El jurado del Premio Nacional de Cinematografía, concedido esta semana por el Ministerio de Cultura a Ángela Molina (60 años), justificaba la elección de la actriz "por su trayectoria profesional que viene desde sus primeras películas con apenas 20 años, dejando palpable la estirpe de artistas de donde proviene, trabajando fuera y dentro de nuestras fronteras, marcando con sus interpretaciones la talla de actriz que la han hecho merecedora de numerosos reconocimientos y premios, destacando su amor y generosidad con cada uno de los actores y directores que ha trabajado. Una actriz espontánea, auténtica, arriesgada y original". Cuando llegue el momento de recoger el premio, Ángela Molina tendrá palabras de agradecimiento para su padre, la luz que inspiró su vida, y para Luis Buñuel, la luz que inspiró su carrera.
Con su rostro marcado por las arrugas ganadas a pulso a golpe de experiencias y unas canas que han ido conquistando libremente su cabellera, Ángela Molina sigue poseyendo la mirada más poderosa del cine español. Para las Molina, ella es el verdadero referente. Lejos queda ya el patriarca, cuyo recuerdo permanece, sí, pero con menos fuerza que la que desprende esta actriz, bailarina y cantante –entre otras cosas– que ha trabajado con lo más granado de nuestro cine, desde Jaime Chávarri (73) a Pedro Almodóvar (66), pasando por Colomo (70), Camino o Borau, o maestros italianos como los Taviani (84) o Giuseppe Tornatore (60).
Ángela Molina tiene siete hermanos y cinco hijos. Casi todos están relacionados, de una manera u otra, con el cine o con la música. Apoyándose los unos en los otros, han creado un lazo poderoso que los vincula al arte de generación en generación.
Olivia (35) es la hija mayor de Ángela. En twitter, Olivia promociona sus trabajos y retuitea contenidos solidarios, ya sea de la organización Mosquitera Solidaria (un proyecto para proteger a los niños de los mosquitos que propagan la malaria y otras enfermedades endémicas), con la que colabora desde que es madre, o de cualquier otra que tenga como objetivo la defensa de los derechos de los más pequeños. De su relación con el actor Sergio Mur (39), muy popular en la actualidad en México y al que conoció en la serie Física o química, han nacido Vera (4) y Eric (1), por los que decidió aparcar sus proyectos profesionales durante un tiempo. Olivia, que estudió educación infantil, ha querido centrarse en sus hijos para recuperar la ilusión de estar con niños. De hecho, uno de sus proyectos es crear una ludoteca para que experimenten con herramientas artísticas.
Este año se convirtió en Belén Yagüe, una destacada doctora en la serie Bajo sospecha, de Antena 3, cubriendo el hueco que dejaba Blanca Romero (40), quien mostró su extrañeza al tratarse de la misma actriz que la sustituyó en Física o química, en el papel de profesora de literatura.
Olivia estudió interpretación en Londres, luego con Juan Carlos Corazza y debutó, como medio cine español actual, en la mítica Al salir de clase. Con cierto aire de mujer despistada, tiene un don natural para la comedia.
Podría contar, como anécdota personal como guionista de la serie A tortas con la vida, cómo Olivia hizo suyo el papel de Mónica, que episodio a episodio iba ganando hasta hacerse merecedora de más secuencias y más protagonismo. No saben lo fácil y divertido que resulta escribir un personaje así, cuando imaginas –y aciertas– cómo lo va a interpretar la actriz que le da vida.
Ángela y Olivia, madre e hija, protagonizaron la versión teatral de El graduado, adaptación de la película de Mike Nichols, con el morbo añadido de jugar a ser rivales en una conquista amorosa.
Mónica (48), hermana de Ángela, con quien trabajó disfrazada de monja en la serie Hermanas, y de Noel, su compositor de cabecera, responsable de discos como Tu despedida y Vuela, que llegó a ser nominado al Grammy Latino, así como autor de la sintonía de la serie Amar en tiempos revueltos, en la que Mónica participó con un personaje fijo, precisamente como cantante. En los escenarios ha sabido rodearse de figuras de talento como Luis Eduardo Aute (72), José Mercé (61) y Pasión Vega (40). Y para sus canciones no sólo ha apostado por su hermano, también por Paco Ortega (58) y Andrés Aberasturi (67), quien le escribió un Pequeño fado que es una de sus debilidades.
Aunque su vocación era la música, empezó como actriz en pequeños papeles a las órdenes de grandes directores como Gutiérrez Aragón (74) (La mitad del cielo, interpretando a su propia hermana de joven) y Fernán Gómez (El viaje a ninguna parte). Se subió a los escenarios convencida por Oscar Wilder (La importancia de llamarse Ernesto) y en sus ratos libres escribe relatos que permanecen en secreto para casi todos.
Mónica es una mujer celosa de su intimidad, reservada pero con las ideas claras, que no tiene reparos en defender en las entrevistas donde da rienda suelta a su espíritu comprometido.
Ha puesto voz a la Nana para Candela, dedicada a su hija -cuyo padre es José Coronado (58)- y ha rendido homenaje a su padre con Mar Blanca, un recopilatorio de temas de Antonio Molina.
Lejos de los focos y la atención mediática queda Paula, cuya biografía está salpicada de detalles apasionantes: de su filmografía destacan Ópera prima, de Trueba, o Muerte en el Vaticano, protagonizada por Terence Stamp. También probó fortuna en la música con el disco Latino. Y vivió un corto pero intenso matrimonio con Michi Panero, experiencia que de por sí merecería un artículo monográfico.
Por otra parte, la última adquisición del clan es, paradójicamente, una joven que apenas conoce a su familia: Andrea Molina (24), hija de Miki (52) y de Lydia Bosch (52). Estudiante de la escuela de Juan Carlos Corazza, se crió sin apenas contacto con la familia paterna, por lo que no ha tenido el apoyo que los Molina se dan entre sí… De hecho, aunque las revistas del corazón llevan tiempo hablando de ella, su único debut ha sido en un photocall y no en un escenario.