Kobe Bryant y su hija Gianna María, de 13 años de edad, fallecían en la mañana de este domingo en Calabasas (California) en un accidente de helicóptero. Se dirigían a entrenar, pues la joven era una gran promesa del baloncesto, siguiendo así los pasos de su padre, una leyenda de las canastas. Pero el horroroso destino y, según apuntan medios estadounidenses, la opaca niebla de aquel día hizo que el vehículo en el que viajaban el deportista y su hija junto a siete personas más acabara estrellándose en las colinas sin dejar supervivientes.
Los medios norteamericanos zanjaron de golpe todas las emisiones de las parrillas de programación y mostraron en directo y al unísono las imágenes del terrible accidente. Nadie daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Y quienes menos podían creer lo que veían sus ojos eran Vanessa Laine (37) y sus hijas.
Ellas son las "princesas" de Kobe Bryant, como él mismo las llamaba. Natalia Diamante (17), Bianka Bella (3) y Capri Kobe (7 meses) lloran la muerte de su padre y de su hermana Gianna María, y que encuentran el apoyo más fuerte de su madre en estos duros momentos.
Todas las hijas de Bryant tienen su segundo nombre en español debido a su familia materna. Su abuela, madre de Vanessa Laine, es mexicana, y la esposa de Kobe siempre ha reivindicado su faceta latina y ha envuelto a sus hijas en los valores del mestizaje.
De hecho, el propio baloncestista decidió estudiar español escuchando mucha música hispana y viendo telenovelas para conquistar a Vanessa. Se conocieron gracias a una disciplina muy alejada del deporte y de las canchas de la NBA.
En los años 90, en plena ebullición de los ritmos pop y de figuras como Michael Jackson haciendo algún 'cameo' en otras artes como el cine o el rap, Kobe Bryant decidió probar suerte en el mundo de la música. A pesar de las horas y días que pasó grabando en el estudio, ese disco nunca salió al mercado, aunque resultaba ser un proyecto tan avanzado que el equipo incluso ya tenía ideas para sus videoclips y puestas en escena. Gracias a esos ensayos con baile incluido conoció a la que se convertiría en la mujer de su vida y madre de sus cuatro hijas.
En 2001 sellaron su amor con una boda en la que no faltaron las buenas vibraciones, risas y sonrisas de las que siempre han presumido como pareja. Tampoco fueron pocas las declaraciones de amor entre marido y mujer.
De hecho, Kobe y Vanessa nunca quisieron ocultar al mundo lo enamorados que estaban a pesar de cargar a sus espaldas más de 20 años juntos y lo demostraban día a día con cientos de mensajes románticos en sus respectivas redes sociales.
Los casi dos metros de altura de Bryant y su carácter en la cancha le hacían parecer un hombre rudo e inalcanzable, pero en realidad era un hombre humilde, cariñoso y muy sensible con los suyos.
Gianna María, su ojito derecho
Era la segunda hija en orden de edad de Kobe y Vanessa. A todas las mujeres de su vida familiar el deportista las llamaba "princesas" o "principesas", pero lo hacía con especial cariño hacia su ojito derecho, su Gigi. Ella siguió los pasos de su padre y desde muy pequeña mostró un interés increíble por el baloncesto y por convertirse en la leyenda que fue su progenitor pero en su versión femenina.
Bryant inundaba sus redes sociales con fotos de su amada familia pero Gianna María tenía un hueco especial en sus publicaciones. Cada vez que acudían a un partido de baloncesto lo hacían desde la primera fila. Desde allí, la joven resolvía sus dudas sobre el juego preguntando a su padre, todo un experto. Él no escatimaba nunca en explicaciones y miraba a su hija a los ojos cada vez que le hacía una pregunta. Su pequeña nunca bajaba la atención sobre las palabras de su padre ni sobre lo que estaba ocurriendo en el terreno de juego.
De esta forma se convirtieron en el mejor tándem dentro y fuera de los pabellones deportivos. Juntos ya habían protagonizado portadas de revistas ligadas al baloncesto y la NBA, y Gigi ostentaba clubs de fans a lo largo y ancho de EEUU. Nadie dudaba de su talento y mucho menos su padre que nunca faltaba a sus entrenamientos y partidos y la animaba con fervor, con besos y abrazos eternos. Tan unidos estaban que, desgraciadamente, ni siquiera el destino les ha separado para el adiós.
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