Alicante

Enfundada en un mono vaquero y con una rubia melena aún húmeda, María Jesús pasa desapercibida por Benidorm hasta que llega a su restaurante. Es una mujer tan pequeña que una sola palabra podría describirla: candor. Risueña, camina con garbo juvenil cuando entra en 'El rincón de María Jesús y su acordeón'. Con su sencillez, podría confundirse entre cualquier tumulto; con su voz de niña podría hacerse pasar por Gracita Morales, Lina Morgan o inventarse su edad.

María Jesús junto al cartel de su espectáculo en Benidorm Virginia Mendoza

Tiene los tendones de los hombros rotos de cargar 19 kilos a diario durante más de medio siglo, pero sigue tocando todos los días porque el calor de su público se ha convertido en una suerte de bálsamo que la ha llevado a caer en la adicción. Ha aprendido que el cariño, cuando es recíproco, sabe mejor. Mientras su batería y relaciones públicas ofrece un concierto para un reducido grupo de jubilados que viene cada año desde Talavera de la Reina, María Jesús descubre que va a tener que retrasar su actuación diaria. La sala ha empezado a llenarse.

María Jesús durante su actuación Virginia Mendoza

Todos quieren una foto con la niña de la Malvarrosa. No le quiero robar tiempo a estas alturas: en menos de 15 minutos tiene que actuar. "Ay, no pasa nada, si me he dejado las llaves del camerino y tengo que esperar que me las traigan", exclama con una enorme sonrisa que se le refleja en los ojos. Porque los ojos de María Jesús, pequeños y vivaces, también ríen.

¿Eres consciente de que quizá seas la mayor musicoterapeuta de Benidorm sin pretenderlo?

"Ay, pues ahora que lo comentas... Aquí viene gente con historias muy bonitas. Un chico autista, que ahora tiene 25 años, no veas cómo canta Granada. Es un caso extraordinario. Hay muchas personas que a mí me han dicho que han conseguido salir adelante con la música de Los pajaritos como terapia. Este niño inglés no habla y lo único que hace es moverse en su silla de ruedas. Canta música country, pero yo toco Granada y canta Granada. Vienen los padres a Benidorm y creo que no lo hacen por otra cosa, porque están 15 días y cada noche vienen a verme", rememora.

María Jesús cuenta con orgullo materno que el chico autista ya ha logrado grabar algún disco en Inglaterra, pero que nunca, en todos estos años, le ha escuchado hablar. Su relación a lo largo de tanto tiempo se fundamenta en la música y los abrazos. Cuando aparece acordeón en ristre, una señora grita: "¡Guapa!". A lo que ella responde: "¡Por favor, señora! Guapa no. A mí toa la vida me han dicho que soy pequeñita y graciosa, ¡pero guapa nunca!".

Además de la actuación diaria en su propio restaurante, María Jesús lleva su alegría allá donde la llaman: bodas, comuniones, pregones de fiestas, verbenas y residencias de ancianos. Mañana actuará en Anneke ICS, un centro psicosocial para personas mayores de Alfaz del Pi al que guarda un especial cariño y en el que ameniza la verbena de cada verano desde hace tres años.

"A Anneke siempre voy porque tuve un vecino piloto de avionetas que está ingresado allí. Él antes me llevaba por ahí con su avioneta y en parte voy por él", dice antes de despedirnos.

GUATEQUE EN LA RESIDENCIA

Jan no iba a bajar a la verbena, pero Dully Estruch, la directora del centro, ha encontrado la manera de convencerlo: "Tienes visita. Está María Jesús". Lentamente ha llegado hasta la terraza con su andador y mucho entusiasmo. "María Jesús era mi vecina", dice orgulloso.

Jan mezcla algunos de sus recuerdos y cuenta que era su vecina en la frontera alemana, un lugar difuso en su memoria que, en realidad, es Benidorm. A él le dedica la primera canción, un pasodoble que él recibe con emoción.

María Jesús en Anneke ICS, un centro psicosocial para personas mayores de Alfaz del Pi (Alicante) Virginia Mendoza

Desde los 8 años, María Jesús, no ha pasado ni un solo día sin su acordeón ni cree que pudiera hacerlo: "No lo sé porque no lo he probado, pero creo que estaría de muy mal humor si no tocara". La conocían entonces como 'La niña de la Malvarrosa'. Aquella chiquilla que migró de Cáceres a Madrid y de allí a Valencia recorría los restaurantes de su nueva ciudad con un acordeón.

