Aunque los hipsters se arroguen el mérito de haber puesto de moda la barba e incluso de haberla inventado, la realidad es que la barba existe desde tiempos inmemoriales.
Si tuviéramos que mencionar a famosos barbudos, seguro que se nos vienen a la cabeza actores, deportistas, músicos e incluso los Reyes Magos, Papá Noel, el mago Merlín o seis de los Siete Enanitos, por mencionar sólo algunos ejemplos.
El primer sábado de septiembre (que, en 2016, es el próximo día 3) se celebra el Día Mundial de la Barba, una buena excusa para recordar las barbas más famosas de la Historia, así como del cine, la moda y el deporte…
En sus orígenes, en el Antiguo Egipto, la barba era utilizada, como muestra de poder, tanto por los faraones como por sus esposas, que las lucían naturales o postizas, teñidas, trenzadas con hilos de oro o sujetas a la cabeza con un cordón.
Y aunque Conchita Wurst intentara volver a ponerla de moda entre las mujeres, cuando ganó el Festival de Eurovisión 2014, lo cierto es que sigue siendo un atributo masculino, símbolo de la transición entre la niñez y la juventud, y de la virilidad.
Durante siglos fue símbolo de masculinidad y fuerza. La ciencia equipara la barba en el hombre a la melena de los leones machos pues, en ambos casos, les permite aparentar más tamaño e intimidar así a sus adversarios y así como la melena del león protege su cuello, la barba en los hombres protege su mandíbula, dientes y mentón de los golpes durante una pelea.
Los sumerios, asirios, babilonios, caldeos y otras civilizaciones mesopotámicas utilizaban pinzas y tenazas para peinarlas con rizos elaborados o tirabuzones, y los persas las llevaban largas. También los griegos las rizaban, considerándolas un signo de virilidad y sólo se la afeitaban como señal de duelo o castigo, pues una cara sin ella se consideraba afeminada.
El afeitado se introduce en la época de Alejandro Magno, quien ordenó a sus soldados que no se dejasen barbas, pues podían ser utilizadas por sus enemigos para hacerlos caer del caballo. Los romanos también se apuntaron a la moda del rasurado, para distinguirse de los griegos, y a diferencia de éstos, se la dejaban crecer en señal de duelo. Por eso, muchos pueblos enemigos de los romanos, como celtas y germanos, la llevaban larga para diferenciarse de ellos y como símbolo de libertad.
Hasta que el emperador Adriano lo hizo para ocultar las cicatrices en su rostro o por seguir la moda griega, y la barba se puso de moda entre los romanos.
En el siglo XV la mayoría de los hombres europeos estaban bien afeitados. Durante el siglo XVI se dejaron crecer hasta el pecho, y en los siguientes tuvo buena o mala prensa y se arreglaban en formas diferentes según el país o la religión a la que se perteneciera. Sin embargo, Shakespeare y Cervantes, por ejemplo, la llevaban recortada y picuda.
En el siglo XVIII, Pedro el Grande de Rusia creó un impuesto sobre las barbas, para evitar que los hombres las llevaran, pues habían pasado de moda tanto en Europa como en América, donde el afeitado diferenciaba las clases altas de las populares.
A mediados del siglo XIX volvió a ponerse de moda, especialmente entre soberanos, como Alejandro III de Rusia, Napoleón III de Francia, Federico III de Alemania, y políticos como Giuseppe Garibaldi, Karl Marx y Abraham Lincoln.
Durante los años 20 y 30 se impuso el bigote (como los de Marcel Proust, Albert Einstein o Adolf Hitler), pues la barba, bien de chivo (como las de Trotsky y Lenin) o bien pobladas, se consideraba de izquierdas, al haberse popularizado entre obreros y sindicalistas. Así pues, Hollywood apostó por el afeitado para sus protagonistas masculinos.
Y habría que esperar a los años 60 para que los hippies pusieran de nuevo las barbas de moda como signo de modernidad, con el inestimable apoyo de músicos de todos los estilos, desde Bob Marley a The Eagles, los célebres barbudos ZZ Top o Los Beatles en su última época. Precisamente en 1966, cuando la firma Dior lanzó su primer perfume masculino, Eau Savage utilizó a un barbudo como Alain Delon en los anuncios con los que lo lanzaron, y lo ha "rescatado" hace poco, en su última campaña, para dar a conocer los 50 años que ha cumplido la fragancia.
Desde las décadas de los 80 y los 90, se puso de moda la llamada “barba de dos o tres días”, que buscaba la naturalidad a través de su aire descuidado. Pero muchos grupos de rock y los judíos ortodoxos, los Amish y los Sij la llevaban larga.
Y es que las relaciones entre barba y algunas religiones es estrecha. En la iconografía cristiana, la mayoría de personajes del Antiguo Testamento (como Moisés y Abraham), y del Nuevo Testamento (como Jesús y varios de sus discípulos), son representados con barba.
Los musulmanes consideran la barba digna de elogio pues los hombres que la llevan siguen el ejemplo de Mahoma, y la mayoría lo consideran obligatorio.
La Torá prohibió cortar la barba con navaja, pero se puede hacer con tijeras o máquina de afeitar, y para la Cábala, la barba no sólo es el pelo que crece en la cara sino el puente que une la mente y el corazón, los pensamientos y las acciones, la teoría y la práctica, las buenas intenciones y los hechos. Por ello, muchos judíos jasídicos, seguidores de la Cábala no se la afeitan ni la recortan.
En ciertas profesiones, la barba está prohibida o no se recomienda llevarla por seguridad, aunque esto depende de los distintos países; por ejemplo, entre los pilotos y los bomberos para facilitar un sellado hermético de sus máscaras de oxígeno o antigás. Y lo mismo sucede en el éjercito.
En algunas empresas de hostelería y servicios turísticos se alegan motivos de imagen para evitarla en los puestos que exigen atención al público. Y luego hay algún caso, sin explicación alguna, como el de la ciudad japonesa de Isezaki, donde en 2010 se prohibió a los empleados municipales llevar barba.
En Estados Unidos, algunos equipos de béisbol (como los Cincinnati Reds y los Yankees) prohibieron durante años a sus jugadores que llevaran el pelo largo o barba. Sin embargo, la «barba de los play-offs» es una tradición en la Liga Nacional de Hockey, donde los jugadores dejan crecer su barba desde el comienzo de la temporada de play-offs hasta que ésta acabe, porque según la tradición les da suerte.
En el sumo están prohibidas la barba y el bigote, no sólo para los luchadores sino también para los árbitros.
No es hasta principios del siglo XXI que las barbas largas vuelven a ponerse de moda, con la aparición de las tribus urbanas y el gusto de los millennials por la estética, ya fuera la de los hipsters o los leñadores. Y recientemente, como reacción a los metrosexuales, han aparecido los "lumbersexuales", cuyo nombre viene de lumber (en inglés, maderas) y lumberjack (en inglés, leñador), cuyas señas de identidad son la camisa de cuadros y una poblada barba.