El pasado 16 de noviembre, jueves, la plataforma Netflix estrenó los cuatro primeros capítulos de la sexta temporada de The Crown, la célebre ficción centrada en la historia, y aciagos avatares, de la Familia Real británica.
El primer capítulo, titulado Persona non grata, analizado por EL ESPAÑOL, comienza con la trágica escena que marcó para siempre a todos los miembros de la familia: el fallecimiento, en accidente de tráfico, de Lady Di, el 31 de agosto de 1997.
Un hombre pasea a su mascota cerca del Puente del Alma, en París, cuando presencia cómo el vehículo donde viaja Diana de Gales entra en el puente para no salir nunca más. Este primer episodio se centra, en concreto, en los acontecimientos que ocurrieron ocho semanas antes del irreversible desenlace de la princesa Diana.
En ese inolvidable y doloroso 1997 tuvo lugar un acontecimiento importante en el seno de la Familia Real británica: el 50 cumpleaños de la entonces princesa consorte Camilla de Cornualles (76 años), pareja sentimental del por entonces príncipe Carlos (75).
Los preparativos de esta manga fiesta coincidieron con las vacaciones de verano de Lady Di y sus hijos, Guillermo (41) y Harry (39), en compañía del empresario egipcio Mohamed Al-Fayed, quien estaba muy interesado en unir amorosamente a su hijo mayor, Dodi Al-Fayed, con Diana de Gales.
Al mismo tiempo que el millonario Mohamed arranca su ambicioso plan para que su primogénito -comprometido con su pareja, Kelme Fisher- abandone sus planes de boda y conquiste a Lady Di, en esos días de relax en su fabuloso yate, Carlos de Inglaterra vive con gran nerviosismo y angustia los pormenores del aniversario de la que estaba llamada a ser su futura esposa.
Desde el minuto uno, la mayor preocupación del padre de Guillermo y Harry era la confirmación de asistencia al festejo de su madre, la reina Isabel II. "¿Qué sabemos de mi familia?", pregunta Carlos a su asistente en su despacho. "El recordatorio de la invitación se envió hace dos semanas", se le informa. "¿Hay respuesta? Es vital que la Reina asista a la fiesta. (...) ¿Podrías hablar con su secretario y recalcar lo importante que es para mí?", insiste el entonces Príncipe.
"Un gesto de aprobación de la Reina impulsaría la campaña para legitimar a Camilla. Todo lo demás es mera apariencia", apostilló el vástago de Isabel II. "Diana y yo llevamos divorciados un año, separados cinco. El momento, querida, es ahora", le enfatiza Carlos a su razón de amor, cuando ésta le pide paciencia.
Al ser informado de que sólo la princesa Margarita -hermana de la Reina- había confirmado su asistencia, Carlos suspira y dice: "Tendré que hacerle una visita". Ya intuye Carlos de Inglaterra que su madre le hará el gran desaire público de no asistir al gran día de Camilla.
El Príncipe, finalmente, es recibido por su madre. "Quería preguntarte si has recibido la invitación para la fiesta de cumpleaños de Camilla", interpela el hijo de la monarca. Ella, en apariencia impertérrita y fría, sostiene: "Sí, creo que la hemos recibido. Hace semanas...". Ante la siguiente y obvia pregunta de su hijo, Isabel II le saca de dudas: "No voy a poder asistir. Tengo un compromiso en la fábrica Rolls-Royce".
"Estas cosas se planifican con mucho tiempo", intenta zanjar la conversación Isabel II ante la insistencia de su hijo para que cuadre su agenda de otro modo. "¿Por qué iba a tener que cambiarlo? ¿De verdad es tan importante que asista? (...) Es sólo una fiesta de cumpleaños. (...) ¿Por qué quieres a una vieja decrépita por allí?", resuelve la Reina.
"Aparte de que tu mera presencia mejora cualquier celebración, tu asistencia, no sólo como mi madre, sino como Reina, sería todo un impulso para Camilla. El pueblo nunca la aceptará hasta que tenga tu aprobación", trató de apaciguar Carlos. Isabel II ni se inmutó: "¿Y cómo voy a dar mi aprobación cuando no lo apruebo? No es nada personal; seguro que es muy simpática. Es una cuestión de principios. Dos matrimonios y familias perfectas se han desvanecido con este...".
"¿Amor, mamá, amor?, se desespera Carlos. "No quiero seguir discutiendo", remacha, ahora sí, Isabel II. Pese a esta negativa, a Carlos y Camilla se les informa que las encuestas de medios británicos están con ellos, y apoyan no sólo su romance, sino también su futuro casamiento. En efecto, Isabel II no acudió a la celebración de cumpleaños.
Su lugar lo ocupó, de algún modo, la princesa Margarita. En un momento dado de la fiesta, Carlos entona un emotivo discurso: "Al ir cumpliendo años, uno empieza a comprender qué es lo que valora en la vida. La salud, la familia y los amigos. Las personas que enriquecen nuestra vida y que no soportaríamos estar sin ellas. Esta noche estamos aquí para homenajear a una persona que, me temo, ya no soportaría estar sin ella".
La princesa Margarita, hermana de Isabel II, asiste un tanto emocionada y conmovida a estas palabras de su sobrino. Parece darse cuenta cabal del amor entre Carlos y Camilla. Tras la fiesta, Margarita habla con su hermana, la Reina, por teléfono. "La pareja parece feliz. Muy feliz. ¿Sabes? Creo que nunca he visto a Carlos tan relajado y feliz. Completamente, él mismo", informa la Princesa.
Isabel II capta la indirecta: "¿Por eso me estás llamando? ¿Me estás diciendo que debería estar ahí?". "Creo que si empezaras a mostrar apoyo a Carlos en estos momentos, no harías nada malo. Porque algún día será Rey y queremos que sean felices", opina Margarita.
Isabel II, finalmente, llama a Carlos. "Soy yo. ¿Te molesto? Sólo quería preguntar cuándo vuelven los niños. (...) ¿Qué tal la fiesta de cumpleaños? (...) Siento que lloviese".
Un primer y, aunque tímido, claro acercamiento de Isabel II a Camilla y, por extensión, a su hijo: "Me alegro de que estés tan eminentemente feliz". Carlos sonríe y Camilla se muestra sorprendida con este paso.