Carlos Falcó, marqués de Griñón, está orgulloso de su infancia y juventud y de sus cinco hijos. Así lo demuestra en su último libro La buena vida (Espasa) presentado este jueves en el Club Siglo XXI de Madrid. El aristócrata siempre ha querido cambiar el mundo y para ello se apropia de la frase que Don Quijote le dijo a Sancho: “Cambiar el mundo, Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia”. En la primera fila le aguardaba su bella Dulcinea, Esther Doña, con la que en unos meses se casará, aunque ahora se empeñen en negarlo.
Desde su infancia ha vivido como un marqués, aunque él prefiere que le tuteen y no se las da de aires de grandeza ni ejerce de terrateniente con sus empleados en el campo. Cuenta en el libro que su abuelo y su padre fueron presidentes del Real Automóvil Club de España (RACE), que impulsó este último con la construcción del circuito automovilistico del Jarama y su campo de golf.
Los orígenes de la familia Falcó están documentados en un amplio estudio genealógico que posee Carlos. Datan del siglo XVI y tienen sus raíces en el Reino de Valencia. En la corte crearon una fortuna que incluía tierras en ambas Castillas, Andalucía y Extremadura.
Su familia ha estado siempre ligada a la Casa de Alba aunque a la presentación del libro sólo ha acudido Fernando Martínez de Irujo. El padre del marqués de Griñón era primo hermano del padre de Cayetana de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, embajador de España en Londres. De ahí, que Carlos Falcó, naciera en el Palacio de las Dueñas, el 3 de febrero de 1937, el mismo lugar donde 72 años antes había nacido Antonio Machado. Allí volvió años después como invitado junto a sus padres a la boda de la duquesa de Alba con su primer marido, Luis Martínez de Irujo.
Cada verano acompañaban también a sus padres durante las visitas a los condes de Barcelona en Villa Giralda (Estoril). Carlos y su hermano Fernando son amigos desde la infancia de Don Juan Carlos. Fue la madre del marqués de Griñón la que contrató a la nanny inglesa que cuidó del Rey emérito durante su infancia en Estoril.
El Liceo Francés fue su primer colegio, pero le duró poco. Al no convalidarle los estudios del extranjero le internaron en el colegio Lecároz, de frailes capuchinos, en el valle de Baztán (Navarra). Durante seis años sólo volvía a Madrid en vacaciones. Allí fue donde tuvo su primer contacto con el vino. Empezó a tomarlo con regularidad, a dialogar con él, a saborearlo. "Los frailes tenían la costumbre de darnos un vasito con cada comida, algo que en la época era normal", dice. Con la primera viña empezó en 1974 y luego se dedicó a los aceites. Estudió, se puso al día, y se enteró de que llevábamos 6.000 años haciendo mal el aceite y decidió cambiarlo.
Es consciente de que llegó a las revistas del corazón por su matrimonio con Isabel Preysler. Y aunque intenta evitarla es siempre muy respetuoso con la prensa. En este libro, al que no considera biografía, no cita a ninguna de sus tres mujeres pero sí se lo dedica a su actual pareja: Esther Doña, con la que lleva poco más de un año. Tampoco quiere que se tomen el título al pie de la letra “lo que hago es mejorar la calidad de vida haciendo lo que me gusta y también intento mejorar la vida de los que me rodean”, aclara Falcó.
Sólo su hija mayor Xandra, que trabaja con él en la bodega y el joven Duarte que estudia Educación y lo compagina con la bodega han arropado a su padre en la presentación del libro. Su hijo mayor, Manuel, es director de Citibank en 60 países y vive en Londres, Aldara ha comenzado este año a estudiar Filosofía, Matemáticas y Químicas en la universidad de Viena. Y Tamara... nadie sabía porque no había acudido.
Su hermano Duarte la defendía “Es como yo y como papá: soñadora, creativa, emprendedora”. Él vive con su padre y con Esther en la finca, de ahí que sea un defensor acérrimo de la relación, no como sus otros hermanos a los que no les hace gracia el noviazgo de su padre a esta edad con una mujer tan joven.
Duarte está feliz de que su padre lo sea también y hace unos días celebró su 22 cumpleaños, una edad en la que su padre le dijo que empezó a ligar. “A ver si es verdad y empiezo a conquistar alguna chica”, confiesa sonriente. Su don de palabra y su simpatía contagian a todos los periodistas asistentes.
“Yo no soy de los que me alegré de que haya muerto Fidel. Tampoco Felipe González dijo en su momento que se alegrara de la muerte de Franco”. Sigue volcado en su Fundación +Vida en defensa de la vida y de la maternidad y aunque le han tentado de alguna que otra formación política “no me lo planteo con este panorama tan desolador. Hay otra formas de cambiar el mundo sin estar en política”, aclara sonriente.