De las 35.000 mujeres que, según reza la leyenda, pasaron por el catre revolucionario, dos destacan con diferencia: Ava Gardner y Marita Lorenz. Quiso el destino que ambas amantes coincidieran en el tiempo y en el espacio. En La Habana. En un hotel. De hecho, en el ascensor de un hotel de La Habana. La tensión, cuenta Diane Ducret en el libro Mujeres de dictadores, era insoportable en el pequeño habitáculo. Hasta que Ava estalló. Tambaleándose sobre Marita, le soltó una frase que parecía sacada de alguna de sus películas: “Así que tú eres la perra que está con Fidel y se lo quiere quedar para ella sola…” Claro que Ava no sólo era una mujer de frases míticas, también lo era de armas tomar, así que remató la faena con una bofetada mientras las puertas se abrían para dejarla en el hall.
En aquellos primero años de la Revolución Cubana, Ava Gardner se pasaba El manifiesto comunista por el forro, paseándose desnuda por la piscina que Ernst Hemingway tenía en la capital, sabedora que los ojos del régimen estaban puestos en ella. Y eso, al parecer, encendía la bestia que llevaba dentro.
Mientras, Marita se iba ganando su espacio. Superviviente del Holocausto, espía, sospechosa de complicidad en el magnicidio de JFK y supuesta conspiradora en un plan para asesinar a Castro, padre de un hijo al que supuestamente la obligó a abortar (otras leyendas aseguraban que fue escondido y protegido por la CIA). No hay guionista que supere la imaginación del destino en algunas biografías. Esa una de las razones que han llevado a Jennifer Lawrence, la estrella más deseada por Hollywood (está a punto de estrenar Passengers, junto a Chris Pratt), a protagonizar Marita, la superproducción de Sony Pictures basada en esta vida de película.
Así empezó todo
Hija de un capitán alemán acusado de espionaje, Marita visitó Cuba a bordo de un crucero junto a su padre. Una vez en el puerto, Fidel y otros militares se acercaron al barco… Así recordaba la anécdota en una entrevista a Paris-Match: "Me fijé en el mayor de ellos, que fumaba un puro, y le pregunté qué quería. 'Subir al barco para verlo', respondió. Y yo le dije: 'De acuerdo, suba'". Estaba subyugada. ¡Fidel desprendía una fuerza seductora enorme! "Él me preguntó dónde estaba mi camarote. Una vez allí, tras abrir la puerta, me empujó al interior, me atrajo hacia sí y me abrazó. Ese fue mi primer beso con un hombre".
Ella tenía 19 años; él, 33. Al poco, se convertía en secretaria personal de Fidel, y su amante. Quedó embarazada, abortó –o no, nunca quedó del todo claro el asunto– y tras su ruptura con Castro, fue reclutada por la CIA para matarle, en uno de tantos intentos fallidos por parte de la Inteligencia norteamericana.
Castro y el cine
Antes de convertirse en líder de la Revolución cubana, Fidel Castro fue actor en Hollywood. O, al menos, extra de cine. Trabajó en los míticos estudios de la M-G-M, rodó juntó a José Iturbi y Xavier Cugat, apareció en pantalla y queda constancia de su breve pero curiosa etapa. Además, inspiró a Woody Allen para su estilismo –y mucho más– en Bananas, mientras algunas imágenes y audios de sus soflamas fueron usadas por Alfred Hitchcock en Topaz , Brian de Palma en Scarface y Julian Schnabel en Antes de que anochezca, la cinta que le valió el Oscar a Javier Bardem por su encarnación de Reynaldo Arenas.
Una curiosidad: precisamente construida con retazos de esos discursos se editó también el documental Cuba la bella, de Ricardo Vega, retrato de la vida de los cubanos realizado con impactantes imágenes y sonidos de archivo.
