Si hay un nombre que Corinna Larsen (58 años) pronuncia múltiples veces en todos y cada uno de los capítulos emitidos hasta hoy de su polémico pódcast, Corinna y el rey, además del de Juan Carlos (84), es el de Vicente García-Mochales. La empresaria, que mantuvo una relación sentimental con el emérito durante diez años, cuenta su historia en inglés, pero de sus labios emana la sílaba "ce", de Vicente, en un castellano perfecto.
Y no es porque su español sea óptimo, sino por los años y años de cercanía con quien fue y es el jefe de escoltas del rey Juan Carlos, antes y después de la abdicación; antes y después de abandonar España. En el tiempo en el que Corinna iba junto al jefe del Estado, Vicente García-Mochales, por supuesto, también la protegía a ella, a su hijo Alexander (22), y a su exmarido, Philip Adkins, que fue otro de los invitados al Delta del Okavango en el viaje donde Juan Carlos se rompió la cadera.
En aquella década de romance, con sus idas y venidas, las confesiones entre la empresaria y el guardaespaldas del soberano fueron constantes hasta el punto de que Corinna Larsen desveló que fue García-Mochales quien se acercó a ella tras el accidente de Botsuana y le comunicó: "El Rey se nos muere. Tiene una hemorragia interna".
Vicente García-Mochales, teniente coronel de la Guardia Civil, accedió a la Unidad de Seguridad de la Casa Real de su Majestad el Rey en el año 2007. A lo largo de estos 15 años, el devenir del jefe del Estado ha cambiado sobremanera: Botsuana, la irrupción de Corinna, la abdicación, los presuntos negocios opacos en el extranjero y el golpe definitivo de Felipe VI (54) y su exilio forzoso del país en el que reinó durante 39 años.
A su lado, siendo su apoyo y su bastón, casi literalmente, García-Mochales, a quien sus seres queridos llaman cariñosamente Mochi. Los orígenes de Vicente son castrenses, pues procede de una familia de militares y es un experimentado jefe del instituto armado, además de ostentar el ilustre cargo de ser la persona en la que Juan Carlos más confía.
Hoy se encuentra junto a él en Abu Dabi, dirigiendo la seguridad del emérito junto a un equipo de seis guardias civiles más. En la mayoría de imágenes del monarco en público en los últimos tiempos, ahí estaba él: en los toros, en la Fórmula 1 de los Emiratos Árabes Unidos, en Sanxenxo o en última instancia, en el fastuoso funeral de Estado de la reina Isabel II de Inglaterra.
Fue el pasado 18 de septiembre cuando Juan Carlos y Sofía coincidieron por primera vez en público, dos años y medio después de que el emérito se mudase a Abu Dabi. Lejos de acceder el emérito del brazo de su esposa a la Abadía de Westminster, lo hacía apoyado en Vicente García-Mochales, quien siempre se muestra en un segundo plano, pero al que es inevitable fotografiar por su cercanía física a quien da protección.
En su ámbito es considerado "un profesional serio, eficaz y de total lealtad a SM, hasta el punto de haber participado en asuntos relacionados con la economía sumergida", tal y como publica El Confidencial.
En julio de 2020, el citado medio publicó que Mochi -así consta, además, en los documentos- envió un correo desde una cuenta de Hotmail a la Fundación Zagatka de Liechtenstein para que esta entidad asumiera el coste de unos billetes de avión a Tahití, un viaje que Juan Carlos hizo desde Los Ángeles hasta la Polinesia Francesa a finales de 2015. Aquel servicio fue abonado por la Fundación Zagatka, de la que era testaferro el primo del rey, Álvaro de Orleans.
Su vuelo más difícil
Son infinitos los aviones privados que Juan Carlos y Mochi han compartido a lo largo y ancho del planeta Tierra. Su viaje más difícil, sin lugar a dudas, el que realizaron aquel funesto 14 de abril de 2012 junto a Corinna Larsen desde Botsuana a Madrid mientras el Rey llevaba la cadera rota y una hemorragia interna.
En el jet, a Juan Carlos le empezaron a inyectar líquidos por vía intravenosa para prepararlo para la operación. De repente, cuando el aeroplano toma velocidad de crucero, una de las azafatas se acerca a Corinna y le dice: "Señora, el Rey ha pedido una copa de vino".
"Inmediatamente, llamé a Vicente, su jefe de seguridad, y le dije que el Rey estaba medicado y que había pedido una copa de vino. Su respuesta fue que él no hace caso a nadie y que hace lo que quiere. Me acerqué a hablar personalmente con él y me dijo: 'Soy el Rey, puedo hacer lo que me dé la gana'".