La Marbella más codiciada de glamour toca techo al cierre del verano. Una vez más los descendientes del imperio Hohenlohe han traído a la ciudad la aristocrática boda de la princesa Marie-Gabrielle de Nassau, sobrina del gran duque Enrique de Luxemburgo, que celebró este sábado su enlace religioso con Antonius Willms en la Iglesia del Santo Cristo en Marbella.
La bella protagonista vestida de Lorenzo Caprile con un traje de 5.000 flores y 10.000 cristales de swarovski. La novia explicaba a EL ESPAÑOL: "He querido casarme aquí porque la Ermita del Santo Cristo es una de las más antiguas de Marbella. Cuando la vimos Tono y yo supimos enseguida que ese sería el lugar ideal para celebrar nuestra unión. Hay un paseo maravilloso lleno de flores de colores para llegar hasta la ermita, que tiene una preciosa imagen de la Virgen María. Y por eso la elegimos para bendecir nuestro amor".
"¿Quién no se sentiría cautivado por el encanto del Casco Antiguo de Marbella?", se preguntaba la princesa. Sus cerca de 300 invitados pensaban lo mismo y allí la aguardaban en los bancos preparados para la ocasión en la mítica plaza. Entre ellos los grandes duques, Enrique y María Teresa, acompañados por el resto de su familia: Guillermo y Stéphanie, Félix y Claire, Louis, Alexandra y Sebastián. También estaban presentes los primos de la novia, entre quienes se encuentran las princesas Anunciata y Marie-Astrid de Liechtenstein. La princesa María Luisa de Prusia y el conde Rudy fue la representación aristocrática española en el enlace real.
Princesas y príncipes europeos parecían llenarlo todo. Todo encajaba en su sitio. La mítica 'Fonda' al lateral de la capilla, ese santuario de la jet que en otro tiempo fue la guarida al atardecer de aristócratas y plebeyos, bañados de bronceado y vistiendo inmaculadas americanas blancas. Los recuerdos de esta plaza del Santo Cristo, asomaban de nuevo en las mentes de algunos que se recordaban a ellos mismos con un Martini en la mano mientras Ana María en su tablado zapateaba una bulerías desmayada. Eran los últimos aristócratas de Prusia, el Imperio Austrohúngaro, y de otras dinastías europeas que terminaron sus días en la Costa del Sol, ahora heredada por hijos y nietos.
Y es que cuando preguntamos a Marie-Gabrielle por el motivo por el que eligió Marbella para su boda, su respuesta fueclara: "Es un lugar con la que tenemos lazos desde hace mucho tiempo. Nuestras familias venían a menudo. Aquí es donde viven mis futuros cuñados, Marie Caroline y Sandro de Hohenlohe con mis sobrinas. Es un precioso lugar para casarse. Nos sentimos muy afortunados y felices".
Preboda con 'Despacito'
Esa Marbella que vieron los antepasados de los novios de montañas peladas, higueras, cañas, unos cuantos olivos y playas de arena parda con barcos de pesca varados ayer casi se tocaba cando arrancaron un coche campestre ya como marido y mujer. Ahí estaban los esposos, en esa Marbella que se ha ido perpetuando de generación en generación y que Alfonso de Hohenlohe, el ideólogo del glamour marbellí, creo como sello en el resto del mundo.
Los invitados del evento real, que vinieron un día antes para celebrar su fiesta de preboda, recalaron en el Marbella Club, el hotel que el príncipe Alfonso convertiría en buque insignia de la flota hotelera del Mediterráneo. Una pared encalada y una explosión de buganvillas fueron el exponente de un lujo que atraía a los europeos más exquisitos. Ahora su hijo Hubertus, que este sábado no pudo asistir al enlace ducal por tener invitados a la Goyesca en Ronda, lo inmortalizaba con sus famosas fiestas en 'El patio', donde antiguamente desfilaban los ilustres: Jean Cocteau, Deborah Kerr, los duques de Windsor, Audrey Hepburn, Sean Connery, Edgar Neville o los Onassis.
Muy cerca del Marbella Club, en Trocadero Petite, la noche del viernes el Gran Duque Enrique de Luxemburgo escuchaba atento las historias que los invitados le contaban de Marbella. Se impresionó con el relato que Alfonso de Hohenlohe hizo de la génesis de Marbella. El príncipe no era un hombre de negocios, pero rentabilizó los sueños en los que creía. En la fiesta del Petit nos encontramos a una novia Marie Gabrielle radiante regalando brillos en los rincones en la playa de Casablanca. Para esta ocasión vistió un Pedro del Hierro: "Como añadido a las muchas cualidades que tiene España, están sus talentosos diseñadores de moda. Sólo he elegido diseñadores españoles para los vestidos que luciré: Lorenzo Caprile, Roberto Diz y Pedro del Hierro. Ellos han tejido vestidos increíblemente bonitos que mi cuñada Marie Caroline me enseñó a apreciar". La fiesta acabo a altas horas de la madrugada con baile incluido al son de 'Despacito'.
Un amor a primera vista
El convite nupcial tuvo lugar en la finca de los familiares del novio, en Llanos de Belvís, donde vive Marie Caroline Willms, la hermana mayor del contrayente, con el aristócrata Sandro Gamazo. La pareja, que ya contrajo su boda civil, celebrada en mayo en el Ayuntamiento de Luxemburgo, se conocían desde estudiantes. "Tono y yo nos conocimos a través de familiares hace cinco años y enseguida nos llevamos bien, porque compartimos las mismas pasiones en la vida. Eso te une mucho a una persona", señala la novia a esta periodista. Viéndolos juntos son la estampa de la felicidad. Cuando le preguntan qué le enamoro de él, ella sin sonrojo explica: "Su risa, su carácter dinámico y su optimismo".
Aunque la pareja vive en Múnich, Alemania, pasaran más tiempo ahora en España: "Nos ha encantado la idea de casarnos en un lugar al que sabemos que siempre volveremos".