Estas últimas semanas las calles huelen a castañas. Las brasas del asador de castañas callejero son casi un símbolo de la navidad. Este alimento se come en España desde hace siglos y se las llegó a conocer como el pan de los pobres. No renuncies a ellas y descubre qué beneficios aportan.
Para mantener el peso
El 42% de la castaña es agua y el 44% son hidratos de carbono, pero de los denominados “complejos”, aquellos que el organismo absorbe de manera lenta, manteniendo en equilibrio los niveles de azúcar y ayudando a calmar el hambre. Poseen proteína y grasas, pero en valores más reducidos que, por ejemplo, las nueces, las almendras o las avellanas. Unas diez castañas contienen 200 calorías.
Rico en vitaminas
Si se comen crudas, se puede aprovechar la vitamina C y B, beneficiosa para cuidar la piel. Además, las castañas contienen potasio, que ayuda a controlar la retención de líquidos y evita la hipertensión, y pequeñas cantidades de calcio, hierro y magnesio, que permite prevenir la anemia.
Llenas de fibra
Si eres deportista, después de tus sesiones en el gimnasio o de tu carrera en el parque, come castañas, porque es rico en la fibra. Eso sí, para beneficiarse de la fibra, mejor comer crudas.
Poco digestivas
Aunque es cierto que son un fruto difícil de digerir, sobre todo si se comen crudas, así que precaución en estómagos delicados. Las castañas pueden causar hinchazón de vientre y producir gases. Por ello se recomienda comer poca cantidad, entre cinco castañas al día, masticarlas despacio y, por supuesto, tomarlas asadas.