Como si de un personaje de Julio Verne se tratara, el viaje que realiza el velero privado más grande del mundo desde hace unas semanas se ha convertido en toda una odisea. EL ESPAÑOL ha sido testigo de la última parada del arduo periplo de la embarcación, que llegaba a Cartagena el pasado jueves para someterse a un chequeo en Navantia, concretamente unas pruebas de agua y puerto. Hay que tener en cuenta que Cartagena es uno de los puertos en los que resulta más barato llevar a cabo este tipo de exámenes.
La llegada del superyate a vela suponía todo un acontecimiento para los habitantes de la localidad y para los turistas que en ese momento paseaban por las proximidades del puerto, que desconocían si estaban ante un nuevo restaurante en el agua o ante un museo de arquitectura moderna. Tras el estupor inicial, pronto se corrió la voz de que se trataba de la embarcación de lujo de un millonario, concretamente del oligarca ruso Andrey Melnichenko (44 años).
El velero reposará en Cartagena hasta que finalice su puesta a punto y pueda ser devuelta a su dueño, aunque el periplo y posterior estancia del barco en aguas españolas no ha estado exento de polémica.
Días atrás, el Sailing Yacht A (llamado así para aparecer primero en los registros de barcos, en palabras del representante de Melnichenko) había tenido que pasar por un puerto noruego de camino a España (donde hubo de hacer frente al correspondiente pago del IVA), y posteriormente fue retenido en Gibraltar por parte de las autoridades del puerto debido al reclamo de más de 15 millones de euros que el astillero encargado de construir el velero reclamaba al propio Melnichenko. En ese momento el barco se dirigía al Peñón para reponer combustible. Tras varios días atracado frente a las costas, finalmente ambas partes llegaron a un acuerdo y el juez de la Corte Suprema de la Roca levantó el embargo, por lo que la embarcación pudo continuar su viaje hasta Cartagena.
La exclusiva embarcación, construida hace unos meses a petición del propio oligarca, costó en su día unos 450 millones de euros y fue diseñada por un viejo conocido de Melnichenko: el francés Philippe Stark (68), encargado también de rubricar el anterior yate del ruso, del mismo nombre.
El Sailing Yacht A mide 143 metros de eslora (superiores a las dimensiones de un campo de fútbol) y 25 metros de manga, y tiene una quilla de 8 metros de largo. Además, el palacio flotante cuenta con todo tipo de lujos, entre los que se encuentran ocho cubiertas.
Asimismo, dispone de los tres mástiles de composite más grandes del planeta -dentro del palo más largo, de 100 metros de altura, Melnichenko se ha construido una habitación-. La velocidad máxima que alcanza el superyate a vela es de 22 nudos, con una autonomía de 5.300 millas. Además de composite, el acero y la fibra de carbono son los otros dos materiales de los que está compuesta la lujosa embarcación.
La capacidad del velero, que constituye todo un desafío arquitectónico además de un capricho, es de veinte personas, más una tripulación de medio centenar.
Melnichenko, el millonario excéntrico
El oligarca ruso es uno de los hombres más ricos del planeta (ocupa la posición número 139). Según Forbes, su fortuna está estimada en más de 13.000 millones de dólares, lo que le ha alzado al undécimo puesto entre los rusos más pudientes. Ha logrado duplicar su patrimonio desde 2010 gracias a un imperio industrial formado por carbón, fertilizantes y energía, los pilares de su riqueza (en 2007 vendió sus negocios financieros).
Casado y con una hija, Melnichenko posee también el yate A, que lleva el mismo nombre que el velero y que Philippe Stark diseñó en sólo cuatro horas. 120 metros de eslora en una embarcación no tiene nada que envidiar a un buque de guerra, eso sí, con todos los lujos inimaginables: cuenta con jacuzzi, helipuerto, cristales antibalas, circuito cerrado de cámaras, sensores de movimiento, una cápsula de escape y sistemas de apertura mediante huella dactilar, entre otras excentricidades.