Si la eternamente elegante Lady Di levantará la cabeza gritaría al ver a Camila Parker Bowles, vestida de blanco y amarillo con un traje de volantes desde la cintura, que ha lucido en la aristocrática boda celebrada este sábado en Íllora (Granada). A caso, nadie le ha dicho que el protocolo dice que ir de blanco a una boda está completamente vetado. La razón es simple: para no robarle el protagonismo a la novia. Pues ella lo ha hecho a sus 68 años de edad. Bien podía haber sido una dama de honor de la novia Charlotte Wellesley, hija del duque de Wellington.
El vestido es fiel a su estilo sobrio y de corte clásico. En esta ocasión combinaba los tonos amarillo pastel y predominaba el blanco. Llevaba un chal del mismo tejido sedoso del vestido y unos tacones bajos de color mostaza y un sencillo clutch plano en beige. Para protegerse de la lluvia ha optado por un nada discreto paraguas transparente con forma redonda. Ha renunciado al tocado y al sombrero, dos de sus complementos favoritos.
Llamaba la atención su collar de perlas con el medallón de brillantes y oro blanco en el centro. No sólo porque lo ha repetido en esta boda si no porque suele lucirlo en casi todos sus actos públicos en Inglaterra. Regalo dicen de su esposo Carlos de Inglaterra.
Al salir de la iglesia de La Encarnación ha necesitado ayuda de Don Juan Carlos y eso que su tacón no era muy alto. Quizás la duquesa de Cornualles empieza a sufrir los achaques de la edad o es que está poco acostumbrada a llevar tacones. Por cierto, muy sonada la ausencia de su marido, el príncipe Carlos de Inglaterra, al que le gusta acudir a la finca granadina del duque de Wellington a cazar pero no de boda.