La princesa Charlène de Mónaco reapareció el Viernes Santo en palacio monegasco, tras su sonada ausencia el pasado 20 de marzo en el tradicional Baile de la Rosa que se celebra cada año en el Principado.
La tristeza de la princesa sigue latente en su rostro. En todas las instantáneas tomadas mientras contemplaba desde el balcón de palacio la procesión de la Cofradía de los Penitentes de la Misericordia que se remonta al siglo XIII y recuerda a los peregrinos que regresaban de las Cruzadas. Estaba presente pero ausente al mismo tiempo.
Se ha filtrado a la prensa que mientras su esposo y el resto de su familia asitían al tradicional baile, ella descansaba con sus mellizos, Jacques y Gabriella , en el hotel The Alpina, un resort de lujo en Gstaad. Al parecer la estación de esquí situada en los alpes suizos que se ha convertido en su refugio privado cuando no está en Córcega. Según fuentes cercanas, la princesa necesita estas escapadas para alejarse de la presión y el bullicio de palacio.
Fue la revista Caras, la que publicó en exclusiva hace un año las imágenes de la princesa con semblante serio en la residencia con vistas al mediterráneo, en la que supuestamente vive junto a los mellizos. Al parecer la pareja real habría llegado a un pacto, por el que la princesa sólo se desplazará a palacio para asistir a los actos oficiales imprescindibles.
Charlène se convirtió al catolicismo tres meses antes de su boda en julio de 2011. Fue durante la misa de Pascua cuando la ex nadadora sudafricana recibió el sacramento del bautismo. Desde entonces la princesa ha dado numerosas muestras de su fervor. La princesa ha encontrado en el padre Penzo, un amigo y guía espiritual. Aunque sigue guardando buena relación con sus amigos protestantes, a los que visita de vez en cuando.
También se ha descubierto que la tristeza de la princesa es sólo cuando pisa el palacio monegasco. El pasado 10 de marzo acudió al 70 cumpleaños de su padre, y allí se disfrazó, peluca incluida y si posó sonriente en las fotos.