Hace dos años, a pocos días de que la Iglesia celebrara su sínodo sobre la familia, un desconocido obispo polaco dio una entrevista explosiva. Dijo que era homosexual, que tenía novio y pedía al Vaticano que reconociera su naturaleza. No pudo ser, claro, y Krzysztof Charamsa (45) abandonó Roma, se instaló en Barcelona con su novio, Eduard Planas, con quien vive ahora en Badalona. Empezó entonces a darle vueltas a su realidad. Unas vueltas que han quedado plasmadas negro sobre blanco en La primera piedra (Ediciones B), una descarada y provocativa reflexión que se le atragantará a más de uno.
Muchos no se acordarán de su cara, otros, en cambio, se han acostumbrado a verla. Desde su mediática salida del armario, Charamsa se ha convertido en un habitual en las tertulias políticas de TV3. Porque es un firme defensor del derecho a decidir, lo que le valió para que le hicieran una entrevista en Catalunya Ràdio en octubre de 2015 que él aprovechó para contar su verdad.
Era entonces un alto funcionario del Vaticano, un hombre sumamente preparado que dejó boquiabierto al mundo. Nació en Polonia hace 45 años, y se formó en la Universidad de Pelpin y en la facultad de Teología de Lugano, Suiza. En 1997 se ordenó sacerdote y cinco años más tarde obtuvo el doctorado en la Pontificia Universidad Gregoriana, en el Vaticano.
Tal y como reza su biografía oficial, Charamsa es autor de diversos libros y artículos, y fue oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio y la oficina más importante del Vaticano. También fue segundo secretario de la Comisión Teológica Internacional, el organismo que reúne oficialmente a los teólogos más influyentes de la Iglesia católica.
Durante 18 años ejerció de sacerdote en diversas congregaciones, así como de profesor de Teología de la Universidad Pontificia Gregoriana y de la Universidad Pontificia Regina Apostolorum.
Con este currículo, Charamsa decidió mandar una carta al Papa Francisco con fecha del 3 de octubre de 2015. En su misiva escribió que había tomado la decisión de rechazar públicamente la violencia de la Iglesia contra homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales".
Ahora se dedica a defender los derechos de la comunidad LGBT. Su libro, que sale a la venta el 8 de febrero, es una bomba de relojería para la Iglesia. Porque uno de sus teólogos más influyentes, uno de los hombres que mejor conoce la institución por dentro, la pone en el disparadero. Aquí presentamos algunas de sus más explosivas reflexiones.
Seminarios homófobos
"A lo largo de los siglos, miles de personas con deseos y sentimientos homosexuales han pasado por los seminarios católicos, adoctrinadas por la única “verdadera” exégesis de los textos paulinos sobre la homosexualidad, que susurraba a sus oídos: “Odia a los homosexuales, se condenarán eternamente y no estarán con nosotros en el paraíso.” También yo he vivido esta pesadilla: en un ambiente cerrado, entre hombres solos, paradójicamente vestidos con ropas de mujer".
Gays: el mal
"Yo era gay. Lo soy desde que mis padres me dieron la vida. Deseaba ser sacerdote y, por eso, debía ser homófobo. Ante todo, estaba imbuido del juicio de condena hacia todos los homosexuales pervertidos: sabía que representaban el mal, un mal que no podía concernirme. Fue así como, convencido de que solo se trataba de una confusión adolescente, me habitué a pensar que el deseo que me inspiraban los muchachos solo era una natural tendencia a compararme con ellos".
Cardenales y paternidad
"Yo, gay, he sido fiel a la promesa del celibato porque nunca he practicado, en mi vida, la única sexualidad existente para la Iglesia: en efecto, nunca me he acostado con una mujer, a diferencia de algún cardenal, del que se dice que es un padre feliz".
Masturbación en la Iglesia
"Habría que preguntar a los obispos, sacerdotes, diáconos y catequistas cuántas veces se masturban, cuántas veces sienten la tentación, en quién piensan en sus fantasías —¿en una mujer o en un hombre? ¿o quizás en una orgía?—, hasta qué punto son o se han vuelto asexuados..."
La Iglesia aniquila a los homosexuales
"La Iglesia aniquila espiritual, psicológica y socialmente a los gays, no pocas veces llevándolos a la muerte física: crea ese clima en que se hace fácil odiar a una persona gay, lesbiana, bisexual, transexual o intersexual, una persona frágil cuya única culpa es pertenecer a una minoría y tratar de ser feliz tal como es. Todo esto siembra muerte, aunque nadie está en condiciones de probar cuántas son las víctimas ni de demostrar las consecuencias".
El clero: histérico y travesti
"El clero católico es esa corporación que, vestida con ropas femeninas, veta histéricamente que un chico se ponga una falda (como hacen los escoceses) e intente salir a la calle así. Travestis que persiguen a otros travestis. En mi vida cotidiana notaba una feliz regularidad: muchos curas gays eran buenos sacerdotes, a menudo mejores que los otros, más sensibles y más disponibles".