Moschino fue la encargada de poner el broche final a la jornada del miércoles de la semana de la moda de Milán con una colección inspirada en los años sesenta que bien pudo ser un homenaje a "la viuda de América" donde llamó la atención que las maniquís aparecieron pintadas cual aliens.
El guardarropa de Moschino se llenó de trajes monocolor, formados por chaquetas y faldas por encima de la rodilla, en tonos flúor rojos, naranjas, verdes, azules y amarillos.
La minifalda fue una de las reinas de su pasarela y compartió protagonismo con los sombreros tipo "pillbox" y los bolsos pequeños de asa corta.
El tejido vinilo fue utilizado para trajes, faldas y chaquetas de cremallera diagonal y se alternó con los estampados característicos de la casa que sugieren que las prendas han salido de un cómic.
Las modelos de Moschino desfilaron con la piel teñida de amarillo, naranja y azul cielo, colores que contrastaron con los rosas, negros y verdes eléctricos de sus vestidos de corte recto.
Moschino también dejó espacio a los trajes largos, ajustados a la silueta femenina, decorados con tejidos brillantes y purpurina, algunos con largas colas posteriores y otros que cubrían un brazo de la modelo y dejaban el otro al descubierto.