Es la mujer de la semana. El nombre de Corinna zu Sayn-Wittgenstein (53) que vivía adormecido tras el boom de su inesperada llegada a nuestras vidas en 2012 como la 'amiga entrañable' del rey Juan Carlos I (80) vuelve a primera línea de fuego y de la peor de las maneras.
Tras las cintas destapadas por EL ESPAÑOL en las que la princesa germano-danesa habla de presuntas irregularidades por parte de quien fuera jefe del Estado durante cuatro décadas, es ahora Philip J. Adkins (58), su primer marido, quien rompe su silencio para la revista Vanity Fair.
Sus palabras denotan un profundo cariño a quien es su íntimo amigo, Juan Carlos I y un absoluto desprecio por la madre de su hija. "¿De verdad piensa alguien en España que está tratando con una persona honesta y estable? Vamos, hay muchas pruebas en su forma de expresarse en privado que indican que Corinna es una sociópata narcisista".
Dibuja una imagen de ella diametralmente opuesta a la de víctima que ella misma dice ser en las cintas a las que EL ESPAÑOL ha dado luz. "España le dio a Corinna un breve momento de atención pública y ahora ella tiene que lidiar con la dolorosa realidad de ser poco interesante e insignificante", relata Adkins. Y continúa: "No hay cirujano plástico ni banquero que pueda cambiar eso. Corinna siempre ha estado muerta por dentro".
Y no solo eso, sino que utiliza su status de exprincesa (tras el divorcio con su segundo marido, el príncipe casimir, perdió el título) para referirse a ella en tono de mofa como "Su Alteza Serenísima". No duda, eso sí, en defender a su gran amigo, el emérito Juan Carlos I, sobre quien está puesto el ojo de la justicia, la prensa y los ciudadanos de España: "Mi amigo es un gran hombre y una figura histórica. Ha contribuido al bienestar de una Nación. Siempre tendrá mi respeto, afecto y lealtad".
El empresario y la joven Corinna Larsen (este era su apellido antes de utilizar el de su segundo marido, y su título de princesa) se conocieron en Francia en 1989. En palabras del propio Adkins, fueron unos amigos comunes quienes la pusieron en su camino. "Unos amigos organizaron una cena de fin de viaje en París e invitaron a Corinna, que vivía entonces allí. Fue amor a primera vista”, declaraba.
En apenas dos años, se casaron e instalaron su vida familiar en Londres, donde tuvieron a su primera hija en común, Nastassia Adkins (26), quien también tiene relación directa con nuestro país precisamente en el tiempo en que su madre era íntima amiga del rey emérito. El paso Nastassia por España fue discreto pero patente. La joven, antes de marcharse a estudiar a la Academia Deerfield, uno de los institutos más prestigiosos de Estados Unidos fue contratada por el Museo Nacional del Prado en calidad de becaria.
En los tres meses que duró su beca realizó traducciones del español al inglés, idiomas que maneja a la perfección, y elaboró informes online sobre la tienda del Museo. El matirmonio entre Adkins y Corinna duró diez años hasta que la germano-danesa inició una relación con su segundo marido, el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein, de quien también obtuvo de apellido.
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