La lluvia intermitente y las fuertes rachas de viento que azotan estos días las Islas Baleares no conocen de protocolo. Eran las 11:50 horas de la mañana de este Domingo de Resurrección cuando el rey Felipe VI (51) conduciendo su propio coche, hacía su entrada a la Plaça de la Seu, el lugar donde se erige la imponente Catedral de Palma de Mallorca.
Junto a él, para asistir un año más a la tradicional Misa de Pascua, las cuatro mujeres de su vida: la reina Letizia (46), de copiloto; y en la parte trasera del Volvo, las infantas Leonor (13) y Sofia (11) y la reina emérita Sofía de Grecía (80). A destacar, la ausencia del rey Juan Carlos (81), quien, tal y como adelantó EL ESPAÑOL está pasando sus vacaciones de Semana Santa en lugares tan lejanos como paradisíacos, pues tras el incidente del año pasado, ya avisó que en esta ocasión no contasen con él.
Efectivamente, tras el sonado desencuentro entre las reinas Letizia y Sofía del pasado año, en la mañana de este domingo, como no podía ser de otra manera, todos los ojos estaban posados sobre ellas. Y ya ha vuelto Letizia por donde solía. La reina de España ha demostrado ser la reina autosuficiente. A su familiar llegada, todos han abierto las puertas del coche que les correspondían -esta vez nadie ha complicado a nadie-.
En ese momento, una tímida nube se ha posado sobre la catedral de los disgustos de la Familia Real y el personal de la Casa del Rey se ha apresurado en abrir amplios paraguas para proteger a sus miembros. Al rey Felipe no le ha importado mojarse, la reina Sofía se ha dejado guarecer por su equipo de seguridad, pero la reina Letizia, una vez más, ha cogido el paraguas por el mango. Letizia se ha enfrentado al suelo húmedo y empedrado de Palma con unos stilettos de tacón medio, portando su propio paraguas y demostrando autarquía.
Los más de 50 medios de comunicación acreditados para captar el reencuentro entre Letizia y Sofía han asistido a una escena habitual. Letizia no se ha bajado del pedestal y ha marcado, nuevamente, los pasos de la Familia Real. Viendo que su hija pequeña, Sofía, se colocaba donde no debía; rápidamente le ha indicado su posición final. Nueve segundos exactos han posado ante la prensa. Era al filo del décimo segundo cuando la reina Letizia ha decidido romper la armonía de tan idílica estampa para saludar a los religiosos que los esperan, año tras año, a las puertas de la Basílica de Santa María.
A la salida, el momento en que el año pasado tuvo lugar la desapacible escena, ambas Reinas sabían que era la hora de actuar. Letizia, en su papel, ha preferido volver a mostrar complicidad con sus hijas, mientras saludaba a los medios de comunicación y los curiosos que hasta allí se han acercado. Por su parte, ha sido la reina Sofía quien ha rondado a su nuera, intentando regalarle un gesto de complicidad, una caricia y una mirada cariñosa... ¿Capítulo cerrado para siempre o el principio de uno nuevo?
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