El escepticismo afloraba este miércoles entre los especialistas de la moda, que han asistido en París al regreso de Lanvin tras tres años de pesadilla para la marca. Sin embargo, su nuevo director creativo, Bruno Sialelli, ha logrado despejar las dudas con una colección alabada por los invitados.
El francés, formado en el diseño de teatro y posteriormente junto al Balenciaga de Nicolas Ghesquière (47) y el Loewe de Jonathan Anderson (35), ha sabido dar a la colección un concepto que sirvió como terapia de electroshock a un Lanvin más que marchito.
Utilizando como marco el museo medieval de Cluny, en el centro del barrio latino de París, ha apostado por una silueta elegante y moderna, con pantalones vaporosos, amplios vestidos de seda estampados, superposición de volúmenes y una atractiva línea de marroquinería, hasta ahora el talón de Aquiles de la firma.
"Quería redefinir el armario de Lanvin. Empecé investigando los archivos y entendí que Jeanne Lanvin (la modista que creó la marca) era básicamente lo que hoy llamaríamos una mujer con estilo de vida. Ella empezó muy pronto a incluir looks de día, de tarde, hacía ropa deportiva, muebles... Creo que es una reflexión muy válida para Lanvin hoy", ha explicado Sialelli a la prensa tras el desfile.
La colección, a juego con el museo, ha bebido de la estética medieval, que ha inspirado estampados de pergaminos sobre sedas en faldas asimétricas y botas de caña alta.
También ha habido cierto folclore en capas de lana a cuadros, fajines de punto sobre conjuntos de camisa y pantalón, trencas masculinas, jerséis-vestido, faldas rectas hasta los tobillos con aperturas en la delantera y estampados aztecas.
Se ha percibido a simple vista la influencia de Loewe en Sialelli, de donde probablemente haya aprendido a valorar la marroquinería y a modernizarla con monederos que se llevan como bandoleras, riñoneras de piel, bolso de mano en forma de pera y botas planas, aptas para el día a día. También por una paleta de colores que apenas ha salido de los neutros, con algunos toques de verde aguacate y rojo.
"Jeanne Lanvin era una exploradora, trabajaba mucho con la familia Hermès y como amigos viajaron por Egipto, Europa... De sus viajes siempre traía nuevos textiles como el cashmere e ideas para sus estampados y gráficos", ha dicho el diseñador.
Sialelli, que ha introducido también estilismos para hombre moviéndose en los mismos códigos, ha sido el primer diseñador de Lanvin en crear simultáneamente una línea para él y para ella.
El equipo de diseño, que siempre ha mostrado su cercanía con Elbaz y su disconformidad con su partida, parece estar entusiasmado con el nuevo proyecto, según Sialelli, que ha explicado que se siente "muy apoyado" y que no escapa a las polémicas de la maison, adquirida en 2018 por el grupo chino Fosun por 120 millones de dólares.
Hecquet ha apuntado en el mismo medio que Fosun ha invertido "mucho" en un plan de contención basado en cómo reorganizar la empresa para salvarla y cómo lograr su posicionamiento en el mercado. "Necesitamos dirigirnos a una clientela amplia y no a un segmento, como ha ocurrido en el pasado. Queremos hablar a los jóvenes y a lo no tan jóvenes", ha señalado.
Sialelli necesitará varias temporadas para afianzar este nuevo rumbo, pero al menos parte de un equilibrio que no se veía en Lanvin desde los años del diseñador israelí Alber Elbaz.
La firma más antigua de París, creada en 1889 por Jeanne Lanvin, cayó en desgracia en octubre de 2015 tras el despido del diseñador israelí Alber Elbaz, que durante quince años de éxitos había convertido la casa en un icono de elegancia.
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