No hubo ceremonia oficial de toma de posesión de Michel Temer como presidente interino de Brasil, pero a la primera dama (interina) no le hizo falta: ella ya tuvo la suya propia. Ocurrió el 1 de enero de 2011, cuando asumió el poder la primera mujer presidenta de la historia del país sudamericano, Dilma Rousseff.
En el evento histórico los flashes de las cámaras de los medios brasileños, siempre ahítos de nuevos personajes, se dirigieron hacia Marcela Temer. Tenía 28 años y se había casado en 2003 con el entonces vicepresidente, cuando era diputado. En aquella ceremonia desfiló en un cadillac de época junto a su marido por detrás del coche del Rousseff.
Vestida con una blusa marrón con hombro al descubierto, una falda tubo color beige y una trenza hacia un lado, Marcela Temer reventó las redes sociales: ¿qué hacía allí una mujer de 27 años, al lado de su marido, el vicepresidente, de 70? Sin embargo, después de aquel día mostró un perfil bajo, sin apariciones bajo los focos. Cinco años después ese vicepresidente es presidente y, aunque interino, su mujer es primera dama también.
Marcela Tedeschi Araújo nació en Paulinia, una ciudad a 120 kilómetros de Sao Paulo, y desde adolescente mostró inclinaciones por el modelaje y los concursos de belleza. Con 19 años se presentó al concurso de Miss Lavinia y quedó segunda. Al año siguiente la convencieron para participar representando a una ciudad próxima, Campinas, en otro concurso a nivel estatal y repitió posición.
Un buen día de 2002, animada por su padre, acudió a un evento donde estaba el alcalde de la ciudad, a quien conocía la familia. Con él, sin embargo, estaba el presidente de su partido, Michel Temer.
Los presentaron y unos meses más tarde Marcela escribió un email de enhorabuena por un logro político de Temer. Tres días después él la llamó y nació una historia de amor. A la primera cita acudió la madre de la chica, que aún vivía con su familia, padres y dos hermanos, en Paulinia. La siguiente vez el político la pasó a buscar en el coche oficial y según contaron en 2011 a la revista Trip, le preguntó: "¿Tú tienes veinticuantos años?" A lo que ella respondió: "Acabo de hacer 19”. La siguiente vez ya fue una formalización del noviazgo. La diferencia de edad nunca fue un problema: “Parece que tiene 30 años", señaló la nueva primera dama (interina) a la misma revista. Tenía en aquel momento 63.
En 2016 las cosas han cambiado en la política brasileña. En 2011, en aquella ocasión en que Marcela opacó a Temer y Rousseff llegó a decir de Rousseff que "es una mujer preparada para comandar el país, inteligente, que habla mirando a los ojos e integra a todos los que están en una sala", pero hoy su marido y la presidenta no se hablan, son enemigos acérrimos y por eso ella vuelve a estar bajo los focos.
Pero, como retrató la revista Veja, el semanario más vendido en Brasil, hace unas semana, Marcela es "bella, rescatada y del hogar", una manera de decir que no va a figurar en primera línea en los actos públicos.Según el reportaje, que levantó polvareda en Brasil entre los críticos al impeachment, por haber sido publicada mientras se discutía el futuro de la presidenta, entre la primera dama y el presidente se llaman "Mar" y "Mi".
Hay un tercer miembro en la familia, el pequeño Michelzinho, hijo de ambos, nacido en 2008 que, como su madre, intenta estar ajena a los problemas políticos del país, o así se ha dicho en los medios brasileños.
Aunque solo trabajó como recepcionista (aparte de los concursos de belleza), su curriculum dice que es licenciada en derecho. Nunca ha ejercido. En cambio, lleva las cosas de la casa y de su hijo, mientras su marido está en Brasilia de lunes a jueves. No se sabe si se trasladarán a la capital ahora que es primera dama o si seguirán disfrutando de algún fin de semana en su casa de Sao Paulo. Allí Marcela facilita su marido la fastidiosa vida digital para quien no está acostumbrado.
Michel Temer es un hombre conocido por su bagaje intelectual, especializado en derecho, que prefiere afilar la pluma y escribir poesía en sus ratos libres. Ahora tendrá menos tiempo, igual que Marcela, hoy con 32 años. En su día en Brasil la compararon con Carla Bruni, por la diferencia de edad y porque comparten apellido (Bruni también es Tedeschi de segundo), pero ella misma se sacudió la presión: "Ella ya era famosa, tiene otra historia de vida". Ahora ella construye la propia desde un lugar privilegiado. Aunque no se sabe si por 180 días, lo que dura el juicio político a Rousseff, o si dejará de ser interina para convertirse en primera dama permanente.