Es el pueblo más al sur de toda Ribera de Duero y eso que está tan sólo a 8 kilómetros de Peñafiel, el corazón de la parte vallisoletana de esta denominación. Pero Fompedraza, que es como se llama el pueblo, tiene una virtud, motivo por el cual, a pesar de ser una localidad muy pequeña, alberga cuatro bodegas, una de ellas la de la poderosa firma catalana Torres, que tiene aquí su base en Ribera; y otra, a la que nos referimos en esta recomendación, que es Veganzones. Y esa virtud es la altura, más de 900 metros, que permite una mayor diferencia térmica entre la noche y el día, buena para la calidad de la uva; y uno suelos con pH más bajo que darán mayor acidez al vino, y por tanto, más equilibrio y longevidad.
A Fompedraza se llega por la carretera que va de Cuellar a Peñafiel y es justo donde empieza la denominación de origen por esa zona. Una vez superado el pueblo la carretera se lanza hacia abajo unos 150 metros de bajada para llegar al río Duratón, que cruza Peñafiel antes de desembocar en el Duero. Sus viñedos están en lo que se llama el páramo sur; y es que en este tramo el río baja encajonado entre dos alturas que constituyen los páramos, y en donde se encuentran algunos de los mejores viñedos vallisoletanos.
Heraclio Veganzones, al que todo el mundo llama “Clete”, y que fundó la bodega en 2005, quiere mostrar sus vinos y ha elegido para la cata un lugar muy especial, concretamente un pequeño merendero ubicado encima de una antigua bodega subterránea, que era de su abuelo. Junto a ella hay una veintena más que miran todas a la bajada de la montaña.
Comenta que antiguamente había en el pueblo 65 de estas bodeguitas donde los vecinos guardaban el vino para su consumo; y sobre todo, para vender a arrieros o a gentes de Segovia que venían a comprarlo. Para su elaboración existían en el pueblo un par de lagares comunales, y los vecinos se turnaban para hacer su vino allí, y luego ya lo guardaban en su bodega particular.
Veganzones, que es ingeniero agrónomo y enólogo, vio las posibilidades de la zona y a finales de los noventa empezó a plantar viñedo de tempranillo en su páramo sur. Ahora, en números redondos controla unas 100 hectáreas, 60 de su propiedad y unas 40 más que, precavido, están repartidas por otras zonas de Ribera porque piensa, con razón, que la climatología de la denominación de origen es muy compleja, las heladas son frecuentes y si sufre alguna de ellas en alguna zona en las otras puede vendimiar y vender.
Produce en total, entre unos y otros, unas 600.000 botellas, y cuenta, también en números redondos, con unas 1000 barricas de roble americano y francés con las que hace sus elaboraciones.
Tiene varias líneas de vinos, pero la más importante es la que se llama 912 de Altitud, en referencia, lógicamente a la ubicación de sus viñedos. Se cataron tres, el primero el 912 de Altitud con 9 meses de crianza en barrica, de la añada 2021. Al servirlo en la copa aparece ese bonito color violáceo que indica su juventud, una juventud con enjundia que se nota al llevarlo a nariz con mucha fruta fresca, roja y negra, tonos florales y unos ligeros tonos especiados de pimienta negra. En la boca tiene equilibrio, buena acidez y destaca por su frescura. Su precio está en 9´50 euros la botella y es la punta de lanza de la casa, porque elaboran 230.000 botellas.
El siguiente vino es el 912 de Altitud Crianza del 2020, con 12 meses en barrica, un Ribera clásico con potencia y casta. También dominan las frutas negras y rojas en nariz junto a flores azules como violeta, recuerdos minerales. La boca potente y sabrosa, buen equilibrio con la acidez y muy buen paso. Su precio es de 14´50 euros y elaboran unas 60.000 botellas.
Cierra la cata desde el merendero con vistas el vino más potente de la casa, el 912 de Altitud al Cuadrado del 2020. Está muy bueno porque presenta una nariz elegante, expresiva, con muchos matices olfativos que lo hacen complejo, y donde domina la fruta madura. En boca igualmente muy elegante, con tanino maduro domado, paso sedoso, larga y fresca. Su precio es de 42 euros.
Se dice que Fompedraza es el pueblo más alto de la provincia de Valladolid, y eso se nota en los vinos. Clete Veganzones sacó su primera elaboración en 2007, justo antes de la crisis y logró capearla razonablemente. Ahora está más tranquilo sabiendo que sus vinos se abren paso con soltura en el mercado.