Hambre emocional: estos pequeños trucos psicológicos te ayudarán a saciarte
Hay personas que comen sin siquiera tener sensación de hambre debido a ciertas emociones desagradables como son: ansiedad, tristeza, aburrimiento... Estos son varios trucos que puedes seguir para frenar esa hambre emocional.
28 septiembre, 2022 12:16Después de un mal día en el trabajo o tras sufrir un problema personal tendemos a refugiarnos en la comida. Es abrir el frigorífico y arrasar con todo lo que tenemos delante. De alguna manera tratamos de calmar nuestras emociones a través de la alimentación.
Es posible que en más de una película hayas comprobado como uno de los personajes, tras recibir una mala noticia, decide ahogar sus penas con una tarrina de helado. Y cuanto más grande, mejor. Se puede decir que esto es un claro ejemplo de lo que es el hambre emocional.
En qué consiste el hambre emocional
El hambre emocional es un estado que experimentamos cuando nos surge una necesidad incontrolable de comer y que en cierta medida debemos de satisfacer de forma inmediata, incluso después de acabar de acabar la comida.
De esta manera, procuramos enmascarar aquellas emociones que nos provocan daño o malestar. Este comportamiento resulta de lo más común cuando tratamos de reprimir y ocultar los sentimientos. En cierta medida nos permite regular nuestras emociones con el objetivo de conseguir el consuelo que tanto necesitamos ante un momento de frustración o tensión.
Al centrarnos en la comida para no atender a las emociones que tanto daño nos está causando, no estamos consiguiendo demasiados avances. Es posible que nos sintamos un poco más a gusto al comienzo, pero el atracón de alimentos no conseguirá acabar con esas malas sensaciones que nos persiguen y que se mantendrán en el cuerpo.
Ten en cuenta que si no le prestamos la debida atención a las emociones corremos el riesgo de que la próxima vez vuelvan a jugarnos una mala pasada y el vacío emocional sea mucho mayor. Por lo tanto, las ganas de comer serán mayores, con todo lo que esto supone tanto para nuestro cuerpo como para la mente.
Diferenciar el hambre fisiológica del hambre emocional
Si tienes dudas sobre cómo tratar el hambre emocional, en primer lugar, sería interesante poder diferenciarlo del hambre fisiológica. Este último aparece de forma gradual, surgiendo poco a poco desde la última vez que hemos comido.
No nos provoca ansiedad y recibimos la advertencia del organismo sobre la necesidad de ingerir alimentos. Además, se satisface con cualquier tipo de comida, sin necesidad de que sean dulces o productos ricos en grasa. Piensa que cuando llegas a casa a la hora de comer ingerirás el menú que tenías preparado previamente. Por último, nos sentiremos saciados y hasta dentro de unas horas no volverá a surgir el hambre.
Por su parte, el hambre emocional se presenta de forma repentina, al margen de cuándo haya sido la última vez que se haya ingerido algo. Hay una sensación de urgencia por llevarse algo a la boca. Es habitual que esto suceda cuando nos sentimos tristes, estresados, con miedo o aburridos. Recurrimos a los alimentos para calmar de alguna manera esas emociones que llevamos dentro.
Por lo general, no nos conformamos con cualquier comida, ya que la tendencia es a escoger productos ricos en azúcar y grasa, llevándonos a ingerirlos con cierta impulsividad. Los alimentos se utilizan como calmante ante estas situaciones de tensión, consiguiendo en muy poco tiempo un placer reconfortante.
Cómo gestionar el hambre emocional
Antes de abrir la despensa de casa y atiborrarte a dulces, por ejemplo, lo mejor es que te detengas unos segundos y pienses. Ante ese impulso irrefrenable de comer debes tratar de calmarte en primer lugar. Piensa que esa hambre no es real y que en todo este proceso es preferible priorizar nuestro estado a la alimentación.
Para solventar con éxito ese instante de ansiedad optaremos por realizar una respiración consciente. Nos sentaremos en un lugar cómodo, relajando los hombros y dejándolos caer. Pondremos una mano sobre el estómago y la otra sobre el pecho, procurando concentrarnos en la respiración.
Hay que realizar una respiración abdominal, en donde al respirar se contraiga el diafragma. Lo sabrás fácilmente, ya que el que sube y baja debe ser el estómago y no el pecho. El proceso será el siguiente:
- Inhalar por la nariz con cierta relajación, notando que el aire se traslada hacia el abdomen que debe llenarse de aire.
- Se expulsa el aire por la boca, tratando de hacerlo de forma prolongada y lenta.
- En nuestro intento por calmarnos podemos repetir estos pasos durante 5 o 10 minutos.
Identificar las emociones
Para poder superar ese momento de ansiedad que nos lleva a arrasar con los alimentos de la nevera es preciso conocer qué estamos sintiendo en ese instante y cuáles son las necesidades. Esas emociones deben ser escuchadas y exteriorizadas.
Es importante que hagamos un esfuerzo por conocernos a nosotros mismos lo mejor posible, ya que de esta manera resultará más sencillo gestionar esos sentimientos y calmar ese estado que tanto nos preocupa.
Los expertos proponen que todo eso que se nos pasa por la cabeza lo anotemos en un cuaderno. También debe analizarse en qué momentos se producen esos impulsos por la comida. Puede ser cuando mantengo una discusión con un familiar, cuando el trabajo me agobia o cuando recibo una noticia sorprendente con la que no contaba.
La comida se presenta como la solución a muy corto plazo. Es un falso bienestar que no nos lleva a ningún sitio. Una vez consumidos los alimentos notaremos un sentimiento de culpabilidad y físicamente estaremos más pesados y desganados.
Aprender a gestionar las emociones y a tener una relación adecuada con la comida es un proceso que exige de mucha paciencia.