En enero de 2016, cuando el príncipe Moulay Hassan de Marruecos tan sólo tenía 12 años, protagonizó uno de esos momentos que permanecerán para siempre en el imaginario colectivo de la sociedad internacional. Al presidir uno de sus tantos actos en solitario, aquel pequeño niño llamado a ser rey, demostraba lo que se creía que era su marcada personalidad realizando un polémico gesto que dio la vuelta al mundo.
El primogénito de Mohamed VI (57), al ser saludado por las autoridades de su país, les retiraba la mano justo en el instante en el que ellas se la intentaban besar. Según la milenaria tradición alauí, cuando alguien saluda a un miembro de la monarquía, esa persona debe besar la mano del representante real.
Pero ¿fue aquello un error histórico de protocolo? ¿Retiró el príncipe Moulay Hassan, cuya formación institucional es exquisita desde que tiene uso de razón, de manera consciente la mano a las autoridades provocando malestar entre los mandatarios y el pueblo marroquí? Parece que la respuesta a ambas preguntas es rotundamente no.
El ademán más criticado de Moulay Hassan se debería a una orden directa de su padre, a efectos prácticos, el Rey, la persona a la que un día sustituirá, el cargo que un día ostentará. Efectivamente, meses después y tras un tiempo de meditada reflexión, el diario Ajbar al Yawm informaba de que Mohamed VI de Marruecos había ordenado en una de sus recepciones públicas que los invitados no practicasen con él el besamanos en el momento del saludo.
Fue en su 54 cumpleaños, cuando el soberano realizó una gran recepción a dignatarios de su país en Mdiq, Rincón, en la llamada Fiesta de la Juventud. Los responsables de protocolo se acercaron una a una a las personas convidadas para solicitar expresamente que se abstuvieran de besar la mano del Rey. A partir de entonces, sólo se le podía saludar con un apretón de manos o un beso en el hombro.
El beso en la mano
El citado diario local lanzaba entonces una pregunta al aire con cierto tono de preocupación y desasosiego por su historia: "¿Nos acercamos al final del besamanos real?". El besamanos es una tradición ancestral no escrita en Marruecos, obligatoria en tiempos del anterior monarca, Hasán II, padre del Rey actual.
Con el ascenso al trono de Mohamed VI en 1999, hace ya más de dos décadas, se empezó a especular con la posibilidad de que se acabaría con ella, como acabó con el harén -pueblo de mujeres que rodeaba al monarca y junto con los sirvientes formaba el nudo central del Majzen- o con otros usos palaciegos.
En este sentido, la institución monárquica alauí es tan opaca que hasta la fecha no ha divulgado ningún comunicado oficial respecto de esta tradición. Tampoco se espera que así suceda. Desde que Mohamed VI advirtiera en aquel entonces de que no quería que nadie le besase la mano, cada vez hay más personas optan por besar el hombro del Rey y del príncipe Moulay Hassan; o directamente estrechan su mano con una leve reverencia, sin que parezca existir hasta hoy un código claro sobre el modo de actuación.
Pese al amor del pueblo alauí por cumplir las tradiciones, en los últimos 15 meses ha sucedido algo inesperado, histórico, que complica aún más el hecho de que la leyenda del besamanos continúe adelante. La pandemia de coronavirus también ha azotado Marruecos, dejando más de 9.200 fallecidos y más de 500.000 infectados, de los 36 millones que habitan el país.
Desde que en marzo de 2020 se decretase el estado de alarma sanitaria por la Covid-19, las tres grandes bazas para evitar la imparable propagación del virus fueron el uso de la mascarilla, la distancia social y lavarse las manos. Justo el trío de elementos enemigos directos del besamanos marroquí, que requiere cercanía y contacto, hoy más en el aire que nunca.
[Más información: Moulay Hassan de Marruecos, el 'terror' de sus tías: por qué las hermanas del Rey no quieren que reine]
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