Crujir de tacones en el Ala Oeste de la Casa Blanca. 14:00 horas de la tarde en la capital de Estados Unidos, nublada, y con un insufrible bochorno de 33 grados centígrados en lo que los reyes de España llegan al níveo aposento de la familia Trump en Washington.
Tal y como se informó desde la oficina de prensa de la residencia presidencial americana, Donald Trump (72 años) y su esposa, la primera dama Melania (48), han recibido a Felipe VI (50) y Letizia Ortiz (45) en la que es su última encomienda dentro de la agenda del viaje oficial que los ha llevado hasta América, entre otras cosas, para celebrar los aniversarios de Nueva Orleans (Luisiana) y San Antonio (Texas), ciudades con importante número de población hispana y fuerte impacto cultural.
Tras el protocolario saludo, la reunión ha sido abierta al resto de la delegación española. Entre tanto, y según lo programado, el rey Felipe y el presidente Trump han tomado rumbo al despacho oval para su sesión de trabajo mientras que FLOTUS (First Lady of the United States) y Letizia, en solitario, se han trasladado a uno de los salones color melocotón decorados por la propia Melania para tomar té y pastas.
Para tan esperada colisión de poder, Letizia ha estrenado un vestido de tubo de crepé rizado de Michael Kors, ceñido al cuerpo, sin mangas y en un color inusual en ella: el coral. Con la falda evasé, por encima de la rodilla y con seis botones superpuestos en los laterales, además de un cinturón plata que realza aún más su figura. Zapatos y cartera de ante en el mismo tono de la firma Magrit. Como únicas joyas, sus pendientes favoritos, las dobles dagas de oro blanco y diamantes de Gold & Roses.
A la contra, Melania, no ha hecho demasiada gala de su habitual buen gusto y ha optado por un look menos vistoso que el de la reina de España, en tono verde militar con estampado de hojas en beige. Sin joyas a la vista y con salones en el mismo color verdoso. La llegada ha sido natural, más por parte de las señoras que por el propio presidente Trump y el rey Felipe, quienes han mostrado algo de tensión.
Para romper el cuadro de pose, Letizia ha hecho un gesto de cariño a Melania, agarrándola ligeramente por la cintura e intentando evitar la foto que tuvo lugar con Carla Bruni (50), aquella que no se esperaba y que tan profundamente la hirió. La escandalosa imagen que abrió periódicos alrededor del mundo tuvo lugar en abril de 2009, cuando los entonces presidentes de la República de Francia, Nicolas Sarkozy (63) y su primera dama, visitaban España y aceptaban la invitación de los príncipes de Asturias al palacio de la Zarzuela. Para desgracia de Letizia, esta vez tampoco lo ha conseguido.
Un encuentro de algo más de una sesenta minutos que pone punto y final a una semana laboral sin más actos públicos para los reyes de España. El último sorbo de un amargo trago que ha teñido de agridulce el viaje donde Letizia ha vuelto a mostrar su faceta más mundana con el pueblo americano y en el que ha sentido el agasajo, el respeto y la admiración del país, además de las buenas referencias de la prensa.
Una reunión que ha tenido lugar tras un pulso real de Letizia contra la agenda, la Corona, la institución y el Rey. Se negaba en rotundo a reunirse con Melania. Su lucha personal contra la figura de la 'mujer florero' y a favor de quien tiene cabeza, voz y voto (aunque sea metafórico y no literal ni electoral) trastocaba los cimientos de sus convicciones más profundas. En cambio, a tenor de los últimos acontecimientos, la reina no ha tenido más remedio que sonreír, claudicar y comulgar, de nuevo, con ruedas de molino.
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