Así es la futura suegra de Harry, instructora de yoga y trabajadora social
La madre de la actriz Meghan Markle vive en uno de los barrios más conflictivos de Los Ángeles y tiene deudas con los bancos. Es instructora de yoga, una disciplina que también practica su hija. El príncipe ya ha criticado que se hable de la raza de su novia.
17 noviembre, 2016 03:03Noticias relacionadas
Cuando Doria Ragland (60) paseaba con Meghan, su bebé de piel clara, muchos le preguntaban si era la niñera. Una negra con un bebé blanco no era algo habitual hace 35 años. Ni siquiera en Estados Unidos. La parejas interraciales siguen siendo una rareza que a algunas sociedades les cuesta aceptar. Eso lo sabe la hija de Doria: Meghan Markle (35), la novia del príncipe Harry (32), ha denunciado en incontables ocasiones las dificultades que tuvo de pequeña para explicar cuál era su raza. ¿Una mezcla? ni blanca ni negra ni siquiera mulata. Y ahora debe volver a explicarse, esta vez en Reino Unido.
La nueva novia del príncipe Harry es una actriz de belleza espectacular cuya madre es afroamericana. Y eso ha provocado algunas indigestiones en la clásica sociedad británica. Porque Lagland es una de origen sencillo, una trabajadora social, una mujer con deudas que vive en un degradado barrio de Los Ángeles.
Mientras, al otro lado del Atlántico, su vida y su color de piel empiezan a ser noticia. Pese a que Londres es la ciudad más cosmopolita del mundo, por encima incluso de Nueva York, la totalidad del país está lejos de esa integración y mezcla de la que hace gala la capital. Tanto es así, que el propio Harry salió hace una semana en defensa de su novia.
"El príncipe Harry está preocupado sobre la seguridad de la señorita Markle y está profundamente decepcionado de no haber sido capaz de protegerla", declararon desde el Palacio de Kensington, "no está bien que sometan a Markle a tal tormenta con tan solo unos meses de relación. Él sabe que los tertulianos dirán que 'es el precio que hay que pagar' y que 'es parte del juego', pero él está fuertemente en desacuerdo. Esto no es un juego, es la vida de él y de ella".
Doria Ragland es una trabajadora social que se graduó hace pocos meses en la Universidad de South California en Ciencias Sociales y que pese a que su hija se codea con la elite mundial, ella sigue anclada en sus raíces. Vive en el barrio de Crenshaw, uno de los más conflictivos de Los Angeles.
Tal y como publicaba el Daily Mail hace una semana, después de cruzar con ella un par de palabras, Ragland vive en una sencilla casa de paredes verdes desde hace cinco años. Allí se mudó tras la muerte de Alvin, su padre, en 2011. En ese barrio se cometieron 47 crímenes en ocho días y es además un territorio lleno de bandas.
No es el hogar familiar de Markle, quien se crió en una zona de la ciudad algo mejor, en el centro de Los Angeles, en una casa algo más grande. Los padres de la novia de Harry se divorciaron cuando ella tenía seis años. Desde entonces ha vivido con su madre y ha visto a su padre, Thomas (72), menos de lo que querría.
A madre e hija se las ha visto en numerosas ocasiones en la alfombra roja aunque desde que el nombre de Meghan apareció en al prensa relacionada con la realeza británica, Doria ha decidido desaparecer. No sin antes avisar de que no quiere ni puede decir nada de su hija (así lo declaró al citado periódico británico).
Ragland vive en condiciones económicas ajustadas y tiene una deuda de 61.354 euros por impago de una tarjeta de crédito en 2002, tal y como adelantaba el Daily Mail. También el padre de Meghan, cienasta, tiene una deuda de 27.914 euros, que va saldando desde México, donde vive en al actualidad.
Ni los orígenes humildes ni las dificultades sociales frenaron las ganas de Markle por tener una carrera de éxito en el cine. Es una de las protagonistas de Suites, una serie que triunfa en Estados Unidos, y además es embajadora de buena voluntad de varias ONG. Le interesa especialmente la situación de África y ha apoyado expresamente causas relacionadas con el continente negro.
De su madre también ha heredado su pasión por el yoga. Meghan suele practicar esta disciplina, que domina tal y como ha demostrado en las redes sociales. Aunque seguramente no tanto como su madre, instructora de yoga.
Todo demasiado humilde para la aristocracia que todavía habla al estilo stiff upper lip, esa manera de pronunciar palabras sin siquiera mover el labio superior (fíjense en la reina Isabel, apenas gesticula), casi con cara de asco. Ajena a todo ello, como una romántica enamorada, Markle declaraba la semana pasada que se siente "la chica con más suerte del mundo".
¿Se acuerdan? En Adivina quién viene a cenar, Katharine Hepburn y Spencer Tracy debatían con su hija sobra la idea de tener una pareja negra. El sex symbol Sydney Poitier encarnaba al novio de la blanca Joanna. La película la dirigió Stanley Krammer en 1967 y causó un gran revuelo por plantear, sin cortapisas en tiempos racistas, que las parejas podían ser interraciales. Han pasado casi 60 años de aquel estreno y las cosas no han cambiado tanto. No al menos en el Palacio de Buckingham, en esa Gran Bretaña del Brexit.