Durante mucho tiempo ha sido considerada un juguete roto, pero La Veneno fue durante mucho tiempo una de las mujeres más buscadas y deseadas por cualquier evento que quisiese llamar la atención en la jet española. Ahora, en un plano olvidado, Cristina se debate entre la vida y la muerte. Después de aparecer en extrañas circunstancias, golpeada en su casa, se encuentra ingresada en Hospital Universitario La Paz en coma. Según la agencia EFE, las primeras investigaciones policiales apuntan a que pudo tratarse de un gravísimo accidente tras ingerir tranquilizantes y alcohol, aunque no se descarta ninguna hipótesis.
Tres de sus seis hermanos; la mayor Mari Pepa (57), Trini y su hermano Paco se desplazaron este domingo hasta Madrid para ver a su hermana. Su estancia en la UCI de La Paz fue una odisea. Ellos nunca han creído en la teoría del suicidio y menos aún en lo que consideran "un cúmulo de incongruencias. El aspecto de mi hermana no es el de alguien que ha caído tras ingerir alcohol y sustancias. Tampoco nos explicamos como habiendo ingresado a las doce de la noche, a las seis de la tarde aún no habían informado al juzgado de guardia de lo sucedido", reclama Mari Pepa en conversación con EL ESPAÑOL.
Ella se ha quedado en la capital junto a su hija abogada. Este martes a primera hora tiene que acudir a los juzgados de Plaza de Castilla para conocer si el juez decide autorizar de nuevo las visitas de la familia al centro hospitalario. El equipo de urgencias de La Paz tuvo que avisar a la Policía este domingo porque las hermanas de La Veneno le sacaron fotos en la UCI para poder tener pruebas que demuestren que lo de su hermana "fue un ajuste de cuentas por la publicación del polémico libro hace unas semanas y no un suicidio", explican.
Su diagnóstico no parece muy positivo. "Ninguno, pero si sale adelante es casi seguro que se quedará vegetal", les dijo este domingo el médico cuando le preguntaron por el estado de salud de su hermana. La vedette se encuentra en observación, a la espera de ver cómo evoluciona en las próximas horas. Tuvo que ser operada de urgencia y según la versión familiar, le fue extirpado un trozo de cráneo. De momento, la familia descarta el suicidio aunque en el parte médico aparece reflejado que habría injerido pastillas y alcohol. La artista aparecía con un gran golpe en la cabeza, muchos moretones por el cuerpo y con un rastro de sangre desde la bañera. Su familia no va a parar hasta que se esclarezca lo sucedido en el domicilio de la vedette.
La polémica novela
Bajo el título ¡Digo! Ni puta ni santa, la musa que cruzó el Mississippi en los años 90 reveló más de un secreto personal relacionado con importantes personas de este país que han puesto a más de uno en la diana. La cantante volvía a la primera línea de los medios y a más de uno le temblaron las piernas al pensar que su nombre aparecería entre estas líneas de su libro, que era su gran sueño.
Joselito, la vergüenza de su madre
Nacida en Almería en el año 62, a Cristina la llamaban por aquel entonces Joselito. Pero pronto sintió que era diferente a todos los demás. Y, como decía ella en más de una ocasión, la diferencia supone una distancia entre el respeto y la aceptación.
“A los seis años ya me sentía mujer, porque entonces yo me ponía todo lo de mi hermana, me probaba su ropa. Me metía en el cuarto de baño y empezaba a maquillarme con las pinturas de mi madre, que entonces eran las pinturas aquellas antiguas como de crema dura. Me acuerdo que yo me pintaba toda la cara y me liaba una toalla en el pelo. […] Mi madre se echaba la mano a la cabeza y decía ‘Ay, lo que me ha salido’”.
Conforme fue creciendo, su situación personal fue empeorando. Su relación con la familia siempre fue un tanto especial desde que sintieron que no era como el resto de niñas. Pero, sin duda, la relación con su madre es lo que más ha marcado a Cristina Ortíz. Una mujer que, tal y como relata La Veneno en su biografía, es la que llevaba los pantalones en casa.
“Se enfurecía si me iba a jugar con otros niños, con los gitanos. Cuando llegaba a casa, me pegaba con una goma de butano, lo que tuviese a mano. O alguna vez llenaba el lavabo de agua y me metía la cabeza dentro. Quería darme lecciones de ese modo y sólo conseguía que me rebelase más. Eso con siete años, que ya eran una reacciones exageradas, como si me tuviera rabia de sólo verme, de mis maneras, de mi lenguaje o mis andares”.
La travesti que le cambió la vida
Así es como Joselito dejó atrás su pasado. Poco quería saber de su familia después de que la tratasen de esta manera. Joselito comenzó a vivir su vida, a pasear por las calles de Madrid. Comenzó a ver mundo y vio la vida que a ella le gustaría tener. Y así es como nacería La Veneno que todos conocemos. El nacimiento de una mujer.
