La lluvia amenazaba -tal y como atestiguaron los paraguas de Camilla Rosemary Shand y Charles Philip Arthur George Windsor- que en la mañana antes de comenzar Ascot casi ahoga el festival de los sombreros estrambóticos convertido en una cita social indispensable. La reina Isabel II que no ha faltado a ninguno de los múltiples actos por su 90 cumpleaños, como demostró hace tres días en la exhibición de marchas y desfiles militares, tampoco quiso ausentarse de la mítica entrada en carruaje al hipódromo. Siete décadas más un año ha dado el mismo paseo y ni siquiera en su annus horribilis cejó en el evento más visual entre pamelas (convertidas en esculturas) y pura sangres.
El príncipe Harry paseó por el césped del hipódromo como si fuera un caballero inglés del XIX con un atuendo impecable y la chistera perfectamente encajada en su cabeza -realeza obliga- y con una rosa amarilla en la solapa, a juego con el color de su abuela la reina Isabel.
Algún que otro famoso como la actriz Liz Hurley no quisieron perderse la carrera de caballos más famosa del mundo.
Aún así los protagonistas siempre serán la familia real británica que está estrechamente ligada a la carrera ya que el Hipódromo de Ascot está a seis millas del castillo de Windsor y es propiedad de la Corona.