El hijo del Rey de Marruecos y heredero al trono se dispone a recorrer el pasillo de autoridades que le esperan. Lo ha llevado a cabo cientos (quizá miles de veces), pero la adolescencia, -apenas cuenta con doce años- es caprichosa y decidida. Reverencia al mando militar de Marruecos y cuando comienza el besamanos. ¡Viralidad al canto! El vídeo hasta ahora más visto de Marruecos no deja lugar a dudas: el principito marroquí no quiere que le besen su real mano.
El dato curioso es que el vídeo sacado de YouTube para este artículo fue difundido por la radiotelevisión marroquí como una de las miles de imágenes que muestra a diario de la familia real. La cadena al no poder parar las reproducciones, en un gesto sin precedentes, se hace eco de la gracieta real y las risas que produce en Europa.
El aspaviento del heredero no ha extrañado, y es que ver como los mandos superiores de la marina se lanzan a la pequeña mano de Moulay El Hassa se antoja ridículo y desfasado. Ningún gesto parecido ocurre con la realeza europea aunque cada casa real pone sus normas protocolarias, casi siempre no escritas.
En España un caballero no dobla su espinazo ante nada (y menos ante nadie) a no ser que se trate de un cargo con autoridad eclesiástica (cardenal o el Papa) al que se le cruza la mano y con un pequeño gesto se hace que se besa el anillo, sin poner nuestros labios ante el anillo, si no sólo como ademán comedido. Si no eres creyente con un apretón de manos respetable valdrá.
El padre de Mohamed VI era mucho más riguroso con el protocolo: si consideraba que alguien no mostraba la suficiente displicencia, el jefe espiritual de los marroquíes y presidente del Consejo de Ulemas, mostraba las dos palmas de la mano para que el súbdito reaccionara y le mostrara la susodicha reverencia. A Hasán II muchos le besaban el hombro derecho.
Afortunadamente Mohamed VI ha dulcificado el protocolo. Por ejemplo, presentó oficialmente al pueblo a su esposa Lalla Salma y le dio título de princesa, fotografiándose frecuentemente con ella, y suprimió además el harén del Palacio, rompiendo así con dos tradiciones centenarias que subsistían hasta el siglo XX.
El Rey sabe perfecto español gracias a que su legión de niñeras siempre eran conocedores de la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes. Aunque estudió la carrera en Rabat, ejerció parte de su trabajo en Bélgica. Quizá por eso, a su vuelta erradicó el gesto de besarle la mano para los civiles y sólo lo ha mantenido con el cuerpo militar.
Su hijo, el pequeño principito, tiene su propia personalidad y está claro que los gestos de sumisión no le agradan. Un cambio, aunque sea en el besamanos, supondría mucho para el pueblo marroquí.