Joaquín Sabina, cantautor: “El opio del pueblo es la telebasura. Los curas tenían un poder inmenso, pero la televisión es atroz. El caso de Belén Esteban me pone los pelos de punta. No se trata de ser analfabeto, se trata de sentirse orgulloso de sentirse analfabeto. Me pone los pelos de gallina. Por suerte, mis hijas leen. Pensar que no fuera así me da escalofríos”.

También es superior a mis fuerzas, Joaquín. Lo siento. En mi caso, es ver aparecer en el plató a Emma García, con esos raros estilismos de treceañera maquinera que suele encasquetarse la tía (ayer mismo llevaba unos pantalones pitillo, zapatos de taconazo y una camisetilla con la palabra ‘punk’ sobreimpresa), junto a esa pelambrera leonina ‘casual’, y empiezo a temblar como si estuviera delante de un ‘spin-off’ de ‘Fear the Walking Dead’ ambientado, cualquier domingo por la mañana, en la plaza Zocodover de Toledo, ciudad imperial.

La presentadora Emma García

La presentadora Emma García


No hay quien entienda esta sandez de programa. Hay que ser viceverso, y mucho, para que a uno le quede más o menos claro el funcionamiento del mismo. Y no soy el único que, al parecer, se queja de tanta chorrada encadenada. Su presentadora, Emma García, empieza a estar un poco harta de lo mismo. Decía ayer: “¡Me tienen…! ¡Me tienen…! Quieren disfrutar del trono… Quieren una cosa, pero luego piensan otra… De verdad, a ver si vosotros entendéis más a los tronistas…”.

Y, ¡tachán!, aparece, de repente, un tal Suso, exconcursante de ‘GH16’, quien parece haberse postulado para tronista del mes. Se pone el tío a cruzarse sandeces de enorme calibre con su expareja, una tal Sofía. Comienza entonces, a partir de ahí, una maratoniana carrera por ver cuál de todos los tronistas es capaz de sonreír más fuerte mientras piensa luego existe y a cuál de ellos se le ocurre la mayor machirulada en riguroso directo telecinqueño.

Lo peor es que no cuento con todos los datos. ¿Mujeres?, ¿hombres?, ¿viceversa? Veo el engendro con la sensación de que me estoy perdiendo algo fundamental. Es como si todos ellos hablasen dormidos y en otra lengua, cercana al inglés neozelandés coloquial. Aunque se trata de viceverso, lengua viva que sólo se habla, al parecer, en ese plató y en algunos pasillos de Telecinco a la hora del catering/aperitivo. ¿O será que me han drogado, sin saberlo, hasta las trancas de burundanga, la droga que anula la voluntad y nos convierte a todos, a la fuerza, en telespectadores sin complejos? Sigo empeñado en entender algo. Pero resulta en vano.

Digamos, para entender esto un poco, que el espinoso proceso a la hora de ligarse a un tronista viene a ser como opositar para astronauta chusquero de la NASA. Una complicación tras otra. Lo resumió a la perfección una de las ‘pretendientas’, una tal Rocío: “Cada una conquista como puede. Así que… ¡nada! Que yo soy como un caramelo. Que me van a tener que lamer, comer, tragar y chuparse hasta el palito”. ¿Qué nos quiso decir? Pues no lo tengo muy claro. Pero da tema como para una temporada completa del programa de Fríker Jiménez.