Los muebles de metal deben repararse periódicamente, especialmente si están ubicados en un jardín o en una terraza exterior debido a la exposición a los elementos. El sol, los cambios bruscos de temperatura y la lluvia acaban por dañar el tratamiento químico que haya recibido el metal y entonces aparece el temido óxido, además de otros daños como grietas.

En todas las casas hay una mesa, unas sillas o una estantería que necesita recuperar el esplendor de antaño. Darles una nueva vida a estos muebles no sólo nos puede ahorrar un dinero, sino que también es una actividad divertida y mucho más fácil de lo que podríamos imaginar, que precisa un mínimo de herramientas y está al alcance de todos. Desde aquí, os animamos a intentarlo.

Material y precauciones necesarias al restaurar muebles de metal

El instrumental que vamos a utilizar es sumamente básico: un cepillo de púas de metal, una lijadora orbital con discos abrasivos de distinto calibre, un cubo, agua y esponja. Además, necesitaremos pintura y otros productos químicos para eliminar el óxido, por lo que precisaremos también de una mascarilla, guantes y protección visual para protegernos de las pequeñas esquirlas de metal que van a saltar al lijar. Esta es una actividad que debemos hacer en un espacio bien ventilado, preferentemente al aire libre, ya que algunos de los agentes químicos que emplearemos son muy volátiles.

Preparación del mueble

Antes de abordar la restauración del mueble, es necesario desmontar todos los elementos que formen parte del armazón de metal, como cojines, tornillos, tablas, etc. Con agua y detergente limpiaremos cuidadosamente todo el metal, procurando arrancar la mayor parte posible de óxido con un cepillo de cerdas metálicas. Aunque no es posible reparar daños que exijan soldadura, si podemos tapar agujeros con un relleno de metal líquido que se puede encontrar en comercios especializados. Cuando éste se haya secado, lijaremos las asperezas hasta dejar una superficie uniforme. La lijadora orbital nos ahorrará tiempo y esfuerzo y nos permitirá tanto eliminar el óxido cómo igualar la superficie, aunque los rincones habrán de trabajarse manualmente.

Tratamiento del óxido

Por acción de los agentes externos como la humedad, con el tiempo el hierro comienza a convertirse en óxido de hierro y pierde su resistencia. Aparece como grandes copos de olor a ocre que se desprenden del metal y van dejando un reguero.

Si la oxidación está muy extendida, será necesario hacer un tratamiento específico ya que, si dejamos debajo de la pintura un poco de óxido, tarde o temprano el proceso químico volverá a iniciarse. Lo más habitual es aplicar una imprimación anti-óxido sobre la cual pintaremos, pero en el caso que apuntamos esto podría no ser suficiente y actualmente se encuentran en el mercado convertidores de oxido. Se trata de un producto que produce una reacción química que convierte el óxido en una sustancia inerte y asimismo inhibe la oxidación del metal. Es conveniente aplicar un mínimo de dos capas.

Pintura

Una vez la imprimación está seca sólo nos queda escoger el color. El esmalte ha de ser específico para la imprimación empleada. Si utilizamos una imprimación al agua, el esmalte también ha de serlo. Lo mismo, si es al aceite. En cualquier caso, tenemos la posibilidad de hacerlo tanto a mano con la brocha cómo utilizar un aerosol. La brocha o el rodillo son mejores si la superficie es irregular por lo que es más fácil acceder a los rincones, mientras que el spray asegura una mayor uniformidad y requiere menor esfuerzo. Para el secado y la distancia de aplicación hay que seguir las instrucciones del fabricante.

Una última etapa que muchos suelen omitir es aplicar cuando la pintura está seca una capa de sellante a base de uretano. Se trata de una sustancia especialmente formulada para exteriores que es especialmente resistente a la abrasión (y hay que recordar que las raspaduras que dejan el metal al descubierto son lo que provoca la aparición del óxido) y, en algunos casos, también a los rayos ultravioleta, con lo que el color permanecerá inalterado durante muchos años.

Muebles de aluminio

El aluminio es una tendencia en el mobiliario de jardín de reciente aparición pero que va ganándole terreno a los metales ferrosos, al ser muy ligero y no oxidarse. Sin embargo, el aluminio es muy propenso a la corrosión, aunque el óxido de aluminio no debilita el metal ni se desprende del mismo; sencillamente, lo afea. La oxidación puede entenderse como una corrosión lenta que se alimenta del brillante acabado que tenía el mueble originalmente.

Los pasos a seguir son parecidos a los del hierro y al acero pero los productos a utilizar son distintos:

  • Lavar la superficie del mueble con una solución de detergente para platos y agua.
  • Empapar un paño en vinagre y pasarlo por encima de la oxidación. Frotar con un cepillo de cerdas suaves, luego limpiar el vinagre y levantar la oxidación con un paño húmedo. No emplear materiales abrasivos como lana de acero o papel de lija para restregar la superficie del aluminio ya que lo rayaríamos.
  • Limpiar la superficie lijada de los muebles con alcohol mineral (white spirit) y un paño limpio y trasladar el mueble a un área bien ventilada fuera del alcance de la luz solar directa.
  • Aplicaremos una imprimación epoxídica con spray a toda la superficie del mueble y dejaremos secar según instrucciones del fabricante.
  • Aplicar una capa de pintura de poliuretano para exteriores, preferentemente con un aerosol. Siempre hay que tener en cuenta que tanto la pintura epoxídica como el poliuretano son altamente volátiles y que sus emanaciones son tóxicas, por lo que deberemos tomar las precauciones antes mencionadas.
  • Una alternativa a la pintura, especialmente indicada si el material no está en muy mal estado, es el encerado. Basta con aplicar cera para coches para que el mueble recupere el brillo que tenía cuando era nuevo.

Con estos sencillos consejos sólo tienes que ponerte manos a la obra y podrás disfrutar de un mueble con una apariencia impecable y perfectamente protegido para la intemperie.