Robocop
Este domingo salí por su puerta no sin fundirme antes en un abrazo de esos que alivia y busca acercar a dos personas que parecen conectadas, pero aún no lo están. No se sí volveré a casa de Robocop (así es como he apodado al último hombre que he conocido porque es una persona muy sensible pero a la vez incapaz de decirte lo que realmente siente). Hemos pasado las últimas 21 horas juntos.
Ayer le mandé un whatsapp y quedamos para ir a comer paella de forma improvisada. Se ha convertido en un ritual en nuestras citas. Hemos quedado cinco veces en el último mes y tres de ellas hemos comido arroz y el resto hamburguesas. Me encanta esta dieta. Aún no tenemos canción pero sí película, Interestellar, es la primera que hemos visto juntos. Nunca había compartido butaca con alguien que no para de mover la pierna porque sufre con las escenas y por saber quién sobrevive al final.Es tan tierno, viniendo de una persona que salva vidas y parece tan seguro como si no tuviera miedo de nada.
Ambos somos dos apasionados de nuestras profesiones y eso creo que hace que nos entendamos mejor. Pobre, cada vez que quedo con él, alguien del curro me llama y nunca pone una mala cara. También yo he asimilado que lo de salvar vidas es mucha responsabilidad porque como cometas un fallo… Os podéis imaginar… Ahora ya no me molesta saber que no viene a tomar un café conmigo o una cerveza alguno de los días que yo querría porque tiene que estar concentrado.
No os he contado que conocí a Robocop una noche en un cumpleaños. Es el primer hombre,en 39 años, que me arranca un beso furtivo en un bar sin conocerme de nada. Pero lo más emocionante es que a los diez minutos de esa escena más propia de adolescentes, estábamos montados en un taxi camino de su casa. No diré que iba borracha, que lo estaba, pero consciente. De las dos veces que nos entregamos, la segunda fue mágica. Tanto que dio paso a mi peor semana, esa que pasas cuando conoces a alguien que te gusta pero no sabes qué hacer. No sabes si llamarle, enviarle un mensaje, si es pronto, si es tarde o ni siquiera si le vas o volver a ver… Y más aún cuando él no da señales de vida.
Esa post semana debería desaparecer de las relaciones, sin embargo, la segunda cita debería santificarse. Qué bien me lo pasé aquella tarde cuando yo acostada en una camilla mientras un oriental me daba un masaje le vi llegar. Era una sorpresa y él me había preguntado por el dresscode de la cita. Qué pena que el antifaz no me dejara ver su cara pero mi risa y la suya se hablaron. Ese es otro de sus fuertes, su sentido del humor. Me encanta reírme con él. O llorar porque con lo sentimental que soy yo, ya lo he hecho alguna vez delante de él.
Una noche nos quedamos hablando en el coche varias horas y recuerdo tres preguntas que él me hizo. ¿Qué quieres un novio o un amante? ¿Qué pasará si me voy dos fines de semana a mi ciudad? ¿Si no me conoces ni te conozco de nada?… A la primera evidentemente podía haber contestado al momento; no pongo etiquetas a las relaciones y tu amante puede ser tu novio y tu novio debería ser tu amante, si no la cosa no funcionará. A la segunda me contesto él mismo.
Ese fin de semana se fue y aunque no se lo he dicho, le sentí más cerca porque bajó la guardia y se me mostró tal cual es. Ese sábado le llamé por primera vez y fue una sensación extraña pero emocionante. Su risa y su voz en la distancia suenan diferentes. Por la noche estuvimos tres horas intercambiando whatsapps. Él había bebido un poco así que de forma inconsciente fue retransmitiéndome su velada y la verdad fue súper. Canciones, memes, e incluso se atrevió a decirme que porque decía que pienso que él no cree en el amor. Un mensaje con música pero sin voz se quedó en mi buzón. Buen intento. Puedes irte las veces que quieras, porque si en algún momento de tu ausencia te manifiestas de forma virtual, es como si estuvieras.
