
En Andalucía hay vinos propios en todas partes, desde Jaén hasta Almería, pasando por Granada, que tiene D.O., las Sierras de Sevilla, o los reconocidos vinos de Ronda, o los de Arcos en Cádiz donde reivindican la variedad “tintilla de Rota”. Si están en Málaga no duden en subir a la Axarquía, también de agricultura heroica, en busca de dulces de “moscatel”; y naturalmente en Córdoba a por los generosos de Montilla-Moriles. También los hay blancos secos. Aquí utilizan la variedad ”Pedro Ximénez”, la misma que en el Marco de Jerez usan para hacer dulces. En estas tierras gaditanas, para sus vinos secos generosos usan la “palomino”. Tierra de finos y manzanillas no se las pierdan, y no se líen. No pidan una manzanilla en Jerez o en El Puerto de Santa María porque les pondrán una infusión. En estas dos ciudades hay que pedir un fino, y en Sanlúcar de Barrameda la manzanilla.
Islas Canarias
Por último, Canarias. Está llena de denominaciones de origen y tienen vinos de mucha personalidad con sus variedades “listán negro”, “negramoll”, en tintas y las “listán blanco” y “malvasía” en blancos. Y lo que les recomiendo en firme es que si están o pasan por Lanzarote no dejen de visitar La Gueria, es el paisaje vinícola más sorprendente y bello del mundo. Extensión donde aparecen las cepas semienterradas para protegerlas del viento, en los restos volcánicos o lapilli negro, que retienen el agua del rocío para alimentarlas.
Y si tienen tiempo, ya puestos, visiten alguna bodega; porque el enoturismo está muy avanzado en todas partes del país y merece la pena.