En la década de los 60 pasó de ser Raffaella Pelloni para convertirse en Raffaella Carrà, una diva transformada en icono que no pierde vigencia. Murió el 5 de julio de 2021, pero sus canciones siempre están de actualidad. Ahora, además, se presenta un musical en su nombre en Madrid -Bailo, Bailo- y el pasado 3 de enero Disney+ estrenó una serie documental, Raffaella, donde se relata su historia.
Carrà valoró su privacidad, por lo que siempre fue imposible descifrar su intimidad. Detrás de la alegría y la simpatía en el escenario se escondían historias de melancolía y un pasado agridulce. Parecía hablar sin tapujo de sus historias, pero nunca profundizó demasiado. Tanto así que ocultó a todos la enfermedad -cáncer de pulmón- que acabó con su vida. Como señala en el documental uno de sus amigos más cercanos, Rosario Fiorello: "Nos hizo dudar de si la conocíamos tanto como creíamos".
Lella, el primer episodio de Raffaella, expone las dos personalidades con las que siempre convivió la artista: Raffaella Carrà frente a 'la Pelloni', como la recuerdan sus allegados. En una era extravagante, la reina de los escenarios. En otra, mucho más sencilla.
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Al comienzo, la docuserie busca responder quién era realmente Raffaella Carrà con el testimonio de aquellos que la conocieron de cerca. Así se exponen sus vivencias de la infancia, marcada por el abandono de su progenitor después de que se divorciara de su madre.
Raffaella, nacida en Bolonia bajo la dictadura de Benito Mussolini y durante la II Guerra Mundial, pasó sus primeras horas de vida en los brazos de su madre, Angela Iris Dell'Utri, en un refugio antiaéreo. Entonces, su padre, Raffaelle Pelloni, regentaba un bar. El divorcio llegó dos años después de que naciera la cantante, en 1945. En palabras de la propia artista que vuelven a la actualidad con el documental, su progenitora fue "la primera mujer que se divorció en Bolonia".
Con el abandono de su padre, a quien catalogó en su momento como un "playboy", Raffaella Carrà quedó bajo el cuidado de su madre y su abuela Andreina, que en sus primeros años de vida se convirtió en su principal influencia artística. Tocaba el violín y fue quien llevó a la cantante por primera vez al Teatro Municipal de Bolonia, escenario en el que con solo cuatro años la artista decidió que se convertiría en bailarina y de mayor, coreógrafa.
Raffaella Carrà comenzó en la danza siendo muy pequeña, pero a sus nueve años el cine tocó su puerta y hubo un cambio de guion. Formó parte de varios proyectos, pero sin conseguir un éxito apabullante. Ella misma decía -y así lo recoge la serie- que no se sentía "guapa". "Tenía cara de niña y cuerpo de mujer", comentaba.
La gran oportunidad le llegó a mediados de los 60 cuando probó suerte en Hollywood, participando en un largometraje con Frank Sinatra. Aquello, sin embargo, fue debut y despedida. Raffaella no tuvo buena química con el cantante, que intento seducirla pero sin éxito, y regresó a su Italia natal. Fue allí, pocos años después, cuando le sucedieron un sinfín de triunfos.
Su lugar fue la televisión. A finales de los 60 tuvo la oportunidad de participar en un programa de la RAI, donde consiguió un papel secundario pero que se le permitió hacer un baile de tres minutos. El resto es historia.
Raffaella, que a mediados de los 60 adoptó su seudónimo por inspiración del director Dante Guardamagna -aficionado a la pintura, asociaba su nombre real, que le recordaba al pintor Rafael Sanzio, con el apellido del pintor Carlo Carrà-, alcanzó el éxito y la fama internacional siendo presentadora de televisión, bailarina y cantante.