Sandra Barneda está triste. ¿Qué tendrá Sandra Barneda? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. Cualquiera estaría, en realidad, tan cariacontecido como ella, princesa teledestronada, si se viese obligado, cada semana, a presentar los debates dominicales en Telecinco. Empalma Sandra Barneda ‘GHVIP: El Debate’, sin descanso, con el de ‘Supervivientes’, en sustitución de Raquel Sánchez Silva. Sandra se muestra ante las cámaras como especie de Carol Anne, la niña de ‘Poltergeist’. Y no es para menos. ¿Quién podría disimular su cabreo si se viese obligado a lidiar, por culpa de una televisión mal entendida –como en ‘Poltergeist’– con fantasmones extra freaks de toda laya y condición? De ahí nuestra advertencia: “¡No vayas hacia la luz, Carol Anne! ¡No te quemes!”.
Ascensión y caída de Sandra Barneda: la chica empezó pegando fuerte, como sucesora del trono televisivo que dejó, en su momento, por causas desconocidas, Gloria Serra. Ahí estaba, hará cosa de seis añitos, dándoselas de presentadora rigurosa y seria que introducía los temas que se debatían en ‘La Noria’. Pasó después a copresentar ‘El gran debate’ con el gran Soporrrrdi González, con quien hoy por hoy comparte condena telebasurera en la cadena amiga. Sustituyó, años más tarde, a la Reina Madre de la Tele Fucsia Anarrosssssa Quintana, en compañía de Joaquín Prat. Hasta aquí, la cosa iba bien. Sandra Barneda ascendía peldaños sin perder esa sonrisa medio irónica que era marca de la casa. Mantenía, hasta el momento, todo el crédito de las profesionales del medio que nunca pierden ni los papeles ni la seriedad. Pero hará poco más de un año se metió en ese embolado que dieron en llamar ‘Hable con ellas’, infumable ‘talk show’ netamente femenino –y feministoide– que es mejor no recordar.
Y Barneda Valls, Sandra, nacida en Barcelona hace 40 primaveras, acaba estrellándose entre ‘fracasitos’, ‘granhermanovips’ y demás morralla. Da cierta penica, lo suyo. Verla ahí, currelando domingo tras domingo, con ese enfado en perpetua procesión interior. Soportando estoicamente, cuando sus vidas se cruzan en el directo de las galas, las puyas e indirectas de un ‘Juasjuasjuás’ Vázquez que no la puede ni ver. Se odian catódicamente, Vázquez y Barneda, en la cadena amiga, por mucho que el primero intente arreglarlo soltando un “¡Sandra, que yo sí que te quiero!” que no se cree ni él. Desencuentros. Ahora se llaman así. Los rifirrafes originados por un odio mutuo repleto de rencores antiguos. Pues eso. Que Sandra Barneda está triste. Mustia. Apesadumbrada. Tocada. Hundida.
Ahí estaba ella, anoche. Tan pinturera. Con pantalón y chaqueta estampados en el taller de diseño de un frenopático. “¡Ay, qué ilusión! ¡Qué ilusión! ¡Bienvenidos a las primera gala de Supervivientes 2016!”, soltó Sandra, de lo más animada. Pero se notaba a la legua que esto de los debates chungos, a la cola de las galas jueveras, no es lo suyo. ¡Bufffff, si es que el nivel es para salir corriendo y no mirar atrás! ¿Quién pasa cuatro laaaaaaarguísimas horas, sin morir en el intento, dando voz, aberre y voto a personajes como Fortu, Isabelita Pantoja, Nacho Vidal, Carmen Lomana, Christopher (¿quién le alquiló ese frac?), Laura ‘Matamorbos’ y en este plan?
¿`Mobbing’? ¿Será un caso de ‘mobbing’ lo que están haciendo con ella? ¿Teleacoso laboral? ¿A la vista de todo dios? No tengo ni idea. Es más, confío en que no sea así. Por su bien. Pero me temo lo peor. Yo, por si las moscas, me replantearía la cosa y pediría asilo político en cualquier cadena de la competencia. Aunque sea para presentar el tiempo. A veces, en esta vida, conviene retroceder un poco para coger impulso.
Lo dicho, Sandra. ¡No vayas a la luz! ¡Acabarás carbonizándote!
¡No nos gustaría verte acabar como ‘la’ Milá!
Por lo demás, el primer debate de esta edición de ‘Supervivientes’ fue bastante aburrido. Un tostón. Tan coñazo como cabía esperar. ¿Quién se empeña en pergeñar esos jueguecitos chorra de cencerrada y cocotero que, salvo a los presuntos implicados, a nadie interesan?
¿Eh? ¿Quién?