Algo ha cambiado en el matrimonio de los reyes eméritos. La actitud de Juan Carlos (79 años) y Sofía (78) no es la misma desde hace unos días, curiosamente desde la semana en la que ambos cumplieron -que no celebraron- 55 años de casados. Lo que parecía un hecho puntual ocurrido con motivo del cumpleaños de Harald de Noruega (80) cuando el matrimonio compartió risas bajo el mismo paraguas se ha confirmado este miércoles durante la primera comunión de la infanta Sofía (10), cuando los eméritos han dado más muestras que nunca de una complicidad que se creía extinta.
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Ocurría nada más bajarse del coche en el que habían viajado juntos hasta la iglesia Asunción de Nuestra Señora de Aravaca (Madrid). Los reyes Juan Carlos y Sofía permanecían de pie, a la espera de reunirse con el resto de la familia para encaminarse juntos a la zona donde posarían ante la prensa. Completamente inmersos en su conversación, parecían ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor. Durante unos minutos, charlaron animadamente e incluso intercambiaron risas en varias ocasiones, algo que no le pasó desapercibido a algunos de los curiosos que se agolpaban en el lugar.
La imagen, poco habitual en los últimos años, provocó rápidamente un aplauso espontáneo por parte de los vecinos que habían acudido a ver a la Familia Real. Los comentarios eran unánimes en cuanto a la apariencia de ambos: un Juan Carlos mucho más rejuvenecido que en las fotos y una Sofía que parecía haber cambiado el color de su pelo hasta dotarlo de una tonalidad morada o rojiza. En cualquier caso, los ciudadanos se dieron cuenta de que esa buena sintonía había cambiado hasta la apariencia física de los monarcas eméritos.
La escena sólo pasó inadvertida a los medios de comunicación congregados justo a la entrada del templo. Para entonces, las familias Borbón y Ortiz, respectivamente, ya habían tomado posiciones para las fotos. La prensa únicamente pudo captar uno de los cariñosos gestos que tuvo el monarca emérito con su mujer a la salida de la iglesia: el rey Juan Carlos pasó la mano por la espalda de su esposa para acompañarla.
No ha sido la única muestra de cariño que han dejado ver en público en los últimos tiempos. Hace sólo unos días, llamó la atención que los eméritos compartieran hasta tres actos oficiales en la misma semana. Se achacó entonces a una decisión arbitraria y nada baladí de Zarzuela a fin de dejarse ver en la semana en la que cumplían 55 años de casados. El estado de su matrimonio parece haberse convertido en los últimos años en cuestión de estado y su aparición conjunta reforzaba la imagen de pareja férrea.
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Independientemente de las razones que llevaran a la sobreexposición mediática de Juan Carlos y Sofía, lo cierto es que durante algunos de esos actos también se percibió ese buen rollo que parece haberse instalado de nuevo en los pasillos de Zarzuela. Hace ocho días, los eméritos acudieron juntos a la cena de cumpleaños de Harald de Noruega, amor de juventud de la reina Sofía. Lo hicieron sonrientes y, lo que fue más relevante, bajo el mismo paraguas. No hubo malas caras ni malos gestos. Ni rastro de aquellos desplantes que en otro tiempo marcaron su relación, y sus actos oficiales.
Los desplantes del 'gen Borbón'
Los últimos años del matrimonio de Juan Carlos y Sofía han estado marcados por las desavenencias públicas y privadas. No han sido pocos los actos oficiales en los que el monarca emérito ha protagonizado alguna de sus salidas de pata de banco.
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Así ocurrió, por ejemplo, en agosto de 2015, cuando Benedicto XVI (90) visitó España. El rey Juan Carlos increpó a su esposa en pleno aeropuerto por un error de protocolo.
Muy comentado fue también el desplante del monarca a las puertas de la Catedral de Santiago de Compostela en julio de 2010. Tras un traspiés, el emérito trató de desembarazarse del brazo de su mujer con un brusco gesto (a partir del min 7).
Otro de los momentos públicos más tensos tuvo lugar en 2012, durante la entrega de becas de la Fundación La Caixa. Entonces la reina Sofía interrumpió a su marido para comentarle por lo bajo que los músicos esperaban para tocar a fin de que fuera cerrando el discurso. En ese momento, el monarca, sin disimulo, dejó en evidencia a su esposa al increparla con un "Ya lo sé, pero déjame hablar un momento".