Rodeado de estrellas
Uno de sus más acérrimos defensores fue Sean Penn. Desde 2005, sus visitas a La Habana fueron numerosas. En 2009 tuvo, supuestamente, un largo e intenso encuentro para una entrevista en Vanity Fair que nunca vio la luz, pero el actor y director llegó a decir que educaría a sus hijos (y a los de Robin Wright, la madre, que ha preferido abstenerse a la hora de valorar estas declaraciones) “como socialistas y revolucionarios.”
Proyecciones y pases privados
En 2001, Costner viajó a la isla para presentar 13 días, relato sobre la crisis de los misiles. Sentado a su vera, pudo ver sus reacciones ante una ficción que recreaba una realidad que Castro vivió en primera persona. Suponemos que también comentaron alguna que otra anécdota sobre ese hecho que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear, pero el cineasta fue muy discreto sobre esa cuestión, señalando que “fue toda una experiencia.”
En 2005, Redford no quiso faltar como productor ejecutivo al estreno de Diario de una motocicleta, de Walter Salles, inspirada en un viaje de nueves meses que protagonizó el Che Guevara junto a su amigo Alberto Granados. “Hablamos de la película y del Che. Parecía gozar de muy buena salud, buen humor y buen espíritu”, declaró la estrella. A ese pase privado en la Cinemateca de Cuba acudieron también la viuda de Guevara, sus hijos y nietos, el propio Granados y otras figuras de su Gobierno.
En 1998, la revista Harper´s Bazaar encargó al fotógrafo Patrick Demarchelier un reportaje de moda con Kate Moss y Naomi Campbell en La Habana. La modelo y lanzadora de móviles profesional declararía en una rueda de prensa haber cumplido el sueño de su vida, conocer a Fidel Castro. Le preguntaron si lo consideraba un seductor, a lo que Campbell contestó con un rotundo no: “Es mucho más que eso. Es un hombre increíble, una persona muy inteligente. Como Nelson Mandela, es una inspiración para todo el mundo.” Años después, Naomi fue vista junto a Paris Hilton con Fidel Castro Díaz-Balart, hijo del comandante, en el Festival de Cine de La Habana, con quien fueron de fiesta. La inspiración, al parecer, es hereditaria.
Una vida de cine
Como personaje, ha protagonizado fantasías cómicas como I love Miami (con nuestro Juan Luis Galiardo convertido en un Fidel que huye en balsa), y Company Man (encarnado por Anthony LaPaglia) y, también, drama históricos como la miniserie Fidel, de David Attwood.
Los documentales, críticos o hagiografías, han sido los más numerosos. Incluso el ínclito Oliver Stone no pudo evitar sucumbir a la tentación de hacer ambas cosas (bueno, lo suyo en verdad fue la hagiografía Comandante; luego la HBO le obligó a realizar la crítica, Looking for Fidel).
Como testimonio de los primeros tiempos de la Revolución destaca Fidel (1968), de Saúl Landau, con las grabaciones del viaje de Castro junto a otros comandantes por la Cuba rural. Las 16 horas de Un día con Fidel (1987), de Gianni Mina, constituyen todo un documento histórico de la época.
La importancia del cine en la vida de Fidel Castro se entiende porque nunca dudó de su potencial propagandístico. Así, además de ser una de sus grandes pasiones, pasó a ser una de sus grandes armas revolucionarias. Del mismo modo que Hollywood impuso, película a película el american way of life en todo el mundo, Fidel salvó el honor del régimen, al menos de cara a un sector ideológico progresista que tragó con la dictadura en su lucha frente al imperio yanqui, gracias al prestigio de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y del Festival Internacional de Cine de La Habana, al que acudieron estrellas de todo el mundo.
Pero el cine es un arte vivo, capaz de escapársele de las manos de vez en cuando, como sucediera con Fresa y chocolate, un relato de Senel Paz –convertido en película por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlo Tabío– que enfrentaba a los cubanos a la homofobia de un régimen que llegó a contar con campos de concentración para homosexuales (las UMAP, que con la llegada del Sida dieron paso a un masivo encierro de seropositivos). Hay historias que la Historia no debe olvidar.