Era junio de 2014, el mes que marcó para siempre el destino del rey Juan Carlos (83 años) por el anuncio de su abdicación, pero también el de su hijo, Felipe de Borbón (53), en quien legó la corona de España. Junto al heredero al trono en este solemne acto de la ceremonia de la promulgación y sanción de la Ley Orgánica de abdicación Juan Carlos celebrado en el Palacio Real también estaban Letizia (48), entonces princesa de Asturias, y sus dos hijas, las infantas Leonor (15) y Sofía (14).
Los gestos cómplices entre madre e hijas se hicieron más que evidentes -hubo incluso un guiño de ojo de Letizia nunca antes visto- y fueron recogidos por las cámaras de televisión, que analizaron plano a plano todos los movimientos de quienes serían, apenas horas después, la reina de España, la princesa de Asturias y la infanta.
En aquel instante, Leonor tenía 8 años y Sofía tan sólo 7. Sencillamente dos niñas en un acto histórico con un enorme peso institucional para el país. En un momento de la ceremonia, Letizia se dirigió a sus hijas con la mirada y cuando Leonor y Sofía entraron en contacto visual con ella, con rictus serio, la experiodista les afeó un gesto. La esposa de Felipe VI juntó las palmas de las manos para indicarles que mantuvieran las piernas cerradas.
Ni en movimiento pendular, ni cruzadas. Piernas cerradas, pues es así como lo indica el protocolo. En realidad, el protocolo dice que las mujeres de la Familia Real y de la familia del Rey deben sentarse con las rodillas juntas. Pueden cruzar los tobillos por detrás e inclinarse ligeramente hacia un lado, pero por ningún motivo, se debe cruzar una pierna encima de la otra.
Pero si algo nos han querido enseñar los reyes de España en estos siete años es que lo suyo es -o al menos así lo intentan- una monarquía renovada, moderna y de tiempos actuales. Desde que Juan Carlos abdicara la Corona en Felipe, sus bazas han sido claras: transparencia, austeridad y meritocracia.
A eso hay que añadir el constante intento de naturalidad por parte de la Familia Real para que sus hijas vivan y crezcan en un contexto algo menos hermético que en el que se crio su padre -no hace falta que se recuerde que Letizia llegó a Zarzuela y a sus estrictas normas de protocolo con 31 años-.
De un tiempo a esta parte, especialmente tras los escándalos protagonizados por Juan Carlos, las infantas Elena (57) y Cristina (55) y por Iñaki Urdangarin (53), gran parte de la responsabilidad para rehabilitar la imagen de la institución ha recaído sobre los hombros de Letizia, quien está realizando un trabajo encomiable en este sentido.
Para romper barreras caducas, la Reina se muestra últimamente más cercana, accesible. Y precisamente en este sentido, en un ademán de naturalidad, la consorte, en sus actos recientes, está haciendo el gesto que en su día afeó a las infantas: cruzar las piernas.
Llamó la atención de público y prensa este domingo, cuando reapareció en Palma de Mallorca en la clausura de la Atlántida Mallorca Film Fest, donde entregó sendos premios a la actriz Judi Dench (86) y al director Stephen Frears (80). Letizia se sentó y lució piernas cruzadas y bronceadas.
Y no es la primera vez que lo hace. El pasado 3 de junio, realizó el mismo controvertido gesto en la reunión con el Patronato de la Fundación de Ayuda contra la Drogradicción, del que es presidenta. El debate está servido, ¿error de protocolo o ademán con intención de una monarquía renovada?
[Más información: La sintonía de la reina Letizia y sus hijas en el posado oficial: azul, blanco y un guiño a Palma]
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