Empezó a tocar este instrumento por una curiosidad infantil que le arrebató la paciencia a los ocho años. Su padre, que tocaba la batería, tenía un pequeño acordeón y ella, como toda niña, lo que quiso fue imitar a su padre. Así que aprovechó su ausencia para acercarse a su admirado instrumento, que siempre dejaba sobre una silla, y así comenzó una unión que desde los años 60 hasta hoy ha consolidado una relación insondable en la que el acordeón ha llegado a convertirse en integrante de un dúo.

"Mi padre pronto se dio cuenta de que tenía aptitud para tocar el acordeón y me animó a seguir. Él sólo tocaba el acordeón para entretenernos, porque lo suyo era la batería. La dejaba en una silla y, claro, yo quería hacer lo que hacía mi padre. Él me llevó a un profesor de Valencia que conocía. Luego entré en el conservatorio y estudié piano, música, solfeo, teoría de la música...y me saqué el carné de artista con 12 años".

María Jesús y su acordeón con quince años J. Guerrero

De playa en playa, la niña no vagaba sin control. Su familia siempre sabía dónde estaba, la vigilaban desde los bares hasta que llegaba a 'La Rosa', el restaurante en el que trabajaba su madre.

UNA CANCIÓN INTERNACIONAL

Allá donde actúa Bruce Springsteen suele interpretar la canción más representativa del lugar. Cuando comenzó su concierto en Benidorm lo hizo tocando y bailando los pajaritos. 

El baile de los pajaritos fue un éxito fuera de España antes de llegar a María Jesús. Aunque la han acusado de apropiarse de una canción ajena, ella nunca ha ocultado que no compuso la canción y asegura que de lo que tiene la autoría es de su propia versión.

Cuando llegó a Benidorm, a los 12 años, conoció a un presentador de la televisión de Lieja en el Hotel Benicactus que empezó a llevarla cada año a su programa, Music Mosaic. A través de él conoció a un matrimonio flamenco en Bélgica que ya la había visto en Benidorm. Él era Werner Thomas, el compositor de la canción que la encumbró. Le entregó un paquete de partituras y acordaron que cuando volvieran a Benidorm ella tocaría El baile de los pajaritos. Antes de grabar, pidió a su discográfica que Parchís cantara la canción. Por distintos motivos, no fue posible, así que María Jesús, que no se vea muy capacitada para cantar, se encargó de poner la voz.

Los pajaritos unió familias, porque salían a bailar nietos, hijos, abuelos... "A día de hoy sigo viviendo de esto, aunque yo cobraba por mi trabajo mientras que otros se aprovechaban del éxito de la canción. Hay personas que se han hecho ricas con ello. Para mí Los Pajaritos es algo que siempre estará conmigo. Yo me moriré, pero siempre estaré allí donde suenen Los pajaritos",dice con emoción.

Con las primeras notas de El baile de los pajaritos llega el punto álgido de la tarde, como era previsible. Desde sus sillas, los residentes repiten con sus manos el gesto que dibuja picos de polluelos. Algunos bailan, otros disfrutan desde sus sillas. "El más joven saltará, el mayor se moverá", dice la letra y eso hacen.

Aunque fue la canción que la llevó a recorrer infinidad de programas televisivos y a participar en varias películas, su espectáculo es mucho más que esta versión: es una amalgama de recuerdos donde confluyen Paquito el Chocolatero, Campanera, jotas manchegas y aragonesas, Granada, pasodobles y chistes.

María Jesús pone a bailar a todo el mundo con sus pajaritos Virginia Mendoza

"Yo soy consciente de que les doy mucha felicidad con la música. Además de que el instrumento que interpreto es muy querido. No el más popular, pero sí muy amado por la gente mayor. En los pueblos los jóvenes bailaban con un acordeón y una batería y eso muchos aún lo recuerdan".

Dully Estruch, que ya trabajó con María Jesús en el Ayuntamiento de La Nucía, sabe que la artista tiene un tacto especial con los ancianos. Tras la actuación, algunos trabajadores no dan crédito a la reacción de sus residentes. "Porque no los conoces, pero te aseguro que muchos de ellos ayer no podían ni hablar", dice Estruch.

Si envejecer es acercarse al fin, hoy Amelia, Gerardo, Federico y otros residentes de Anneke se han sentido héroes atemporales por un momento bailando, cantando y tarareando una canción que habla del vuelo y de los sueños infantiles. Sus cuerpos envejecieron a una velocidad que su interior no consintió y hoy han vuelto a hacer suyas las palabras que J. M. Coetzee dedicó a los niños, esos pajaritos que se sienten capaces de volar: "ni siquiera se les pasa por la cabeza que no son inmortales".

La música de María Jesús es terapeútica para los ancianos Virginia Mendoza

Noticias relacionadas