Y lo de que no nos conocemos, es obvio. Pero a mí me gusta conocer a la gente en todas sus facetas de la vida. Comer o cenar y luego acostarse, eso puede ser súper para cualquiera. Para mí conocerse es saber si como nos pasa cuando te despiertas con alguien lo haces con una sonrisa o un beso. Sí te gusta desayunar conmigo, escucharte y escucharme, conocer tus pasiones, saber de tus preocupaciones, cocinar, leer o poner música juntos. Eso de momento se nos da genial, o al menos eso pienso yo.
O que me sorprendas con una escena tan romántica como la que protagonizamos hace unas semanas. Tú y yo con la moto de madrugada por la arteria de la capital. Sabes cuándo flotas como los astronautas de nuestra película. Hacía tiempo que el viento no me hacía sentir tan libre. Y qué me dices de nuestra escena en el banco de madera frente a un puticlub abarrotado de clientes mientras devorábamos una hamburguesa al final de nuestra segunda fiesta. No se cómo hay gente que se empeña en creer que la escena más romántica es la más cara y organizada. Qué ilusos. No es cómo, sino con quién. Cuando encontréis a esa persona lo notaréis.
Al igual que cuando una mañana desayunéis con él o ella en la terraza sentiréis que por muy complicada que sea la vida y por mucho que el bullicio de la gran ciudad nos vuelva fríos e independientes, aún hay muros que merece la pena derrumbar. Hoy no hemos salido a la terraza. ¡Qué pena¡ Acaso tenemos miedo a caer en el precipicio que conlleva empezar a querer a alguien. Yo también siento vértigo. Anoche pensé varias veces en lo que lleva semanas diciéndome mi coach, protégete, no vais por el mismo carril ni lleváis puesta la misma marcha.
Lo que pasó esta mañana ha sido revelador cuando apenas nos hemos mirado y tampoco rozado, cuando te he preguntado si te gusta vivir solo y me has dicho que sí, que te encanta. O cuando anoche hablamos de que has perdido la cuenta de las chicas con las que has estado en los últimos años. Las de tipo A y tipo B. No voy a desarrollar las categorías porque es de una frialdad máxima y más aún que sea una mujer la que haya inventado esta clasificación. Esa gente que se contiene y se abrocha un corsé cuando de emociones se trata nunca experimentará el amor verdadero. La gente adicta a la belleza o al qué dirán y pendientes de las apariencias, terminan solas, mal casadas y con un cúmulo de fracasos a sus espaldas.
No hay que mirar atrás sino disfrutar el presente. Hay que conocer gustos y manías para poder sobrevivir pero eso sólo se alcanza con la comunicación. Sin ella no hay nada. Hay maneras y maneras de expresar lo que uno siente. Que alguien a quien no le guste abrazar y besar, lo haga, es un gran paso pero no suficiente.
Te he dicho que te admiro, que tu perfume me pone los pelos de punta, que no me importa que tu café no tenga leche, que me encanta que me acaricies, que estoy muy orgullosa de ti cuando me das clases de lo tuyo, que cuando me despierto y me acuesto y no estás, me gustaría darte un beso.
El problema es que no sé lo que sientes tú. No sé muy bien a qué me ha sabido el abrazo de esta mañana. ¿Ha sido el final o el principio?… No ha sido casualidad que nuestras alarmas de móvil hayan sonado esta mañana a la vez, sin que lo hubiéramos acordado. O acaso la humanidad no se salva gracias al reloj con el que padre e hija se comunican en nuestra primera película.
Dímelo tú. Ojalá dejes la armadura en tu vestidor y cojas la moto algún día y vengas a buscarme. Tómate el tiempo que necesites, pero si no me lo pides, no volveré y si no vienes también lo entenderé. ¿Hay hueco para una tipo C?