La denominación de origen Ribera de Duero nace en la provincia de Soria, cerca de San Esteban de Gormaz, donde, lógicamente, los viñedos están a mayor altitud, porque el río va bajando hasta tocar el mar en Oporto. Esta altura, junto con un clima más frío, da a los vinos de esta zona unas características diferentes y muy buenas, a mi juicio.
Atravesando la provincia de Burgos y un poco la de Segovia, que también toca, la altitud baja en zonas más llanas; pero al llegar a la de Valladolid, el río de alguna manera se encajona entre montes a ambos lados. Las zonas altas de esos montes se conocen como «el páramo», donde la altitud sube hasta los 900 metros, aproximadamente. Históricamente en esas zonas no se cultivaban viñedos, pero luego se descubrieron las ventajas de esas alturas, y vinos como los de Tinto Pesquera, o los especiales de Emilio Moro, por nombrar algunos de los más famosos, se elaboran en el páramo de la ribera derecha; mientras que Veganzones, Briego, o Torres, proceden del páramo de la ribera izquierda.
En 1982, justo el año en que se funda la denominación de origen Ribera de Duero, un activo industrial vallisoletano, Manuel Esteban, compra la finca Montealto de 44 hectáreas, al otro lado del páramo, pero no para elaborar vino, sino para poner en marcha una explotación ganadera. Grandes establos para vacas, depósitos de piensos, siguen todavía, ya vacíos, en medio de los actuales viñedos.
El origen de Montebaco
Y es que la familia, con los dos hijos de Esteban a la cabeza, Manuel y Susana, decidieron cambiar la explotación ganadera por una vinícola. Es verdad que en esa zona no había habido nunca viñedos, pero estaba dentro de los límites de la D.O., que por cierto iba como un tiro. Los dos hermanos, además, son ingenieros agrónomos.
En 1993 ponen en marcha la nueva bodega, y como nombre comercial deciden Montebaco, en honor del dios romano del vino, mientras mantienen Monte Alto como el nombre de la finca inicial. Su añada fundacional es en 1994. Plantan tempranillo, como es lógico, pero también Malbec, algo de garnacha, merlot…
En el 97 tienen una incorporación fundamental. César Muñoz, enólogo ya famoso, elaborador de grandes vinos en la zona como Magallanes, inventor del Leda Viñas Viejas…, entra en la bodega y en la familia de la mano de Susana, dando un impulso relevante a la calidad de los vinos.
En la actualidad producen 250.000 botellas al año en donde incluyen un blanco de Rueda y un rosado de merlot y tempranillo. De esa producción, 180.000 botellas son para su vino de entrada de gama de marca Semele, que es un crianza con 12 meses en barrica más que razonable, fresco, directo y que tiene un precio de venta al público de sólo 10 euros.
Luego la gama se desarrolla con un excelente Montebaco Cara Norte, en el mercado la añada 2019. Es un vino de parcela, tan sólo 7 hectáreas perteneciente a la finca del mismo nombre que está orientada precisamente al norte subiendo hacia el páramo.
Elaborado cien por cien con tempranillo y con 14 meses de crianza en barrica, presenta una nariz intensa, compleja, muy frutal, y muy directa. Aparecen también tonos florales y notas balsámicas como de menta o eucalipto. La boca fresca gracias a una buena acidez, sedosa, de buen paso. (P. V. P. 16 euros)
El alta gama, donde César Muñoz se luce aún más, es el Montebaco Selección Especial. Se cata el 2016, y para elaborarlo se utilizan las viñas más viejas y luego, entre grandes tinos de madera y barricas reciben unos 15 meses de crianza, aunque el enólogo en otros años da hasta 18 meses. Es un vino serio con una nariz donde destaca la fruta negra muy madura, casi confitada, pimienta, canela, jara; y una boca potente, con mucho cuerpo, sabrosa y equilibrada. Muy rica (P. V. P. 26 euros).
Montebaco ha demostrado qué, por lo visto sí, había vida vinícola, y bastante buena, al otro lado del páramo.