Diecisiete años después de su llegada a las pasarelas parisinas, la diseñadora Stella McCartney ha desgranado los secretos de su éxito, una moda distendida y práctica que nació con la vista puesta en ofrecer un lujo sostenible, y con la que ha conseguido demostrar que es posible cambiar las reglas del juego.
Su colección primavera-verano 2019, presentada en el marco de la Semana de la Moda de París, fue una celebración de los contrastes de la firma que busca atraer a una mujer femenina y atrevida, determinada y delicada y, sobre todo, con una visión no solamente estética de lo que es el lujo.
No es una exageración decir que las seguidoras del pragmatismo y del estilo relajado que creó la modista Phoebe Philo en la casa Celine saben desde que fue sustituida por Hedi Slimane que ahora toca buscar un nuevo referente.
McCartney tiene muchas papeletas para captar a las niñas perdidas de Celine con un mensaje que va de mujer a mujer, sus siluetas fluidas y su facilidad para crear estilismos que logran escapar a la rapidez con la que decaen las tendencias.
Quizás por ser consciente de eso, la británica, que este año compró el 50 % de la marca al grupo Kering, y se convirtió en una de las pocas independientes del sector, reafirmó hoy la quintaesencia de su firma con un desfile en el Palacio de la Ópera Garnier.
La colección se abrió con un mono corto efecto segunda piel, en neopreno y con estampado de flores, inspirado en las piezas de baño, pero que recordaba inexorablemente a las mallas de ciclista que invadirán las calles el próximo verano, y continuó con un minivestido con falda de vuelo, tipo patinadora.
Con este inicio atlético la línea fue adaptándose a los códigos McCartney con americanas masculinas en lino y viscosa ecológica, maxivestidos de seda con encaje, pantalones de pata ancha en versión cargo y jerséis de punto sin terminar, para lograr ese falso efecto "sin esfuerzo".
La propuesta de la estrella de la casa fue el estampado "tie-dye", el famoso desteñido hippy fácilmente realizable en casa con un barreño de agua, polvos de tinte y un poco de maña, que la diseñadora utilizó para colorear monos vaqueros -orgánicos- y camisetas de algodón -también orgánico-.
La británica acaba de lanzar las primeras deportivas "Stan Smith" veganas -es decir, sin fibra animal- en una colaboración con Adidas y es la madrina de la campaña "Go for good" de Galerías Lafayette, una iniciativa de moda sostenible de los conocidos grandes almacenes parisinos.
Más que nunca, en esta colección la marca no se cortó en dar detalles de la composición de sus prendas: nailon reciclado para camisetas de fútbol que entran así en la alta moda, y Eco Alter Nappa, sustituto del cuero en los nuevos bolsos de McCartney decorados con su logo en versión mini y maxi.
Además de una fina sandalia con medio tacón, incluyó un nuevo modelo de bailarinas en tonos piel con puntera y pequeñas cadenas en el tobillo, como si fueran pulseras.
Cerró el desfile con un saludo y una sonrisa de satisfacción, al término de un año de éxitos, prueba de que la que parecía una utópica apuesta por un lujo sostenible en 2001 era menos ilusoria de lo que muchos pensaban.
En esta penúltima jornada de la Semana de la Moda, también presentó su colección la firma Leonard Paris, de la mano de la francesa Christine Phung, que en esta ocasión se basó en la estética de un safari para crear estampados de sabana y animal.
"Me inspiré en Masái Mara, una reserva natural que conforma una de las regiones más bellas de Tanzania y Kenia, donde los colores quedan difuminados por el sol", contó Phung a Efe.
Uno de estos paisajes de safari fue pintado a mano en una cazadora tipo parka y se introdujo así en el nuevo archivo de estampados de la casa, cuyo historial de flores estampadas se había quedado anticuado para los nuevos tiempos.
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