Se dice que fue uno de los Rothschild, propietarios de Château Mouton y Château Lafite en Burdeos, el que hizo el famoso comentario, de que tener una bodega con una marca con prestigio mundial era muy fácil; pero que lo difícil era aguantar los 100 primeros años. Y es que una de las máximas del negocio del vino es que los resultados económicos positivos no se ven en el corto ni siquiera en el medio plazo; sino que hay que esperar mucho tiempo para que se afiance la marca, la distribución y la rotación.
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Sin embargo, hay excepciones que confirman la regla. Y ese es el caso de la firma O Luar do Sil. Hace 10 cortos años que se fundó y está en la cresta de la ola; y además desde hace bastante tiempo. Uno de los motivos puede ser que procede de una casa madre muy reconocida, que es la bodega Pago de los Capellanes, situada en plena Ribera del Duero burgalesa, concretamente en Pedrosa de Duero.
Los propietarios de esta firma, el matrimonio formado por Paco Rodero y Conchita Villa, valoraron, con buen criterio, que el consumo de vino blanco estaba avanzando a toda velocidad, una apreciación que ya todo el mundo conoce; y que, aunque ellos hacen unos tintos muy valorados, no debían dejar pasar el tren de los blancos.
Pero actuaron de una manera diferente a muchos de sus vecinos de Ribera. En lugar de plantar y trabajar con la blanca variedad albillo en su denominación, o irse a la cercana Rueda a elaborar y comercializar blancos, pusieron sus ojos en los vinos atlánticos gallegos. Se plantaron en la Denominación de Origen Valdeorras a trabajar con la variedad godello y allí fundaron la bodega O Luar do Sil.
Será que en estos diez años ha coincidido la fama creciente de esta variedad con el crecimiento de la bodega de Capellanes. Será que al frente de la elaboración del vino está José Hidalgo, que también ejerce en Ribera, y que de godello sabe un rato, ya que desde hace muchos años es el elaborador de Guitián, otra de las firmas más poderosas de Valdeorras. Será, lógicamente, que los vinos salen muy ricos y que cuentan con el apoyo en distribución de la casa madre. Pero el caso es que la firma va como un cohete.
Elaboran casi 200.000 botellas del vino joven O Luar do Sil, ahora de la añada del 2022, que sale por unos 12 euros en tienda, y que es fino, elegante, muy expresivo, muy sabroso, muy fresco, uno de los mejores godellos que se hacen. Y luego tienen producciones más exclusivas de O Luar do Sil Sobre Lías, y uno de finca llamado Vides de Corcomo. Incluso se han permitido el lujo de hacer unas botellitas de un “tostado”, un vino dulce tradicional que procede de racimos pasificados.
Un triunfo merecido para esta pareja con una historia curiosa. Paco Rodero nació en el pueblo de Pedrosa de Duero. Su padre, Doroteo Rodero, era un modesto viticultor que también ejercía de practicante. En su infancia Paco colaboró con su padre en el viñedo que disponían en una finca que antiguamente pertenecía a los capellanes de la zona.
Los años setenta no eran buenos para el mundo rural del vino y Rodero se vio obligado a emigrar a Barcelona. Allí trabajó en varios negocios, se casó con Conchita Villa y ambos acariciaron el sueño del volver un día a Pedrosa y elaborar su propio vino de las excelentes uvas que entonces vendían a terceros. El sueño se hizo realidad en 1996 en que fundaron Pago de los Capellanes, que enseguida se convirtió en uno de los vinos de más prestigio de toda Ribera del Duero.
Paco Rodero falleció el año pasado para desolación de su familia y la de sus amigos que le apreciábamos como persona y como bodeguero. Su hija Estefanía, la nueva generación, llevaba ya unos años trabajando con sus padres; y él, pudo disfrutar de ver el triunfo de las dos bodegas que había creado.
En Pago de los Capellanes se elaboran vinos míticos como Parcela El Nogal, El Picón, Doroteo; aparte del Pago de los Capellanes Reserva y Crianza, este último la punta de lanza de la casa de la que sacan unas 450.000 botellas, que les quitan de las manos.
Hace una semana presentaron su nuevo proyecto. Un vino que se llama Un Sueño en las Alturas, de la añada 2020. Previsores de cara al cambio climático, se hicieron con unas parcelas, tres hectáreas y media en total, en el extremo sur de Ribera de Duero, en los pueblos de Fuentenebro, Pardilla y Honrubia, que están sobre 1.000 metros de altura.
El vino totalmente de tempranillo, se ha criado durante un año en fudre -toneles con capacidad que va entre los 10 hl y 200 - 300 hl- y luego ha reposado en botella otros dos años más. Llama la atención en nariz la potente intensidad aromática. Muy fino y directo, presenta aromas de fruta negra madura, moras fundamentalmente, así como tonos minerales. En boca es muy potente, carnoso, con tanino aun guerrero que anuncia que es un vino de guarda que evolucionará muy bien con los años. P.V.P. 50 euros.
La Familia Rodero Villa, que es como se llama la firma que agrupa a las dos bodegas, tiene vinos de alto nivel en dos denominaciones de origen pujantes. No se puede pedir más. Capellanes lleva en el mercado 28 años, bastantes menos de los que decía Rothschild que eran necesarios para poder estar tranquilos; pero de momento llevan muy buen camino.