No fue un flechazo, ni mucho menos. Cuando Donald Trump (70) conoció a la modelo Melania Knaus (46), estaba casado con otra. Así que tuvo que insistir mucho para tener una primera cita con su actual mujer. Ella no quería saber nada de un tipo casado. Y encima, cuando se conocieron, en 1989 en una fiesta de la New York Fashion Week, el empresario iba con una novia. Una carta de presentación muy concreta.
Ese carácter fuerte que mostró la modelo en los inicios de su relación nada tiene que ver con su manera de manejarse en el matrimonio. "Somos compatibles. Literalmente, nunca hemos tenido una pelea. Olvídense de la palabra pelea", ha dicho Trump de su esposa. Dócil, tranquila, entregada a su marido, así es esta primera dama que seguramente disfrutará más sirviendo té que charlando de alta política.
Tampoco se muestra rebelde ya en sus apariciones públicas. Es fácil ver como su marido le dirige severas miradas, parecidas a advertencias de comportamiento. Ver como la coge de la cintura, o del brazo, con fuerza, como dándole instrucciones. Nada queda de aquella mujer alocada que no dudaba en posar desnuda, con un puro en la boca o en la cama con otra mujer.
Varios medios estadounidenses se preguntan ahora por ella. Porque desde que su marido ganara las elecciones, Melania se ha esfumado. Ni siquiera ha actualizado las redes sociales desde noviembre. Y en la última comparecencia ante los medios de su marido, esta semana en la Trump Tower, no hubo ni rastro de Melania. Sí, en cambio, estaba allí su hija, Ivanka.
Nada que ver el papel de la nueva primera dama con el de su antecesora, Michelle Obama (52), quien ha dejado el listón muy alto. El relevo que se producirá el 20 de enero, el viernes que viene, y muchos ojos se posarán en Melania Knaus, Melania Trump desde 2006, año en el que se casó con el magnate más famosos de Estados Unidos. La nueva primera dama nació en Novo Mesto, Eslovenia, en una familia de origen humilde. Fue su indudable belleza la que le permitió emprender una carrera de modelo que la salvó de un futuro mediocre.
De joven empezó los estudios superiores de Arquitectura, pero abandonó la carrera para dedicarse a la moda. Antes de viajar del Este de Europa a Estados Unidos vivió un tiempo en Milán y en París, donde desarrolló los primeros años de maniquí. En 1996, ya con cierto éxito, se trasladó a EEUU, en concreto a Nueva York, donde sabía que la vida iba a sonreírle. Y lo logró, aunque seguramente jamás pensó en que sería la 45 inquilina de la Casa Blanca.
La mujer del nuevo presidente obtuvo la nacionalidad estadounidense en 2006, hace tan solo 10 años. Un año antes se había casado con Trump, el ganador de las elecciones presidenciales, quien entonces era un magnate de la construcción. Es la tercera esposa del empresario y juntos tuvieron a Barron, su único hijo, en 2006.
La boda se celebró años después de mantener un noviazgo algo itinerante (se separaron y reunieron de nuevo varias veces). Y se hizo por todo lo alto en Florida, en una villa posesión del nuevo presidente, y contó con invitados estrella como Hedi Klum y P. Diddy. La novia lució un espectacular y recargado vestido valorado en 200.000 dólares diseñador por John Galliano para Dior.
Desde que Trump ganara las elecciones, el papel de Melania ha quedado muy en segundo plano. En un principio dijo que durante el mandato de su marido quería dedicarse a labores benéficas. Y poco más. Ni una entrevista. Aunque tampoco es de extrañar, puesto que durante la campaña electoral, cada vez que abrió la boca sembró la polémica.
Con un estilo distante, un gesto algo estirado y esa mirada perdida que parece que esté buscando en la lejanía, Trump protagonizó uno de los muchos escándalos que se recuerdan de la última campaña. En una de sus comparecencias ante el público republicano, pronunció un discurso que resultó ser un plagio de uno de los más históricos que ha pronunciado Michelle Obama en estos últimos ocho años. Fue un momento complicado para ella y no el único.
Con un pasado disoluto, con una carrera en la que combinaba la pasarela con desnudos en revistas, la presencia de Trump en la campaña de su marido no ha tenido demasiado peso. Y parece que así será su labor de primera dama. Cuando los medios rescataron la portada que protagonizó hace años en la que aparecía desnuda en provocativa pose, incluso con insinuaciones lésbicas, hicieron que su imagen se alejara todavía más del tradicional público americano.
A diferencia de su marido, parece que Melania no quiere dar que hablar más que lo justo.