En la historia del cine hay momentos que permanecerán para siempre en el imaginario colectivo de la sociedad. Frames de película, escenas, secuencias, fotos y diálogos. Pese a esa mágica iconicidad, no deja de ser ficción. Los personajes son interpretados por actores que, a su vez, en determinados instantes vinculados con esas películas, como en una gala de premios, crean el mito dentro del mito.
Este es el caso de Jennifer Lawrence (30 años) y la anécdota del momento en el que ganó su primer premio Oscar por El lado bueno de las cosas -era ya su segunda nominación-. Año 2013, la red carpet más importante del año estaba a punto de tener lugar, JLaw -como muchos la conocen por el juego de palabras sonoro con JLo, Jennifer Lopez- hacía su aparición estelar en la alfombra del Kodak Theater de Los Ángeles, California, con el vestido más caro de Dior, el diseño más valioso de la historia de los Oscar.
Se trata de un vestido de Alta Costura de la firma francesa, en palabra de honor y en color rosa empolvado, largo, con cola y varias capas. Los diseños de haute couture -por si aún hay alguna duda- son piezas únicas, exclusivas, que se hacen a medida al cuerpo de la clienta y que se cosen a mano, sin utilizar jamás ninguna herramienta industrial para lograr que el acabado del vestido sea artesanal, perfecto.
El precio del vestido de Dior Couture que Jennifer Lawrence llevó a la gala de los Oscar 2013 es de cuatro millones de euros. La protagonista de una de las películas más aclamadas de ese año lo complementó con detalles minimalistas como joyas de Chopard, un clutch de Roger Vivier y zapatos de Brian Atwood. Los diseñadores, las grandes firmas globales, realizan estas espectaculares creaciones para dar publicidad y posicionamiento a sus marcas a través de sus embajadoras.
Lo que nunca hubiera imaginado el director creativo de Dior entonces, Raf Simons (53), es que el vestido se elevaría a la categoría de icono y la imagen de Lawrence daría la vuelta al mundo por el tropezón que se dio al recoger su estatuilla dorada, justo en el momento en el que subía las escaleras hacia el escenario.
Un vestido impresionante, inalcanzable para la mayoría de bolsillos, una actuación de Oscar y una elegante caída triunfal que puso a Dior en los titulares de todo el mundo y a Lawrence la consolidó como la gran embajadora de la maison que sigue siendo hoy.
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