“Estaba paseando por la calle y vi a una mujer espectacular. Era una mujer que me llamó la atención, porque era rubia, guapa, muy despampanante. Entonces yo me acerqué y le dije: ‘¿Tú qué eres?’”
Esa mujer con la que se cruzó en realidad era un travesti. A partir de aquel momento, Joselito supo cuál era su objetivo en la vida. Fue ella quien le explicó qué eran las hormonas y cómo debía utilizarlas. “Me faltó tiempo para ir a la farmacia”, dice en su biografía. Pero entonces comenzó a faltar el dinero en casa y tuvo que salir a la calle. No tiene ningún miedo a decirlo. Comenzó a ejercer la prostitución.
“Cuando yo empecé a trabajar en la calle, no te podías poner tan tranquilamente, porque las travestis te pegaban, te sacaban cadenas o cuchillas y te apuñalaban. Era como una mafia. Entonces yo iba de chico, vendiendo cervezas y bocadillos. Y como me daban lástima pues se los regalaba”.
La rica del pueblo
Durante sus años de prostitución, Cristina ganó mucho dinero. Tuvo un nivel de vida por encima de sus posibilidades. Comenzó a vivir en barrios de lujo y sus clientes cada vez tenían más poder. “Pagaba 90.000 pesetas de alquiler y tenía hasta plaza de garaje”, asegura. Así es como conocimos a Cristina en televisión. Una persona que se podía haber quedado en personaje de Callejeros y que, de la noche a la mañana, era una de las mujeres más buscadas del papel couché.
“Lo que solían hacer los ministros y gente de poder era bajar la ventanilla, y en vez de preguntarme el precio, decían: ‘¿Me conoces?’. Yo siempre les decía que no, aunque supieran quiénes eran porque así te subían al coche. Podría ir tirando de la manta para decir algunos toreros, presentadores de televisión, por algunos de esos no me han dejado huella”.
Después de hacer varias apariciones en televisión en programas de entrevistas por la calle, Cristina dio su gran saltó a la fama gracias a Esta noche cruzamos el Mississippi. Ella sí que cruzó. De la mano de Pepe Navarro consiguió llegar a la cresta de su carrera profesional. El público adoraba su soltura ante las cámaras y todos los famosos querían hacerse fotos con ella. Había nacido un mito del que todavía hoy nos acordamos.
“Disfruto yendo a la televisión a pasar un buen rato, como cuando he ido a cantar, el polígrafo o el día que nos juntaron a todas por el tema de las cirugías de Marisol y su perro el enfermero y pude conocer a Carmen de Mairena. […] He continuado haciendo mis bolos, mis galas y me he hartado de salir. Allí donde he actuado, se ha llenado hasta arroba. Alaska se me puso de rodillas diciéndome cosas preciosas. Eso es muy fuerte, yo no me lo creía”.
La caída a los infiernos
La televisión-show-espectáculo desaparecería de nuestras vidas y con ella La Veneno. Su último gran programa de televisión fue Crónicas marcianas, donde estuvo participando hasta el año 2003. Era uno de los programas más vistos de la televisión a pesar de las horas a las que se emitía. Un late night que, sin embargo, hoy en día es la hora a la que empieza ese prime time tan retrasado de nuestra televisión.
Por aquel plató de Barcelona se paseaba una mujer llamada La Veneno, con un Xavier Sardá que no perdía la vista de sus movimientos. La Veneno se llamaba. Por La Veneno se agolpaban. Parecía que su fama nunca se agotaría, pero lo hizo. En 2003, tal vez fue el exceso de fama lo que hizo que ella quisiese más y más. Su ex novio la acusaba por aquel entonces de haber quemado su propia casa para cobrar el seguro. Era condenada a pasar tres años en la cárcel. A su salida, en el año 2006, ya nada era lo mismo. Su fama había desaparecido y, con ella, sus ingresos.
No era raro pasearse por el centro de Madrid y cruzarse con Cristina. Siguen llamándola La Veneno. Pero allí estaba ella, impasible al paso del tiempo. Sentada en Sol, seguía levantando la cabeza cuando le preguntaban si había tenido que volver a ejercer la prostitución para ganarse la vida. Ella nunca tuvo reparos en quitarse los anillos.
“Noto mucho el cariño de la gente, de todas las edades, desde niños chiquititos hasta personas mayores. Con eso soy feliz. He cumplido mi promesa de volver a ser la que era antes, ya dejo que la vida me depare lo que quiera, porque ya es como si lo hubiera vivido todo”.
Lo dice una que asegura que si el Ave Fénix tuviese tetas se llamaría Cristina, La Veneno.