Ha sido, sin duda, el peor momento que ha vivido la reina Letizia (44 años) desde que en 2004 decidiera unir su camino al del hoy rey Felipe VI (49).
Érika Ortiz, hermana pequeña de la hoy reina consorte, tenía entonces 31 años. La mañana del 7 de febrero de 2007 fue hallada muerta en su casa de Valdebernardo, donde residió Letizia hasta su compromiso con el entonces príncipe. Posteriormente, fue Érika la que se trasladó allí junto a su hija Carla (16) -que entonces tenía seis años- y a su pareja, un operador de cámara de televisión llamado Roberto.
Precisamente fue él quien encontró el cuerpo inerte de la joven. Por aquel entonces, la cuñada de Felipe VI estaba en tratamiento psicológico por estrés y ansiedad. Días antes de su fallecimiento, se incorporó a su puesto en la productora Globomedia tras un período de baja por depresión. La misma semana de su muerte, había pedido un permiso de dos días, pero ya no volvió al trabajo.
Un antes y un después
Sin duda supuso un punto y aparte en la vida de Letizia porque, a pesar de los problemas a los que ha tenido que hacer frente desde entonces, ningún otro episodio de su trayectoria real ha podido compararse a lo que vivió aquel día.
"Gracias a todas las personas que se han sentido apenadas por la muerte de mi hermana pequeña". Fueron las palabras con las que agradeció entre lágrimas la entonces princesa de Asturias el apoyo recibido. Lo hizo en una improvisada comparecencia pública bajo la lluvia y ante los medios congregados a las puertas del madrileño tanatorio de La Paz.
Media España fue testigo esa mañana de la reverencia (casi desplome) de la ahora reina ante su suegro, de su desmoronamiento en los brazos de Iñaki Urdangarin (49) y del abrazo que las dos hermanas de Érika -Telma (42) y Letizia- se dieron ya en el interior del coche.
Esta última reflejó en su rostro, durante la incineración de la joven Érika, la tristeza y el dolor propios de una persona que, lejos de su papel oficial, acababa de perder a una hermana. Para más inri, la entonces princesa de Asturias estaba embarazada de seis meses de su segunda hija, Sofía (9).
Este hecho preocupó sobremanera en el entorno de la entonces princesa de Asturias. Los suyos cerraron filas y se volcaron en arroparla a fin de que el embarazo no peligrara y el nacimiento se produjera con toda la normalidad posible teniendo en cuenta lo sucedido.
La nueva vida del ex cuñado de Letizia
EL ESPAÑOL desvelaba hace unos días cómo era la nueva vida del ex cuñado de Letizia en Aranjuez, el escultor Antonio Vigo, donde es profesor universitario de Bellas Artes en el Campus de la Universidad Rey Juan Carlos. En el municipio madrileño reside junto a su hija Carla, que estudia también en la localidad, a su pareja y al hijo que tuvo con ésta en el año 2009.
Sin embargo, la última pareja de Érika no fue Vigo, sino el anteriormente mencionado Roberto García. El día del funeral, ambos permanecieron más cercanos que nunca, unidos por el dolor que supuso el duro golpe, el más difícil de sobrellevar para la entonces futura reina de España.