Mientras los actuales monarcas viajaban a Candanchú para esquiar junto a sus hijas, la reina Sofía (78 años) hacía lo propio a Londres, pero por una razón bien distinta. El motivo no era otro que acudir a la boda religiosa del armador griego Filippos Lemos y Marianna Goulandris, ambos miembros de la jet set griega.
El rey Juan Carlos (79), poco amigo de los enlaces, prefirió no viajar a la capital británica. La emérita acudió junto con su familia de sangre a un acto que, de no ser por las redes sociales, no habría trascendido, pues no se trataba de un acto oficial ni público. Ha sido la cuenta de Instagram de una de las invitadas la que ha desvelado su presencia en la boda al colgar un vídeo en el que se ve a doña Sofía.
No obstante, su presencia es lógica. La emérita mantiene una estrecha relación desde hace años con la familia de los los contrayentes.
La reina no era el único miembro de una familia real presente. La catedral ortodoxa de Santa Sofía de Londres acogía el sábado a un elevado número de royals europeos, entre los que se encontraban los reyes de los Países Bajos, Guillermo (49) y Máxima (45) junto a sus hijas, ya que éstas ejercían de damas de honor. Máxima se decantó por un vestido de Elie Saab que ya había lucido la princesa Victoria de Suecia (39) en anteriores ocasiones.
Tampoco quisieron perderse el evento social Constantino de Grecia (76) y su mujer Ana María (70). El hermano de la reina Sofía está ya bastante recuperado de los problemas de movilidad que venía resintiendo su salud en los últimos meses.
Junto a ellos acudieron también Pablo de Grecia (49) y Marie Chantal Miller (48) con sus hijos, así como Nicolás de Grecia (47) y Tatiana Blatnik (36) y la propia Beatriz de York (28), nieta de la actual reina de Inglaterra, quien por cierto este lunes celebra sus 65 años en el trono.
Pese a tratarse de una boda, lo cierto es que los contrayentes ya se habían dado el sí, quiero meses atrás en una ceremonia civil y en sendas fiestas celebradas en Ibiza y en las islas Maldivas. Su petición de mano, para continuar con el espíritu viajero, tuvo lugar en una isla griega muy próxima al lugar en el que veranean los reyes de los Países Bajos, que no quisieron perderse el enlace.