Nueva York, 1954. A la altura de la calle 51 con Lexington Avenue, uno de los córners más concurridos y famosos de todo el Upper East Side, unas 1.500 personas son empujadas casi hasta el asfixie para la preparación del rodaje de la que sería, sin ellos por supuesto aún saberlo, una de las escenas más legendarias de la historia del cine. Ante el objetivo del genio Billy Wilder, la sensual, voluptuosa, única e iniguable Marilyn Monroe con su impresionante vestido blanco para La tentación vive arriba.
"Rodar en la calle es gratis y dicen que el vestido de la señorita Monroe es revelador", publicaba a toda página al día siguiente el Journal American en relación a las imágenes de aquella escena que tuvo que rodarse, además, una segunda vez. En esta ocasión, en interior.
Cosas de genios, Billy Wilder decidía filtrar a la prensa a modo de cebo y promoción algunos frames del film. ¿Quién querría perderse a Marilyn Monroe aguantando la falda plisado de su vestido blanco y luchando contra el viento del metro de la Gran Manzana para evitar dejar a la vista la flor de su secreto? El éxito estaba asegurado.
La sonrisa, el lunar, los pendientes, su cabello dorado... Marilyn Monroe era única ante la cámara, pero este vestido, este diseño de su creativo de cabecera, William Travilla, ayudó a la configuración del mito. El personaje de La chica -The girl, acreditada como tal, aunque el protagonista, Richard Sherman, comenta satíricamente "tal vez ella es Marilyn Monroe"- disfruta con el aire de debajo de la tierra y su falda plisada marfil deja a la vista sus tobillos y rodillas.
La prenda, muy al estilo años 50 por el corte y el diseño, se trata de una pieza única elevada a la categoría de arte. De escote halter, ceñido a la cintura, lleva un corpiño que la aprieta y potencia al máximo las curvas de Monroe. Cabe destacar que era el tipo de corte de la época y que en Los caballeros las prefieren rubias o Eva al desnudo, Marilyn suele llevar vestidos con esa silueta. Tras la muerte de la actriz, esta icónica prenda pasó a manos de su diseñador. Y tras el fallecimiento de William Trivilla, el famoso vestido blanco acabó en posesión de Debbie Reynolds, una apasionada y acérrima seguidora de Marilyn Monroe.
Con el tiempo, la también actriz admitió que el vestido había perdido algo de su magia, lógicamente, el paso del tiempo hizo mella sobre él. Dejó de ser marfil para pasar a ser color perla. ¿Y a quién la importa? La protagonista de Cantando bajo la lluvia lo subastó, y fue el 2011 cuando el vestido se convirtió en el más caro de la historia. 60 años después de rodar aquella escena en Nueva York, el vestido blanco de Marilyn Monroe se vendió por 5.520.000 millones de dólares -unos 4,6 millones de euros-. El vestido más caro jamás vendido.
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