Gran noche de gala en el Palacio Real de Ámsterdam. Los reyes de los Países Bajos, Guillermo Alejandro (55 años) y Máxima (51), recibieron en su residencia oficial capitalina este pasado miércoles, día 9 de noviembre, al presidente de Italia, Sergio Mattarella (81), y a su hija Laura (55) -los soberanos en realidad viven en el Palacio de Huis ten Bosch, en La Haya-.
Los monarcas neerlandeses abrieron las puertas de uno de sus palacios para ofrecer al mandatario italiano una cena de gala con motivo de su visita de Estado a Holanda. Para la ocasión, la Reina volvió a sacar sus mejores armas estilísticas y, más allá de eso, hizo un impresionante despliegue de joyas, muy al estilo royal europea, en poca ocasiones visto en España.
Para tan especial ocasión, Máxima de Holanda lució uno de los diseños más elegantes de su vestidor: una pieza de costura, hecha a medida, en color dorado y firmada por la prodigiosa aguja de Jan Taminiau, uno de sus creativos favoritos y que también ha debutado en vestidores de aristócratas patrias como la duquesa de Huéscar, Sofía Palazuelo (30) o la marquesa de Griñón, Tamara Falcó, que lo eligió para que confeccionase el vestido que llevó en su fastuoso 40 cumpleaños.
El de Máxima de Holanda es un vestido largo hasta los pies, ceñido a la cintura y plagado de lentejuelas en mismo tono golden. Estas pequeñas piezas brillantes van formando rombos, que nacen simples en la zona alta de los hombros y el pecho y mueren de forma mucho más gruesa, con estilo romántico, al final de la falda. Lleva un cinturón incorporado, las mangas largas son semitransparentes y el cuello redondo apenas se aprecia por la magnitud del imponente collar de perlas de cinco vueltas.
Sobre la cabeza de la Reina se posaba una de las joyas más impresionantes de la Corona holandesa: la tiara Württemberg, la misma que lució en octubre de 2014 para una cena de gala en el Palacio Imperial de Japón.
Esta pieza de valor incalculable tiene un complejo diseño presidido, sobre todo, por diamantes y perlas que forman volutas y flores de lis -el símbolo más importante, por cierto, de la Corona española-. La Württemberg está coronada por dos filas de perlas en forma de gota: una fila más baja, con seis, y una más alta, donde hay cinco. Ambas filas son desmontables, como sucede con la mayoría de tiaras de la realeza mundial y pueden ser reutilizadas.
Esta tiara es tremendamente particular y es que se trata de la que llevó la princesa Beatriz de Holanda (84), madre del rey Guillermo y suegra de Máxima, el día de su boda. Está considerada una de las joyas de pasar -lo que aquí en España sería el lote de pasar de la reina Letizia (50)- y no deja de impresionar por la cantidad de brillantes engarzados y las infinitas perlas. Se cree que fue un regalo del rey Guillermo I a su hija, Sofía, aunque su origen, es desconocido.