Primero se pusieron de moda entre las mujeres. Era una nueva ventana desde la que poder compartir con sus seguidoras las últimas tendencias del mundo de la moda, sus últimas compras y los modelitos más arriesgados. Pero ahora se ha vulgarizado. Todo el mundo tiene blog y, el que no lo tiene, es que no es lo suficiente famoso o lo es demasiado. Por mi blog, mato.
Ya no hace falta saber mucho de una cosa o especializarse para tener un blog. Por el simple hecho de tener algo que contar ya te abren una ventana en una revista. Puede que sólo dure un año abierta, el tiempo en el que el famoso esté en el candelero. Tiempo suficiente para que salga ganando el personaje y el medio.
Paula Echevarría es la bloguera por excelencia. Su esquinita en Elle consigue miles de visitas al día por el simple hecho de poner unas cuantas fotografías. Las marcas se pelean para que la actriz de Velvet luzca una de sus prendas porque eso es sinónimo de que al día siguiente se agotará en sus locales. Paula es éxito asegurado tras haber encontrado la forma de crearse una marca de uno mismo.
No son personajes baratos. Echevarría cobra unos 2.000 euros mensuales por su blog actualizándolo casi a diario. Pero el hecho de haberse convertido en una musa para las marcas de moda hace que las firmas suelten de sus bolsillos grandes sumas de dinero a cambio de promoción. Cotiza de 12.000 a 25.000 euros por photocall y le saca dinero incluso a un tuit o a una foto de Instagram.
Muchos siguieron la estela de la actriz, pero pocos han podido sobrevivir hablando sólo de moda y han tenido que abrirse un poco más al mundo. Raquel del Rosario, Patricia Conde, Sara Carbonero, Patricia Conde o Vicky Martín Berrocal comparten medio con la actriz. Adriana Abenia estrenó blog en 20 minutos el pasado mes de abril contando que le habían quitado un tumor del cuello. Desde entonces, la presentadora relata a través de sus profundos escritos lo que le pasa o le deja de pasar mientras pasea por la calle.
Y es que no hace falta que el famoso de turno cuente algo interesante. De igual manera, se leen. Por el simple hecho de estar leyendo de primera mano lo que le pasa al personaje, las revistas han encontrado un filón que parece no tener fin y que se reproduce cual Gremling al lanzarle un cubo de agua.
La revista Lecturas es una de las que más personajes con tirón ha conseguido en su lista de invitados. Jorge Javier Vázquez, Isabel Pantoja (hija) o Toño Sanchís son algunos de sus grandes hallazgos en el mundo de la escritura. Bajo este contrato, los famosos se aseguran de que las cosas se cuentan como ellos quieren. A cambio, la revista gana ser la primera en dar una información de primera mano.
La pasada semana, por ejemplo, Chabelita contaba en su blog que había vuelto con su ex Alejandro. Cuatro párrafos, ya que no son muy dados a alargarse, en los que la hija de la tonadillera habla sobre lo feliz que es al lado de su pareja. Toño, por su parte, calla en la televisión pero despotrica sobre su ex representada en las líneas de su blog.
La revista ¡Hola! también se ha hecho con un buen surtido de famosos y famosetes a sus espaldas que les garantizan contenido sin tener que hacer una llamada de teléfono. Eugenia Silva, Tamara Falcó, Mar Flores, Helen Lindes o Carmen Martínez Bordiú están en nómina. Pero también los hombres se van apuntando a esta moda y Francisco Rivera cuenta con una pestaña propia en la revista.
Pero son Cristina Pedroche y Pilar Rubio los talismanes de la revista del saludo. La primera porque cada vez que abre la boca se crea una nueva polémica. Y la segunda porque ilustra sin ningún miedo el día a día de su hijo y de su pareja, Sergio Ramos, algo por lo que cualquier revista hubiese soltado miles de euros en otra época.
Información sin tener que pagar por la información. Los famosos cuenta lo que quieren a cambio de sumas de dinero que se alejan mucho de lo que cobrarían por una exclusiva. Personajes que estarían muy olvidados en el papel couché logran mantenerse en el candelero gracias a sus propios cotilleos. El blog es el nuevo photocall en el que refugiarse y pavonearse para conseguir mantenerse en la cresta de esa ola llamada fama.