La Familia Real británica, casi al completo, se reunió este martes 29 de marzo para celebrar la misa en acción de gracias por la vida del duque de Edimburgo, fallecido en abril de 2021 a los 99 años de edad. Una cita muy emocionante en la que estuvieron acompañados de otros miembros de la realeza europea y que no solo fue la gran despedida de un hombre clave en la historia del Reino Unido. También se convirtió en la controvertida reaparición del príncipe Andrés (62 años).
Tras casi un año alejado de la escena pública, el duque de York volvió a situarse en la primera plana, siendo uno de los grandes protagonistas del día. Fue él, de todos los hijos de Isabel II (95), quien escoltó a la Reina hasta su sitio en la Abadía de Westminster. Ocupando, además, un lugar de honor en el centro religioso al sentarse en la primera fila.
Había muchos familiares y opciones disponibles, como un bastón, pero la Reina eligió al más polémico de sus hijos con un claro propósito: mostrarle su apoyo público.
Un gesto que no podía ser más claro, tal y como analiza Cristian Salomoni, criminalista experto en lenguaje no verbal y director del IIAC Instituto Internacional de análisis de la conducta, que explica a EL ESPAÑOL que fue "una manera de reintroducir otra vez al príncipe Andrés en la familia y en la sociedad".
"Es un gesto no verbal potente", matiza el experto, para quien lo verdaderamente importante es la presencia del duque de York del brazo de su madre. "Es el gesto de una madre que confía en el hijo al que muchos acusan. Ha sido una rehabilitación pública", dice.
Esa docena de metros que recorrieron juntos y agarrados han dejado muchas lecturas que desvelan no solo las intenciones de Isabel II, también cómo se sentía realmente el padre de las princesas Beatriz (33) y Eugenia (32).
El momento clave sucede tras dejar a su progenitora, cuando se queda solo y se acerca a su propio asiento, junto a su hermano pequeño, el príncipe Eduardo (58). Es ahí cuando ambos muestran sus verdaderos sentimientos. Salomoni destaca la incomodidad del conde de Wessex, que opta por intentar alejarse de su hermano, muestra de que no está a gusto con la situación.
Un análisis en el que coincide Javier Torregrosa, director de investigación y formación de No Verbal, que añade: "Andrés llega con el mentón bajado, un gesto que significa 'vergüenza', es lo que siente en ese preciso momento en el que se acerca a su hermano. Por su parte, Eduardo mantiene la cabeza erguida y el rostro al frente, manteniendo la mirada a su hermano mayor, que la esquiva fruto de esa vergüenza".
"El conde, sin embargo, no estaba avergonzado porque su mentón no baja, lo que él siente es rechazo", afirma a este digital Torregrosa. Aunque los hermanos no se llegan a dirigir la palabra en ningún momento, sus cuerpos lo dicen todo. "Se puede observar de una manera inequívoca que Eduardo no quiere ningún tipo de acercamiento con su Andrés, si no todo lo contrario, su cabeza se sitúa hacia el lado opuesto a este. Es un gesto de alejamiento".
Continúa el experto: "La dirección de la cabeza nos indica hacia dónde está nuestro verdadero interés, independientemente de dónde estemos mirando. Este es un gesto 'no consciente' que vemos muy a menudo en diferentes interacciones humanas". En el caso de los hijos de Isabel II, simboliza el gran distanciamiento que hay entre ambos en estos momentos.
"Cuando alguien tiene interés en algo o en alguien, su cabeza, durante ese pensamiento, se dirige en dirección hacia su interés. En el caso de que nuestro interés sea alejarnos de una persona, como es el caso de Eduardo, la cabeza apunta en dirección contraria, el etiquetado científico de este ítem gestual se denomina ALEG", desvela.
De este modo, el marido de Sofía de Wessex (57) se convirtió, sin quererlo, en el portavoz de los sentimientos de gran parte de la familia. Según desvela el diario británico Daily Mail, que cita a una fuente cercana a la Familia Real, gran parte de sus miembros están "disgustados" con la actitud de Andrés. Confiaban en que prevaleciera el "sentido común" del duque de York y que evitara tener un papel destacado durante la ceremonia, algo que finalmente no sucedió. De todos ellos, los más sorprendidos habrían sido el príncipe Carlos (73) y el príncipe Guillermo (39), que estarían "consternados" por su forma de actuar.
Lo cierto es que padre e hijo han sido lo más críticos con Andrés y, tal y como informó la prensa británica hace unas semanas, fueron ellos los que solicitaron a Isabel II que despojara al duque de York de todos sus títulos, algo que la soberana aceptó.
La situación cambió tras conocerse el acuerdo económico entre el royal y la estadounidense Virginia Giuffre (38), la mujer que le acusaba de abusos sexuales. Desde entonces, la Reina británica no ha hecho más que mostrarle su apoyo, primero ayudándole a pagar los más de 14 millones de euros del acuerdo y, ahora, dejando que fuera él quien le acompañara del brazo.
Si bien esta ha sido la gran reaparición pública del príncipe Andrés, no se espera que participe en las celebraciones oficiales por el Jubileo de Platino con motivo de los 70 años del reinado de Isabel II que están previstas para principios de junio.
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