Henrique Capriles comenzó su andadura enfundado en traje oscuro: el 'uniforme' oficial lo llevaba sin complicaciones y como segunda piel habituado a trabajar en Nevett & Mezquita, Hoet, Peláez y Castillo & Duque -los despachos de abogados más prestigiosos de Venezuela-. Acudía ataviado con el clásico dos piezas acicalado con camisa de cuadros verdes y corbata de rayas diagonales. Las citas siempre las mismas: mítines en las ciudades más pobladas de Venezuela como Maracaibo o Valencia y para algún acto oficial.
Licenciado en la Universidad Católica Andres Bello especializado en derecho económico y tributario, cursó su postgrado entre Amsterdam y la Universidad de Columbia de Nueva York. El cachorro de los Capriles siempre ha infundido un allure propio de las familias viajadas de América Latina. No duda en aportar toques a su vestuario de yuppie de la city con cuidada barba mientras luce orgulloso su inseparable pin.
El candidato no se conformaba y quería llegar a cada uno de los 31 millones de su país. Mientras alcanzaba los lugares más recónditos de Venezuela el traje no le dejaba respirar ni acercarse al pueblo. Entretanto arribaba a los zonas más inaccesibles decidió cambiar de estrategia y acercarse él mismo en su propia moto. Se quitaba la chaqueta y jugaba partidillos de basket (en el que se exhibe con maestría) con los lugareños que se lo propusieran.
Por aquel entonces el chándal estaba reservado a los líderes más controvertidos. Simplemente olía a militancia, naftalina, totalitarismo... Y comunismo. El candidato a la presidencia de Venezuela se manifiesta como de centro izquierda y se negaba a aceptar que Maduro adoptara los colores de su país. En un giro a la izquierda y como carambola de imagen perfecta consiguió hacer suyo la denostada pieza deportiva con el amarillo, el azul y el rojo como omnipresentes.
Ávido twittero no se separa de su complemento más preciado. La Blackberry que teclea sin parangón para dar a conocer que seguirá luchando siempre por "la economía, la justicia y lo social".
Nuestro protagonista da la vuelta a símbolos incautados a Maduro en su pretendida revolución bolivariana. Como buen populista Chávez abusaba de los gestos cariñosos (mano en el corazón) e incluso el propio Maduro participó con manos entrelazadas en forma de corazón. No calcularon que la historia les pondría en su sitio y los gestos amorosos fueron compartidos como la victoria de su rival. Capriles hizo que todos sus seguidores le copiaran. Índices al aire, puños arriba: los gestos (otra vez) de la victoria ya eran suyos y el pueblo atestiguaba.
Las camisas militares pensadas con grandes bolsillos para guardar las balas en la lucha han formado parte de sus últimos outfits. Los colores estridentes desde el verde pistacho al azul celeste han sido lucidos por Capriles. Puede que el color sea demasiado llamativo pero, todos hacen referencia al azul cielo y el verde esperanza para dejar claro que en su discurso "la justicia es la enemiga de la revancha".
Su inseparable gorra con la bandera de Venezuela como alegoría a la Carta de Derechos Humanos y con la que se guarecía (a él y a todo el pueblo) de las altas temperaturas en las que se divisa la falta de derechos (en realidad la temperatura media del país suele rondar los 28 grados). Por apenas 19,90 euros se puede hacer con ella en Amazon.
Su familia posee intereses empresariales en medios de comunicación y poseen una famosa cadena de cines con presencia en toda Venezuela. Además, cuentan con distintos intereses en industria, servicios y bienes inmobiliarios.
Es Hijo de Henrique Capriles García, judío descendiente de sefardíes holandeses, y de Mónica Cristina Radonski Bochenek, nacida en el seno de una familia judía ruso-polaca, que se radicó en Venezuela escapando de la persecución nazi. Su mezcla de rasgos hace que las jovencitas (y no tanto) de Venezuela, y ahora de medio mundo, suspiren por él.
Hubo rumores de una posible relación con una guapa profesora de la Universidad de Carabobo (una de las más prestigiosas). Actualmente el presidenciable está ocupado en su lucha por los intereses de Venezuela mientras piensa en la inseguridad ciudadana, las posibles reacciones de Maduro y la economía maltrecha del Estado.
Lo cierto es que tal y como aplicó en su discurso de investidura como presidente de su partido: "en mi gobierno nunca más tendrás que ponerte la franela de un color". Después de gritar "arriba Venezuela" con la mano en el corazón... Y en chándal.